El miércoles 4 de septiembre, el presidente Mauricio Macri habló frente a los hombres y mujeres de negocios más importantes del país en el encuentro anual de la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Mientras daba su discurso tuvo una única interrupción. Ocurrió cuando contaba que, tras el mal resultado electoral de las PASO y la renuncia de Nicolás Dujovne, Hernán Lacunza era el nuevo ministro de Hacienda. En ese momento, el salón del hotel Sheraton de Retiro se fundió en un aplauso. Paolo Rocca, el CEO de Techint y el hombre más rico de Argentina, estaba sentado en la misma mesa que Lacunza y mientras aplaudía, lo miraba.
Junto al ministro estaban Luis Pagani, de Arcor; Héctor Magnetto, Telecom-Clarín-Cablevisión; Alfredo Coto, de Coto; Sebastián Bagó, de los laboratorios Bagó y Cristiano Rattazzi, de Fiat, entre otros. Era la cúpula del círculo rojo, que le daba la bienvenida al flamante ministro, que 15 días atrás estaba en el Cerro Bayo, en Neuquén esquiando con su esposa, Silvina (49), y sus dos hijos Gonzalo (19) y Agustina (22). Había ido el viernes 16 e iba a regresar el lunes 19.
Eran cuatro días de descanso. Pero el sábado recibió un llamado de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, que estaba en Olivos discutiendo con Macri, Horacio Rodríguez Larreta y Marcos Peña los cambios en el Gabinete. Vidal, enfrentada con Peña, estaba dispuesta a entregar a su propio ministro de Economía para recortar el poder del jefe de ministros. Con Dujovne acorralado, Vidal y Larreta propusieron a Lacunza y Macri aceptó.
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En ese instante la gobernadora llamó al ministro y le contó lo que estaba sucediendo. Lacunza no podía decir que no. Una vez que aceptó, Vidal le dijo: “Te paso con Mauricio”. Macri agregó dos acotaciones: le dijo que lo necesitaba en Buenos Aires y le pidió que regresara. Así fue como su fin de semana largo de cuatro días se acortó a dos. Vive con su familia en una casa en Nordelta, en Tigre, pero cuando empezó a trabajar como ministro de la provincia de Buenos Aires alquiló un departamento en la Ciudad de Buenos Aires para ir a dormir los días que termina tarde. Hoy lo sigue usando. Por ejemplo, cuando tomó las riendas de Hacienda estuvo 5 días sin ir a su casa. Por lo menos lo ven cuando sale en televisión.
Historia. Lacunza viene de una familia de clase media porteña y se crió en el barrio de Belgrano. Cursó la primaria y la secundaria en el colegio San Román, el mismo al que fue el músico Luis Alberto “El Flaco” Spinetta y el resto de los integrantes de su grupo, Almendra. Allí también estudió su hermano Sebastián, periodista y último director del diario Buenos Aires Herald.
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En 1989, Jorge Roberto Hernán Lacunza ingresó a la facultad de Ciencias Económicas de la UBA para estudiar la carrera de Licenciatura en Economía. Para ese entonces, ya estaba de novio con su actual esposa, una Licenciada en Letras y profesora de Educación Física que lo volvió fanático de los músicos Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat. Pero en 1990 tuvieron un impasse y él aprovechó la distancia para viajar por el país durante ocho meses con su mejor amigo, Teodoro Lazo, quien estuvo entre el público el lunes 19 de agosto cuando juró como ministro. Junto a Lazo recorrió casi todas las provincias argentinas y trabajó en distintos lugares para costear el viaje.
Pasaron por Río Negro, donde cosecharon peras y manzanas en la zona del Alto Valle, y luego siguieron hasta Ingeniero Jacobacci, donde viajaron en la trochita, un típico tren que recorre la estepa patagónica. La ruta siguió por Chubut y Santa Cruz, donde trabajaron en la cosecha de cereza, en Los Antiguos. En ese momento las comunicaciones no eran tan fluidas como ahora y las llamadas de larga distancia eran caras, por lo que resolvieron la comunicación con su familia a través de cassettes TDK que grababan y mandaban vía correo postal. Una de esas cintas fue enviada desde Río Gallegos. “Acá hay un intendente que parece que es muy querido”, relató Hernán a sus padres Marta y Jorge, que aún hoy conservan esas grabaciones. Hablaba de Néstor Kirchner, quien había asumido en 1987 como intendente y en 1991 se convertiría en gobernador de la provincia. También visitó Mendoza, Salta, Jujuy, Misiones, Córdoba y Santa Fe. En la mayoría de esos lugares dormían en carpa y se bañaban poco.
