“Primero hay que saber sufrir, después amar…”, canta Nahuel Carbajo (ex Tegui) parafraseando el tango “Naranjo en flor”, ya que este replica el proceso que les tocó atravesar con la apertura del hoy súper popular Naranjo Bar. Junto a su socio Augusto Mayer (uno de los propietarios de Proper, hoy cerrado, pero con flamante sucursal en Barcelona), empezaron con una idea modesta que fue creciendo en sus cabezas entusiastas, hasta que la pandemia los forzó a volver al origen: un lugar sencillo donde pasar a tomarse un rico vino con una tapa, con pocos platos bien hechos para el almuerzo, y una pequeña proveeduría con productos esenciales de productores de confianza.
La propuesta gira en torno al vino, y su selección representa a la nueva ola de viticultores. Son vinos jóvenes, de perfil fresco, con buena acidez y fruta presente; fáciles de tomar y a precio retail, lo cual democratiza ciertas etiquetas poco accesibles. Rosados orgánicos, tintos biodinámicos, vinos naranjos (macerados con pieles), claretes, pet nats (de método ancestral, levemente burbujentes) y también algunos más clásicos, pero el consejo es salir de la zona de confort.
La comida varía al ritmo de lo que hay en el mercado. Tienen tres platos para el almuerzo: siempre una pesca (probamos una magnífica corvina negra con puré de mango), un plato vegetariano (fresquísimos espárragos y habas a la plancha, con puré de arvejas y huevo mollet) y un plato vegano. Además, siempre hay porchetta de cerdo, pastrón, y hamburguesa de hongos. La cocina cierra a las 4 de la tarde, y a partir de las 5, sólo se sirven raciones para acompañar un vino: aceitunas marinadas, berenjenas en escabeche, caballa en aceite con pan de masa madre, pejerrey en vinagre. Para la tarde, hay café filtrado y pastelería sin gluten.
El resto es sentarse a disfrutar a la sombra del naranjo que hay en su vereda. Lograron lo imposible: que los porteños tomemos sin culpa una copita de vino en el almuerzo, y que nos sentemos a compartir una botella cuando cae el sol. Es tiempo de bajar varios cambios, y saborear lo bueno.
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