Cristina Kirchner tiene bien definidos los roles de sus principales interlocutores políticos. Si Máximo es su ariete más directo, que carga consigo con el peso y con la responsabilidad de mantener vivo el apellido, Wado de Pedro es para la Vicepresidenta el hombre de los encargos que necesitan trabajo, discreción o, directamente, que requieren que no haya un Kirchner en la sala. Cuando hay que hablar con el campo, con empresarios importantes que siempre miraron de reojo al cristinismo -como Marcos Galperín, Eduardo Elsztain, Pierpaolo Barbieri, Martín Eurenkian o Cristiano Ratazzi-, con la oposición, con la Justicia, con los popes de los medios o incluso con los enviados de países como Estados Unidos, es “Wado” el embajador de CFK. Mejor dicho, es “el Canciller”, apodo que usan varios en ese espacio para referirse a él.
Es tan importante De Pedro para ella que es el único de los 21 ministros con los que mantiene un trato directo y fluido. Es su hombre en el Gabinete y en la Rosada, y es de hecho el despacho de “Wado” el que CFK usa en las raras ocasiones que visita la casa de gobierno. El rol que le otorgó la Vice le calza bien: este fundador de La Cámpora tiene las ideas de esa organización pero unos modos refinados, un humor fresco, un manejo distendido de las conversaciones, una trágica historia personal que sensibiliza hasta al opositor más duro y una deficiencia en el habla que lo hace, como a cualquier buen antihéroe, humano. De Pedro es kirchnerismo duro pero con buenos modales.
GOBIERNO
Por esto es que la líder del espacio insistió en que De Pedro sea parte del Gabinete, aun cuando él, en un principio, no quería. Cuando Alberto Fernández, a fines del 2019, lo convocó para sumarlo al equipo, Wado exigió una sola condición a la hora de ocupar el lugar del ministerio del Interior: que el entonces presidente electo aceptara que él no iba a hablar jamás en público. Aunque no pasó tanto tiempo, en aquel momento a De Pedro le daban pánico los discursos, y el único que lo había podido convencer de hacer lo contrario había sido Néstor Kirchner, una semana antes de su muerte, cuando lo obligó a dar una charla -la primera que hizo como referente político- ante cinco mil productores agropecuarios en Mar del Plata.
Fernández, con cintura, le concedió a De Pedro su pedido de ministro silencioso, pero Elena Lima, la esposa de Wado, no creyó que esa promesa fuera realizable. Por eso, ese día cuando De Pedro volvió a su hogar encontró unos viejos libros de oratoria que su pareja le había dejado preparados en la mesa del comedor. “Y como siempre, tuvo razón ella”, remata De Pedro esa anécdota.
De hecho, cuando Wado habla de “la jefa” no se refiere a CFK. Se notó en el atardecer del miércoles 9 de febrero, cuando interrumpió una reunión por llamada de “la jefa”. No era la Vicepresidenta, que guarda silencio desde que se anunció el acuerdo con el Fondo, sino que es Lima, con quien está casado desde el 2014, para recordarle que para la función de “Petróleo”, una obra canchera que está en el Metropolitan, debían estar diez minutos antes de las 20.
Ambos vienen durmiendo poco por el nacimiento, seis meses atrás, de su segundo hijo, y esa era la primera vez que irían al teatro en cuatro años -la última también fue a instancias de su esposa-. El ministro del Interior cumplió con el horario previsto y llegó puntual. Con una excentricidad: más de uno lo confundió con el actor Esteban Lamothe: con barbijos son casi indistinguibles.
El recuento de ese miércoles, entonces, dio una obra de teatro vista, una pareja satisfecha y cero charlas con el Presidente.
Alberto Fernández volvió aquella madrugada al país luego de una gira internacional por China y Rusia pero -aunque pisó su despacho en la Rosada, apenas un piso arriba del de Wado- no tuvo comunicación ni se vio con su ministro, a diferencia de CFK con la que mantuvo una charla telefónica. Sintomático de cómo quedó esa relación luego de que De Pedro presentó su renuncia, la primera de todas, en la semana de la crisis institucional post PASO. Y eso que De Pedro viene haciendo buena letra para recuperar posiciones.
