Friday 22 de November, 2024

POLíTICA | 22-03-2018 10:21

Mauricio Macri, el feminista menos pensado

Metamorfosis de un “machista aggiornado”. El Operativo Reelección y el libro de Durán Barba sobre la mujer-voto. Las ventajas de discutir el aborto.

Cierto sentido común indicaría que Mauricio es el mismo Macri que le dijo a esta revista diecisiete años atrás:

-En una familia machista, una mujer no tiene otro destino que el de estar educando a sus hijos. Soy un machista modernizado, aggiornado.

Claro que también podría darse por hecho que aquel empresario cuarentón, hijo de papá, bastante noctámbulo, soberbio y de bigotito que recién competía por la conducción de Boca Juniors y alumbraba el sueño lejano de presidir algún día la Argentina vivió lo suficiente para haber madurado desde entonces.

Sin embargo, en el 2014 (hace cuatro años, trece menos que diecisiete), Mauricio Macri sonó fiel a aquellas raíces culturales al polemizar, ya experimentado jefe de Gobierno porteño y precandidato a la Presidencia de la Nación, con los movimientos feministas que cuestionaban el sentido autoritario, patriarcal, del piropo:

-Aquellas que dicen que no, que se ofenden, no les creo nada. No puede haber nada más lindo que un piropo, por más que esté acompañado de una grosería, que te digan qué lindo culo que tenés

Está todo bien.

Hoy, que va por la mitad de su turno presidencial y no “está todo bien” al respecto, Macri se subió a la ola del #NiUnaMenos, el #AbortoLegalSeguro y el multitudinario #8M. Para sorpresa de propios y extraños, habilitó el debate parlamentario sobre la igualdad salarial sin discriminación de géneros, la extensión de las licencias por paternidad y la despenalización de la interrupción del embarazo no deseado, situación que consideró numéricamente “dramática” entre mujeres adolescentes.

Si se quiere, la agenda fem del Presidente implicaría, desde el punto de vista filosófico, un giro heraclitoridiano.

Fue Heráclito de Éfeso, apodado “El Oscuro”, quien planteó, cinco siglos antes de Cristo, el dilema del ser o no ser lo que somos. “En los mismos ríos entramos y no entramos, pues los ríos y nosotros somos y no somos los mismos”.

Sería posible, por otro lado, abordar el neofeminismo macrista desde una provocación romántica en igual dirección que la del pensador griego. En su “Poema 20”, Pablo Neruda se desangró en un memorable “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.

Está bien. Bajemos un cambio. Que las urgencias de “Cambiemos” serán, sin dudas, mucho menos sutiles. En el discurso político y las acciones que este impulsa suelen obrar, con tremenda potencia, las especulaciones oportunistas, los efectismos cínicos, las manipulaciones sofistas, los mohínes pragmáticos y la demagogia.

Por dichas colectoras de la crítica deambula en estos días la desorientación generada, entre propios y extraños, por el disruptivo alumbramiento del “yo progre” de Don Mauricio.

Puertas adentro del PRO, los antiabortistas, que son mayoría, no saben bien de qué disfrazarse y, en nombre de “defender la vida”, llegan a la monstruosidad de proponer el parto anticipado de fetos cincomesinos para darlos en adopción desde la incubadora, lo cual desaconseja hasta el neonatólogo menos entrenado.

En la desperdigada oposición, sobre todo en la centro-izquierda y el kirchnerismo, se encierran en la pelea por la paternidad (¿o maternidad?) de las propuestas lanzadas al debate. Padecen el “Síndrome Alicia Moreau de Justo”. Se trata de un estado de pataleo semejante al de las/los socialistas que durante décadas trataron a Eva Perón poco menos que de “chorra” por haberse “apropiado” de la bandera del voto femenino. Elisa Carrió lo sufrió durante los albores de la Era K, cuando los pingüinos le “birlaron” (y sancionaron) la Asignación Universal por Hijo.