Tras recibirse de licenciado en Economía, Lacunza comenzó a trabajar en el sector privado y en 1997 cursó un posgrado en la Universidad Torcuato Di Tella. En 2002 ingresó a la función pública de la mano de Martín Redrado. Primero en la Cancillería, bajo la presidencia de Eduardo Duhalde, cuando se hizo cargo del Centro de Economía Internacional. Y durante el kirchnerismo, en el Banco Central, donde ingresó como economista jefe y luego pasó a ser gerente general.
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En el célebre conflicto entre Redrado y Cristina Kirchner, en el que el entonces presidente del Central se atrincheró en su despacho y se negaba a acatar un DNU de CFK para pagar deuda con las reservas, Lacunza también recibió un coletazo: tras la salida de Redrado, él también se fue. En esa etapa de su vida tuvo un breve paso por la actividad privada: fundó una consultora junto a Pedro Rabasa llamada Empiria.
Durante esos años, fue parte del equipo económico de Sergio Massa, hasta que en 2013, Rogelio Frigerio lo convocó para ser gerente general del Banco Ciudad. Ese fue su primer acercamiento al PRO. La campaña de 2015 la hizo al lado de Vidal y cuando ganó la elección, la gobernadora lo llevó al Ministerio de Economía de la provincia. Y él llevó a Rabasa a su equipo. También convocó a Sebastián Katz, a quien él se refiere como uno de los economistas más brillantes de su generación. Katz es hoy secretario de Política Económica en el Ministerio de Hacienda. En 2003 trabajó en el equipo de Roberto Lavagna cuando este era ministro de Economía de Néstor Kirchner.
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Medidas. Lavagna fue uno de los candidatos a presidente que apoyó las medidas que tomó Lacunza apenas asumió. Entre ellas, estuvo la extensión del vencimiento para los títulos de corto plazo en pesos y dólares, como las letes (dólares) y las lecaps (pesos), solo para inversores institucionales. Esto llevó a que Argentina fuera calificada en estado de default por un día.
Las medidas, en su concepción, fueron para contener la fuga de dólares que se iban al exterior o salían del sistema bancario hacia cajas de seguridad o colchones de pequeños ahorristas. Cuando Lacunza llegó y vio los números del sistema financiero argentino se encontró con que los depósitos bancarios estaban bajando. Los ahorristas temían por sus dólares.
A esto se le sumaba el alto endeudamiento externo y los números finos en las reservas del Banco Central, que todavía no cuentan con el desembolso del FMI de 5.400 millones de dólares. El panorama lo obligó a tomar esas medidas para frenar la hemorragia de dólares, pero con la premisa de no intervenir en el mercado de cambios. La premisa duró tres días.
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Sobre el fin de semana del 31 de agosto y 1° de septiembre comenzó a crecer la psicosis alrededor del fantasma de 2001 y el corralito. Las medidas no generaban confianza y se preveía un aluvión de ahorristas ese lunes en los bancos para sacar sus dólares. El domingo se anunció el cepo para las compras superiores a los 10.000 dólares y ahí nació una de las críticas más fuertes a las medidas del Lacunza: se defaulteó la deuda de corto plazo en dólares (letes), para evitar intervenir en el mercado de cambios, pero en tres días se dio marcha atrás y se puso un cepo cambiario. ¿No era más fácil poner el cepo desde un principio? El Gobierno había llegado al poder con fuertes críticas al cepo del kirchnerismo y lo levantó apenas asumió. Era su bandera frente a los inversores extranjeros. Volver al cepo significa el fracaso de una política y por eso, lo estiraron todo lo que pudieron. En el Gobierno hay quienes celebran que Macri haya claudicado en este tema, porque si se resistía a aplicar las restricciones las consecuencias podrían haber sido peores.
Otra crítica sobre las medidas de Lacunza tuvo que ver con haber defaulteado las deudas de corto plazo en pesos (lecaps). ¿Por qué se deja de pagar deuda en pesos si Argentina tiene la máquina de hacer pesos? El temor es siempre el mismo: que esos bancos cobren esos pesos y de inmediato compren dólares.
En el universo de Alberto Fernández afirman que el tema se podría haber resuelto de otra manera: “Esto no era muy difícil, si llamabas a los bancos y les decías ‘oíme, si no renovás las letes y las lecaps, te mando a la AFIP y a la Superintendencia de Entidades Financieras para que te auditen’, listo, te ahorrabas defaultear”. Pragmatismo peronista.
Rivales. Los intendentes del PJ de la provincia no tienen el mejor recuerdo de Lacunza. “Prácticamente no tuvimos relación con él, no nos ayudó en nada mientras que a distritos oficialistas, como Mar del Plata, le hacía giros discrecionales hasta para pagar sueldos”, se queja uno de ellos ante NOTICIAS. En los últimos días, incluso se sorprendieron cuando vieron al ministro saltar de un canal de televisión a otro, tras la incorporación al Gabinete nacional. Lo consideraban “el ministro mudo” de Vidal, un funcionario técnico “sin cintura política”. Y ahora no pueden creer cómo levantó el perfil. “Lacunza va a ser recordado como el ministro que más endeudó la provincia a un ritmo de 1.000 millones de dólares al año”, sentencia un jefe comunal del Conurbano.