Es que Wado le insistió duro y parejo a “Maxi”, su amigo, con el que armó La Cámpora década y media atrás, para que no dejara su cargo como jefe de bloque en Diputados. Huérfano de padre y madre, este hombre ve a Cristina como una referencia materna y a Máximo como una suerte de hermano que le dio la política. Es uno de los pocos que, desde ese lugar, le puede decir lo que piensa.
Ese lunes 31, el hijo de CFK todavía no había hablado con el Presidente. De Pedro lo quiso convencer de cambiar de idea: le aseguró que esa movida era un mal cálculo político, que podía ser visto como que sacaba los pies del plato y que eso, a largo plazo, no iba a funcionar. Además, le dijo que no entendía cuál era el camino alternativo que proponía Máximo. Ya se sabe cómo terminó la historia. “Si yo me pasé años armando esto, cómo no voy a ser el primero en intentar cuidarlo”, es una reflexión que suele repetir el ministro.
Y es cierto que el Frente de Todos es creación, en gran parte, del trabajo de hormiga de De Pedro. Desde el 2017 en adelante, fue el encargado de recomponer las relaciones del cristinismo con el resto del peronismo. Si CFK fue la que aceptó ungir a un candidato que no fuera propio, si Máximo fue el que logró establecer un vínculo de cercanía con Massa -que de hecho comenzó, a fines del 2016, en un encuentro entre los tres que primero organizó Wado en su despacho de entonces diputado y luego se empezó a sellar en una comida en su campo en Mercedes-, fue De Pedro el que aceitó una centena de relaciones. Una por una, como le gusta a él, que al igual que Emilio Monzó reivindica la rosca.
A otros hijos de desaparecidos, sus pasados los llevaron a extremar sus posturas. A este hombre, lo volvió más pragmático y componedor.
Pero de aquel momento pasaron cosas, y ahora Wado anda trabajando en el deshielo. A pesar de que De Pedro es el primero en saber el tenor de los comentarios que vierten sobre él en el albertismo -los mismos que le insistieron con firmeza al Presidente, en la crisis post PASO y luego de la carta de MK, que rompiera con el kirchnerismo-, él está embarcado en un raid de eventos junto a los funcionarios de ese grupo en un intento de mostrar unidad. Se reunió y viajó, en varias oportunidades, con Juan Zabaleta, ministro de Desarrollo Social en pie de guerra con el cristinismo, y también con Gabriel Katopodis, de Obras Públicas, a lo que se sumará un viaje con Juan Luis Manzur al día siguiente del cierre de esta edición.
De todos los sucesos que amenazaron el equilibro del Frente, el protagonista de esta tapa saca una conclusión llamativa. Según él, y según los suyos, tanto la crisis post PASO como el desplante de Máximo fueron, a pesar de las heridas ocasionales, saludables para el Frente. “Desde entonces hay más diálogo, desde entonces se trabaja mejor, desde entonces se reforzó la unidad. Cambiemos no tuvo estas diferencias internas, que son saludables, y así les fue”, dicen cerca del ministro, aunque admiten que esta terapia de electroshock puede no ser la mejor a largo plazo. Quizás haber visto tan de cerca al abismo del Gobierno es lo que lleva a De Pedro a mostrarse hoy como si fuera un garante de la estabilidad del oficialismo.
Pero los que tienen despachos a 50 metros del Presidente no coinciden. Los que en algún momento entablaron una relación de afecto con De Pedro dicen que de mínima la renuncia del ministro fue un grosero error político. “Fue un pifie de él, que era un funcionario con proyección y que había logrado mucha confianza con Alberto. Aunque quizás no la convencía, se tendría que haber animado a decirle a CFK que él no tenía que renunciar, que ese era un mal cálculo. Y también fue un error de ella. Ahora su ministro dentro del Gabinete quedó reducido políticamente. Hoy Wado sabe que cometió un error”, cuenta un funcionario de relación diaria con Alberto.
PASADO
CFK lo adoptó a De Pedro casi como un hijo político. Como la madre que Wado nunca pudo tener. Es que los padres del ministro fueron asesinados durante la última dictadura militar.
