Monday 2 de December, 2024

POLíTICA | 30-03-2023 16:20

Sergio Massa vs. Alberto Fernández: trastienda de la pelea menos pensada

Con la economía al rojo vivo, el ministro cruzó al Presidente. El fantasma de la ruptura. Guerra de offs, recelos por las candidaturas e inflación sin control. Cristina, la tercera en discordia.

Sergio Massa está cansado. Agotado. En su círculo, en verdad, lo describen de otra manera, más coloquial, que hace referencia a cierta parte del cuerpo que se hincha hasta no dar más. Lo cierto es que la paciencia la tiene al límite. A días de cumplir diez meses como ministro de Economía, su vida se convirtió en una tortuosa carrera contra una bomba nuclear que podría detonar la precaria realidad argentina. Y, además, está convencido de que es el único de todos los popes del Gobierno que se toma la situación con la seriedad que lo merece. Este es un sentimiento que guarda en su interior hace bastante, casi desde que se formó el Frente de Todos, pero que ahora, con la soga al cuello, se cansó de esconder.

Por eso es que apenas puso un pie en el país manoteó el teléfono. Venía de una cumbre del Banco Interamericano de Desarrollo en Panamá, una reunión clave con el organismo internacional que se espera que invierta alrededor de 13 mil millones de dólares en Argentina, y había dormido mal en el avión. A pesar de que tenía programado volver un día después, adelantó su regreso al lunes 20 para poder monitorear el detalle de la intervención a Edesur. Pero no era el único tema en agenda.

El otro era poner blanco sobre negro en su relación con Alberto Fernández. “Mirá que yo no soy Guzmán, no me voy a bancar los off the record diciendo estupideces”. Fue una charla tensa, en la que el ministro apuntó de lleno contra un funcionario mano derecha del Presidente, pero también fue mucho más que eso. Fue la primera vez, desde que son gobierno, que Massa dejó trascender en los medios su enojo con una de las patas de la coalición. Fue mucho más que una pelea: era el signo de un cambio de época, signo de que las elecciones están a la vuelta de la esquina, de que el tigrense, a pesar de las declaraciones de los últimos meses y de que la inflación no para de subir, tiene planes para su futuro. Y también fue el aviso de que nada garantiza que el Frente de Todos llegue unido hasta las votaciones, a pesar de que después de la escalada Massa y Alberto se mostraron juntos en un acto en Mendoza. Es el momento más delicado del Gobierno.

Laberinto. Massa está en el medio de una tormenta perfecta. A la frágil situación económica que heredó cuando llegó al cargo, se le sumó algo que no estaba en los planes de nadie y que es mucho más grave que lo que se ve a simple vista: la sequía, la peor que azota al país desde la segunda década del siglo pasado. En Economía calculan que la falta de agua va a significar una pérdida de ingreso de divisas de entre 15 y 20 mil millones de dólares en este año, alrededor del 20% menos de lo que se imaginaba para el 2023. Las reservas en el Banco Central drenan día a día, una realidad que tiene envueltos a todos los funcionarios de esta área en una gran preocupación. Los ánimos en el ministerio de Economía son grises en el mejor de los días, una situación compleja a la que se suman los constantes chispazos entre el tigrense y Miguel Pesce, el amigo de Fernández que dirige el BCRA. Y luego de la sequía -la del agua y la de los dólares- llegó el número de la inflación de febrero, que marcó un aumento de 6,6% en los precios.

Por todo esto es que los ánimos de Massa escalaron tanto: la situación es tan frágil que apenas un soplido la puede hacer explotar. “No, no estamos bailando en la cubierta del Titanic, estamos bailando en una tabla de surf agujereada en plena tormenta”, admiten cerca del ministro. De ahí que la bronca del tigrense con el albertismo fuera tanta.

Tensiones. La furia de Massa tiene nombre y apellido. Se llama Antonio Aracre, el ex CEO de la multinacional Syngenta que en febrero se sumó al Gobierno en calidad de jefe de asesores del Presidente. Esa había sido una jugada llamativa -un hombre que jamás había hecho política en su vida y que venía del mundo privado- y que había despertado algunas broncas del kirchnerismo, que aseguraba que el recién llegado funcionario tenía más perfil para un gobierno macrista que para uno peronista.

Según el relato massista, fue este hombre, que tiene despacho a metros del de Alberto, quien hizo correr en los medios un rumor extremadamente delicado: que en Economía se estaba planeando un desdoblamiento cambiario, lo que en criollo es una devaluación en toda regla, una medida de alto impacto económico pero también -con las elecciones cerca- político. Fue una situación que puso en alerta a todo el ministerio, que veía con pavor cómo los medios y el círculo rojo se hacían eco de esta noticia en las últimas semanas.

