Catalino

Mientras la comunidad gastronómica reclama la reapertura de restaurantes a través de la campaña en redes No Más #SillasAlRevés, el take away se va adueñando de las calles. El sol primaveral que nos acompañó estas últimas semanas invitó particularmente a salir a buscar los pedidos, poblando las veredas de comensales socialmente distanciados, pero bastante contentos.

Algunos restaurantes lograron adaptarse rápido al cambio. Catalino, por ejemplo, pasó de ser un restaurante a puertas cerradas a abrir el portón de su patio a la calle, logrando que incluso gente del barrio que no sabía que existían, pase diariamente a pedir su almuerzo o a darse un gusto para la merienda. Sus dueñas, las hermanas Raquel y Mariana Tejerina –esta última a cargo de los fuegos– redujeron su carta a unos pocos platos simples y contundentes que pueden comerse con la mano, y sumaron una canilla de gin tonic tirado que hace aún más amena la salida. Los platos figuran en una pizarra y se piden en un mostrador en el patio: choripán de lujo (la mezcla final es elaborada en la carnicería premium Corte); conos con costillas de jabalí con papas provenzal (solo sábados y domingos), o de milanesa de ciervo con papas rejilla; un glorioso sándwich de gírgolas asadas (vegano), un sándwich de queso Halloumi con salsa criolla y alcaparras (vegetariano), y una linda variedad de buñuelos, especialidad de la casa. Para los días más fríos, hay sopas y para la tarde cuernitos, alfajores de maicenas, chipás, y pepas, todo caserísimo. Si llueve, hay tortas fritas.

Las hermanas Tejerina trabajan únicamente con pequeños productores agroecológicos, o sea que todo lo que sale de su cocina tiene detrás un proveedor con nombre y apellido, y un proyecto sustentable que ellas conocen. Su compromiso se hace extensible a los envases que utilizan, hechos en su totalidad con materiales reciclados (un gran tema de la modalidad delivery es la cantidad de plástico que circula).

Cuando lo habiliten, hay estar listo para instalarse en su patio: es una joya porteña.