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Otro de los detractores públicos de Lacunza fue Roberto Baradel, con quien compartió cuatro veces la conflictiva mesa de negociación paritaria de los docentes de la provincia. La peor fue en 2018. El conflicto tardó 19 reuniones en resolverse y derivó en 30 días de paro. “Lacunza no se inmutó en decir que durante 19 reuniones nos había hecho casi 19 propuestas, pero no era verdad. Había hecho una propuesta, a lo sumo dos”, recuerda el sindicalista en diálogo con NOTICIAS. Durante esas tensas semanas, en las que los gremios docentes denunciaron un intento de la Provincia de hacerlos firmar una paritaria “a la baja”, el ministro no le atendía el teléfono a Baradel.
“Teníamos un trato respetuoso, pero solamente hablábamos cuando tenía autorización para la negociación. Si no, tenía el teléfono cerrado”, dice el titular de Suteba. A Lacunza le reconoce la “prudencia” de no haberse sumado a la campaña de difamación en su contra que sí le endilga a Vidal y otros de sus ministros clave, como el titular de Trabajo, Marcelo Villegas. Y le critica haber “endeudado la provincia en dólares” y haber aplicado, “a rajatabla, cada una de las políticas de ajuste del Gobierno nacional”. “Lacunza solamente se mostraba razonable cuando lo autorizaron a ir a una negociación con nosotros, como ocurrió este año”, agrega Baradel, referente del sector gremial de la provincia.
En La Plata, el ministro es visto como un aplicado alumno de la Casa Rosada y la gobernadora. “El tipo vino a bajar los números y cuidar la caja”, dice un hombre de la provincia que fue testigo de las agitadas discusiones por los gastos. Con esa tarea, el economista defendía hasta las últimas consecuencias los bajos porcentajes ofrecidos a docentes, estatales y profesionales de la salud en cada discusión salarial. “Sus planillas tenían que mostrar la reducción de gastos y, para eso, no tenía problemas de recortar en cualquier sector de la administración”, recuerdan.
Uno de los funcionarios con los que más se cruzó fue el titular de la agencia de recaudación de la provincia, ARBA, Gastón Fossati, con quien compartía el Gabinete económico. El espacio, que integraban también representantes del Banco Provincia, había sido conformado por Vidal con el objetivo de discutir medidas para paliar la crisis económica.
“Cada dependencia llevaba a esa mesas sus propuestas. ARBA solía proponer medidas para bajar la carga tributaria, sobre todo en pymes y en contribuyentes, pero en pos de cuidar la caja, la mayoría de esas propuestas eran bajadas por Economía”, cuenta a NOTICIAS un conocedor del área económica de Vidal. La gobernadora escuchaba todas las ideas y en algunas ocasiones, decidía avanzar sin la “bendición” del ministro.
Otro tema que aumentaba la tensión entre el recaudador y el ministro era el porcentaje de incentivo a pagar a los empleados de la agencia, una cifra que tenían que sentarse a negociar cada año en base a las metas de recaudación fijadas. “Desde el inicio de la gestión, la intención de Lacunza fue eliminarlo, por eso siempre había una disputa”, recuerdan en la Gobernación.
La tensa relación entre Fossati y Lacunza se dio desde el comienzo de la gestión, porque el recaudador no es un hombre de Lacunza, sino de Federico Salvai, el jefe de Gabinete de Vidal. Lacunza hubiera preferido a alguien de su confianza.
Desafío. Lacunza desembarcó en el gabinete en el peor momento económico del país. Podrá ser recordado como el hombre que acomodó las variables económicas o como el capitan de un barco a la deriva que va camino a colisionar con un iceberg. Llegó de la mano de Vidal y en detrimento de Marcos Peña, quien también mira con atención sus apariciones en los medios. Durante estas últimas semanas, se convirtió en la figurita preferida del Gobierno y del establishment, que hasta hace muy poco celebraba y aplaudía a Miguel Ángel Pichetto.
La relación con Peña no es mala, pero este tampoco tiene la misma gravitación que tuvo durante la gestión de Dujovne. Se conocen de jugar al fútbol en la Quinta presidencial de Olivos. Peña es habilidoso y generalmente ocupa un lugar del mediocampo hacia adelante. Lacunza suele jugar de la mitad para atrás y se siente más cómodo como defensor. Aquellos partidos sirvieron para reforzar el vínculo a pesar de estar en equipos diferentes. Hoy les toca jugar en mismo equipo.
por Rodis Recalt, Daniela Gian
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