Ya que entramos en apelaciones históricas, repasemos con ojos curiosos el avance de los derechos civiles desde el retorno a la democracia:

1986. Gobierna Raúl Alfonsín. Mitad de mandato (entonces de seis años). La economía se desmorona. Las elecciones parlamentarias del año siguiente se adivinan complicadas. Gran debate nacional: Ley de Divorcio.

2010. Gobierna Cristina Kirchner. Mitad de mandato. El “viento de cola” económico se disipa. El oficialismo tuvo un gran revés en las elecciones parlamentarias del año anterior y necesita revertir la tendencia con miras a la reelección en 2011. Gran debate nacional: Ley de Matrimonio Igualitario.

2018. Gobierna MM. Mitad de mandato. La economía no arranca. El margen de triunfo en las parlamentarias del 2017 no alcanza para garantizar la reelección en el 2019. Gran debate nacional: agenda de género.

Pasemos por alto en esta triple “coincidencia”, para no hilar tan fino, que en el ’86 y en el ’10, como muy pronto, hubo mundiales de fútbol. Sólo consignemos que los políticos suelen atar sus ansiedades electoralistas a los humores futboleros, de por sí muy significativos en nuestra cultura popular.

Volviendo al punto central de este texto, apelar a los derechos sectoriales o de minorías ha servido de sobra para mantener o construir mayorías de diferentes signos partidarios. Por más circunstanciales que estas puedan resultar, su peso se demuestra cada bienio en las urnas.

Ahora la iniciativa corre por cuenta del feminista menos pensado. Macri. “El mejor de todas”.

Macrismo-leninismo. El macrismo, en cuanto artefacto de poder nacional, es un experimento aún en marcha. Su éxito como ascendente fábrica de votos es incuestionable, pero en la Casa Rosada todavía extrañan la sensación de holgura que les permite venir administrando sin sobresaltos la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde hace una década. El poder es más que la condición elemental de ganar elecciones: se consolida y cobra identidad en la capacidad de manejo lograda en el mientras tanto entre una y otra.

El Operativo 2019 está en marcha.

Macri y los suyos saben que el antikirchnerismo, su gran valor simbólico hasta el año pasado, ya no alcanza para ampliar bases de sustentación. Necesita más. En síntesis: logros económicos y agenda propia. A falta de los primeros, déficit que comienza a lastimar la popularidad del Gobierno, la iniciativa política sobre temas que afectan derechos cotidianos y demandas “culturales” de los ciudadanos adquiere una relevancia crucial.

A diferencia de la oposición (más que nada la peronista, un hormiguero recién pateado), el oficialismo goza de una ventaja cuya eternidad nadie garantiza: un montón de dirigentes y cuadros alineados y bien vistos. El Presidente aprovechó el #8M para exhibirse bendito entre todas las mujeres que se destacan en dicho team: María Eugenia, Lilita, Gabriela, Carolina, Patricia, Margarita…, sin dejar afuera, por supuesto, a la fiel Juliana y la tierna Antonia, que desbordan delicadeza y emotividad en la foto. No se trata de feministas clásicas ni, mucho menos, de abortistas consagradas (en algunos casos son, más bien, todo lo contrario). Ofician de “apóstolas” de un líder capaz de hablar, con eventual destino de ley, incluso de aquello que rechaza.

Está bien. Bajemos un cambio. Muchos dirán: ¿de qué “progresismo” hablamos? ¿Este Mauricio abierto y humanista no es el mismo Macri que abrazó al policía Luis Chocobar un mes antes de inaugurar el temario femenil en el Congreso? ¿Acaso no encabeza el mismo Gobierno que dejó rodar en las horas previas al 1 de marzo la idea de tarifar el acceso de inmigrantes a los hospitales nacionales?