“A Quique lo mataron. Para mí es tremendo, no lo puedo soportar, era el hombre más hermoso que existía; como pareja era dulce, cariñoso, alegre, y con el Pichu era hermosísimo, lo cuidaba, lo bañaba, le daba de comer y jugaba todo el tiempo con él. El Pichu lo oía llegar y ya se empezaba a reír”. La que escribe es Lucía Révora, oficial montonera del Servicio de Informaciones en Capital, madre del actual ministro. “Quique” es Enrique de Pedro, que hasta que lo asesinaron en abril de 1977 también estaba en Montoneros. Y “Pichu” es “Wado”, que poco tiempo después de la muerte de su padre también se quedaría sin madre. A fines de 1978 un grupo comando entraría a su casa en Flores y la acribillaría a balazos. Wado se salvó sólo porque su madre lo cubrió con su propio cuerpo, en una bañera, de los tiros. Los que lo conocen dicen que fue por ese evento traumático, cuando ya tenía casi dos años, que el funcionario se vio afectado por la disfuncionalidad en el habla.
FUTURO
De Pedro insiste en que lo peor ya pasó. Que si bien hubo una época de “distancia personal” con Fernández, eso quedó atrás entre la ayuda del paso del tiempo y del día a día de la gestión. En diciembre volvió a mantener reuniones mano a mano con él, que arrancó con una en el despacho presidencial y que luego se repitieron durante el debate por el Presupuesto fallido. La votación en el Congreso, donde los gobernadores pesan fuerte con sus diputados, parece ser la oportunidad de Wado para sumar algún voto para el acuerdo con el Fondo y algunos puntos para él. Trabajo espinoso el del ministro: está ayudando a sumar voluntades para un proyecto del cual Máximo ya se sabe lo que piensa.
Pero los que lo tratan a diario a De Pedro lo ven con energías renovadas.
Quizás sea por los cuatro kilos que perdió en el arranque del año gracias a una dieta de ayuno intermitente, o quizás porque es consciente de que lo andan midiendo y que no le va mal. Según “CB Consultora Opinión Pública”, en cinco provincias De Pedro tiene un diferencial de imagen positiva a favor, y suma 32% de aprobación en CABA y 29% en Buenos Aires. Aunque la consultora es privada, en el Gobierno dicen que los que más siguen con atención estos números son los integrantes de La Cámpora, que saben que el ministro -quizás por la sencilla razón de que no lleva un apellido con tanto peso- es su carta más potable.
De hecho, en alguna charla en confianza Wado se sinceró y admitió que, si la oportunidad llega, le gustaría ser Presidente.
Sin Cristina ni Máximo como opciones con posibilidades de atraer a un sector social más moderado, el nombre de Wado empezó a sonar en el cristinismo para el próximo comicio. Conociendo la verticalidad de ese sector, si él se muestra candidateable es que probablemente antes contó con el guiño de sus dos jefes.
El trajín de De Pedro por recomponer la paz social en el Frente sufrió en estos días unas turbulencias. Una nota en Clarín aseguró que se iría al ministerio de Justicia -él que es abogado y que fue Consejero de la Magistratura, lugar que hoy ocupa su hermano de crianza Gerónimo Ustarroz, que en realidad es su primo-, y el dato despertó un tsunami. Hasta el propio Máximo Kirchner levantó el teléfono, con perplejidad y algo de bronca, para averiguar de dónde había salido ese rumor, e incluso se habló del tema en la gira presidencial. Alberto le ordenó a la portavoz del Gobierno, Gabriela Cerruti, que llamara desde el otro lado del charco a De Pedro, para asegurarle que las versiones eran infundadas. “No tienen asidero esos rumores. Con Wado trabajamos muy bien y nos tenemos afecto y respeto, igual que le sucede al Presidente”, dice Cerruti para esta nota. Nadie en el oficialismo se engaña: De Pedro es más que el ministro del Interior, es la representación del socio mayoritario del Gobierno adentro del Gabinete. Si se va sería solamente porque el Frente dejó de existir como tal.
Pero De Pedro dice que el tiempo de “pequeñas miserias” y de “internas” se terminó. Que el 2022 será el año en el que la gestión ayudará a encarrillar el Frente y aplacar los enojos. Que quizás, ahora sí, vuelva a ser “Wadito”, como le decía Alberto Fernández antes de la crisis post PASO. El tiempo dirá.
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