Fue precisamente esto lo que el tigrense le recriminó al Presidente. “No podemos jugar a la internita en este momento”, le dijo. Cerca del ministro son aún más crudos. “Aracre es un idiota, habla estupideces como si la situación no fuera de por sí ya muy difícil. Estamos en el medio de la tormenta perfecta y parece que el único que se da cuenta de eso e intenta arreglar algo es Sergio, parece como si él fuera el papá que lleva a los chicos al colegio y atrás los nenes en el auto se van peleando”, dicen.

Aracre, consultado por NOTICIAS, no quiso hacer declaraciones al respecto.

¿Se rompe o se dobla? Pero la gran novedad no fue la pelea en sí, que podría haber sido una más de las tantas que suceden en lo más alto del poder de cualquier gobierno, sino el hecho de que la hayan dejado trascender. Es que hasta entonces Massa se autopostulaba como el “árbitro” de la coalición, el “profesional” que servía de balanza entre las tensiones de Alberto y Cristina Kirchner y que no se metía en la “internita” porque lo suyo era la gestión y el trabajo duro. Esta era una realidad que también reflejaban las encuestas que trabajaba su consultor, el catalán Antoni Gutiérrez Rubí, que mostraban que cuando se preguntaba por los aspectos favorables del tigrense aparecían justamente sus rasgos de conciliador y de político enfocado en su labor.

Una explicación sencilla al cambio de postura podría ser que Massa es una persona más, y que, con la soga al cuello por el difícil rumbo de la economía, tiene ahora menos paciencia que en otro momento. Que vive con la tensión al máximo en su cabeza y que ahora es más fácil hacerlo enojar. Es, de hecho, esta tesis la que sostienen los que tienen diálogo cotidiano con él. Pero también se asoma otra, más de fondo, y más política. Es la que indica que, a meses de las elecciones, nada ni nadie garantiza que el Frente de Todos llegue unido como coalición. Que hay un riesgo de que el armado explote por los aires, y de que cada tribu termine compitiendo por la suya o por medio de una nueva alianza.

Es una vieja idea que flota en la cabeza tanto de albertistas acérrimos, de los que le pidieron en su momento al Presidente que aceptase todas las renuncias de los funcionarios K, como de los kirchneristas que ya no soportan ni escuchar el nombre de Alberto. A estos los avala cierta realidad: Axel Kicillof lidera todas las encuestas sobre la elección bonaerense, un distrito en el cual Cristina Kirchner sigue teniendo un gran caudal de votos propios.

Además, ya mandaron señales en ese sentido. A mitad del año pasado, en una jugada táctica para hacer pesar más los votos en el Senado que controla la vicepresidenta, el bloque peronista se dividió en dos. Uno de ellos, liderado por Juliana Di Tullio, se pasó a llamar Unidad Ciudadana, el mismo nombre bajo el cual CFK había competido por la suya en el 2017. Desde entonces el fantasma de reflotar ese espacio para competir con una lista puramente K da vueltas  en la cabeza de varios. Tal es así que, en plena escalada entre Massa y Alberto, el ministro “Wado” De Pedro tuvo que salir a desmentir la posibilidad de una ruptura dentro del Frente. Todo está frágil en esta trinchera.

Boleta. Lo delicado de la situación se convirtió, en el manual massita, en una moneda de dos caras. Una es la que ya narró esta nota, el peligro a un abismo que se acerca, y la otra es una conclusión política. Es una lógica que empieza a girar por el ministerio del tigrense, y que indica que está “todo tan al límite” que hay una sola posibilidad de que no haya una corrida cambiaria o algo peor al día siguiente de que se anuncien los candidatos -el 24 de junio a última hora cierra el período para inscribir alianzas-: que ese sea, nada más ni nada menos, que Sergio Tomás Massa. Es un giro interesante. Hasta hace muy poco el tigrense juraba que no sólo no quería protagonizar una boleta sino que, sobre todo, su familia no lo dejaba. Lo último ya cambió, o al menos empezó a cambiar. “Sergio sería un gran Presidente”, dijo en la mañana del miércoles 22 Malena Galmarini en una entrevista con Radio Perfil, donde además de dejar ese título se dedicó varios minutos a hablar de los atributos que podrían convertir a su esposo en un “gran” mandatario. Para el final, sin embargo, se guardó una carta. “El tema es que Tomás, nuestro hijo, no quiere”. Antes no quería toda la familia, ahora sólo el hijo. Hay que ver qué pasa en unas semanas.

Sin embargo, todavía Massa no formalizó sus intenciones, mientras que Alberto se resiste a que lo den por descartado y muestra encuestas a quienes lo van a ver que exhiben que está parejo con respecto a otros candidatos. Todavía falta para el cierre de listas, pero algo está claro: se están moviendo los cimientos del Frente de Todos.

 

 

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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