Quienes supongan que uno y otro temario responden a meras contradicciones ideológicas surgidas del descaro, tal vez estén demasiado encerrados en entender la política desde compartimentos estancos propios del siglo XX. Hay un amplio espectro de la oposición que parece contentarse con haber “descubierto” que el macrismo representa una “nueva derecha neoliberal”. Y que con denunciar semejante tropelía (es decir, con marcar la diferencia) basta y sobra. Su pensamiento se limita al cliché. A la consigna sin argumentos. Más efectistas o menos felices, expresiones como “vos sos la dictadura” o “Macri gato” o el más viralizado “Mauricio Macri la puta que te parió” marcan el nivel actual de la crítica masiva, que, en todo caso, ha pasado de lo infantil a lo adolescente. (Cuidado: el Gobierno debería tener en cuenta que lo inmaduro un día madura; y madura más rápido cuanto más tardan en llegar las soluciones de fondo).

La maquinaria macrista (tan hija del “que se vayan todos” como el kirchnerismo) se ha ido construyendo en la mantención y aumento de los planes sociales, en el “gradualismo” del ajuste, en la necesidad de pactar con gobernadores y en un zigzagueante dialoguismo parlamentario. Amén, claro, de una alianza fuerte con el sector financiero, los grandes medios, la crema de la Justicia Federal y buena parte del sindicalismo aristocrático. Todo ello, todo, merece un por ahora. En la lucha por el poder, como en la vida, nada es para siempre. Tanto quienes acusan al Gobierno de ser “la derecha” cuanto quienes, desde la ortodoxia, lo tildan de “populista culposo” sólo van logrando regalarle a Macri una cómoda posición política en el centro moderado, pese a su enorme responsabilidad en la instalación de la “grieta” como modo de discutir todo sin discutir nada.

El relato macrista surge de las encuestas. Así de fácil. Dime lo que quieres y te lo prometeré. Lo esencial es un lenguaje llano, de pocas palabras, anclado a lo cotidiano, pacificador a lo Buda y entusiasta salvador del ego, tipo evangelista. Posmodernismo puro. No es casual que su principal gurú sea Jaime Durán Barba. Un marxista amigado con el mercado. Un agudísimo observador de las tendencias y los imaginarios sociales en el arranque de este siglo. Un intelectual que no busca transformaciones radicales, sino ganar elecciones. Las del coqueto Macri o las del socialista post correísta Lenin Moreno. En la bolsa del macrismo-leninismo caben la discusión del aborto y la igualdad salarial entre géneros junto a una melosa reivindicación de la mano dura. Las ideas surgen del laboratorio:

Seis de cada diez personas están a favor de la legalización del aborto. Pasan a ser siete de cada diez si la pregunta se formula a partir de “la libertad de la mujer para elegir”.

Más de la mitad de las personas está a favor del endurecimiento de la persecución del delito (y crecen los partidarios de la pena de muerte para delitos graves seguidos de homicidio).

Ambas demandas atraviesan estratos sociales y preferencias electorales, y se superponen en distintas franjas de todos ellos. El macrismo recoge los dos guantes.

“Siempre medimos todo y se discute todo. Sobre el aborto hay un reclamo popular y era inevitable tomar el tema. Nunca, ni siquiera durante el kirchnerismo, tuvo la incidencia que tiene ahora. El tema surgió de la sociedad. Es secundario que dentro de la mesa chica del Presidente no estén de acuerdo. Hay libertad de debatir y el eje del debate es la libertad de elegir. Nadie podría imponer esta agenda si no estuviera en la cabeza de la gente”, desliza un integrante del equipo duranbarbista. De paso, la fuente recuerda que, hace dos años, María Eugenia Vidal había señalado en una entrevista radial:

-Se debería decidir con libertad de conciencia sobre el aborto. Ninguna mujer va contenta a hacerse un aborto. Es traumático y no hay que criminalizarlas. Incluso pensando que hay que despenalizar el aborto, ninguna mujer iría contenta a hacerse uno.

