El murciélago de Wuhan trajo muchos replanteos a la hora de comer y dar de comer. Para algunos cocineros fue prácticamente una cachetada que los hizo tomar conciencia de su responsabilidad en el mundo. Esa fue la experiencia para Pablo Abramovsky y Pablo Barman, dos amigos y compañeros que trabajan juntos desde las épocas de Paladar, quizás el primer puertas cerradas que hubo en Buenos Aires. Hoy ambos se consideran flexitarianos, es decir vegetarianos flexibles, que una vez cada tanto se dejan tentar por un asado. Con esta filosofía en mente es que abrieron Puerta, un pequeño bistró donde los vegetales mandan.
La carta está concebida en base a los productos de estación, elaborados con una impronta que combina sabores de Medio Oriente y de Latinoamérica. De las tierras más lejanas llegan platos como el curry de garbanzos con cilantro; la berenjena asada y ahumada con yogurt de coco y suave miel de melón; los coliflores fritos con tahini de maíz; y el falafel con tabuleh de coliflor (una preparación simple y deliciosa que empezó a circular por los restaurantes, y los comensales agradecidos).
La influencia latinoamericana, tan rica y amplia en lo culinario, se agradece especialmente. Hay coxinhas como en la playa de Brasil (de apionabo con salsa de ají amarillo y tomates quemados); mbeyu como en Paraguay o en nuestro querido litoral, hecho de mandioca y brócoli; y tacos como en México, rellenos de gírgolas, morrones asados y queso de cajú. La argentinidad dice presente con una versión de nuestra querida milanesa, la girgolanesa, un verdadero manjar.
Los postres también son sabrosos y no frustran: creme brûleé de maracuyá, torta húmeda de chocolate, y torta de coco y banana (vegana). También tienen desayunos y meriendas con tostadas, budines y un riquísimo chipa con semillas de anís.
La ambientación es simple y despojada, aunque la acústica es un problema a resolver. El local está ubicado en una típica esquina porteña, ideal para sentarse a reflexionar sobre este mundo que tanto está cambiando.
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