El tema no prendió. Fue desalentado desde el Poder Ejecutivo Nacional. Estaba demasiado fresca una pelea con el Papa. Días antes del ballottage del 2015, Durán Barba había dicho que Francisco “no suma ni diez votos” antes de rematar: “Quien quiera abortar que aborte”. El episodio forzó a que Macri, recién triunfante pero débil, fijara posición: “Siento un profundo respeto y admiración por el Papa Francisco y en lo personal, estoy a favor de la vida”.

Hoy es otra cosa. El macrismo decidió ampliar horizontes en el electorado y apurar el paso al 19. La discusión sobre tan delicado asunto ya es oficial. Durán Barba escribe largo y tendido en el diario Perfil al respecto. Nadie le retruca. Ni siquiera los opositores que, descolocados, descubren que piensa como ellos. El ecuatoriano está chocho. Sus encuestas y un libro de su autoría, “Mujer, sexualidad, internet y política” (ver aparte), convencieron a Macri de que su “lado femenino” debía aflorar.

Pecados liberales. Imaginen los lectores si, hace cinco años, alguien les caía con la predicción de que hoy tendríamos un Papa argentino, Macri gobernaría el país y sería el promotor del debate sobre la despenalización del aborto… Pues bien: así estamos. La Argentina es el arte de lo imprevisible. Tanto, que el baldazo de agua fría paralizó más a los legisladores oficialistas que a la propia Iglesia. Y eso que los señores de sotanas están que arden, cada día más (ver aparte).

De repente, la posición que más ha crecido entre la tropa PRO es el “no sabe/no contesta”. En la conducción del bloque están convencidos de que la ola de “neutralidad” no sería más que “un cagazo generalizado al lobby abortista”. De hecho, el activismo respectivo circula con paso firme por los pasillos del Congreso, se manifiesta en las calles y, sobre todo y con furia, en las redes sociales. Temen escraches desde ese lado y, por el otro, “la ira de Carrió”. Quieren legislar tranquilos. Muchos buscarán renovar las bancas en sus distritos el año que viene. Hay confusión sobre qué hacer. “Llueven proyectos”, dicen. “Cualquiera de nosotros puede aparecer firmando cualquier cosa sin consentimiento, hay que andar con cuatro ojos”, comentan. “Nos metieron en un quilombo bárbaro”, se sinceran.

Por el lado del peronismo, más que nada en su versión K, las aguas no están menos turbulentas. “Cristina en contra, como siempre; Máximo a favor, ahora; muchos que están a favor putean porque Macri nos corre por izquierda, se la servimos en bandeja; otros se quedan en que esto es una cortina de humo para no hablar de la pobreza y los temas calientes de verdad”, repasa una diputada del FpV. Su compañera Juliana Di Tullio escribió en la revista digital Anfibia, en tono de confesión angustiada: “Cuando fui Presidenta del bloque mayoritario del partido de Gobierno, hablé con Cristina.

Todos y todas sabíamos cuál era su posición al respecto: estaba en contra del aborto. Le pregunté si de aprobarse usaría su facultad constitucional de vetar dicha ley. Su respuesta fue categórica: No. Sabía lo difícil que sería, sin la ayuda del Poder Ejecutivo: más de la mitad del bloque estaba en contra. Fue mi decisión no poner el proyecto en el recinto para no perder, no quería perder, no podíamos perder ese tema en el recinto. Hubiese significado un retroceso de 50 años. Menos aún podía soslayar que había asumido en el Vaticano un Papa argentino y que en ese momento había una especie de rebrote católico y de orgullo nacional. Además, faltaba lo que hoy sí existe: movilización en la calle y debate público instalado en los medios”.

El Gobierno de “la derecha” confunde a los suyos y “corre por izquierda” a quienes a su turno (tan combativos y con mucho más poder) se quedaron en el molde… En el río revuelto, que ya no es el mismo, gana Macri. “El mejor de todas”. La política tapa la economía. La táctica sigue sepultando a la estrategia. Necesitamos más derechos, quién lo duda. Pero también un país donde ejercerlos.

Está bien. Bajemos un cambio…

* JEFE de Redacción de NOTICIAS.

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