Una pandemia global; las repercusiones de una guerra; crisis económica y política, desplazamientos. Las noticias invaden, recorren, se introducen en la vida y en la psiquisde millones de personas para conformar una concepción del mundo, quizá, mucho peor de lo que realmente es. Sin embar embargo, hay una tendencia, a no poder abstraerse ab e de consumir esos malos presagios en forma de titulares, programas de radio, portales, y redes sociales: el Doomscrolling, una combinación de los términos en inglés "doom" (desastre, fatalidad) y "scrollen" (desplazamiento en una página web o aplicación) es el concepto que define a la adicción por consumir en forma problemática información negativa.
Para conocer más sobre los alcances y posibles causas, NOTICIAS consultó a especialistas en neurología, psicología y medios. ¿Cómo repercute en nuestro cerebro esa información incesante?
NEURO-NOTICIAS
Según las investigaciones neurocientíficas, nuestro cerebro tiene una tendencia a la negatividad. “Los estímulos negativos producen más actividad neuronal que los positivos. Las respuestas a las amenazas son más rápidas e intensas que las que proporcionan las oportunidades y placeres”, dice el neurólogo Claudio Waisburg, director del Instituto SOMA,
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y agrega: “Los sucesos negativos se guardan en la memoria a largo plazo de forma inmediata, mientras que los acontecimientos positivos requieren que pensemos en ellos de una manera activa durante un tiempo estimado de 5 a 20 segundos.”
“Una noticia negativa, nos lleva directamente a una alerta, una amenaza, se elevan nuestra epinefrina (adrenalina) y norepinefrina (hormonas y neurotransmisores de respuesta) y es posible que sintamos el control del conocimiento que nos genera esa situación y que eso, sea en parte la fuente del placer”. Explica el neurólogo Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires.
En la medida que esta situación se repita, comienza el agotamiento, la irritabilidad, la serotonina sube y baja, y se eleva el cortisol, una hormona muy vinculada al estrés. “La adicción a las malas noticias, con sus diferentes niveles de intensidad, puede llegar a ser discapacitante”, advierte.
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En el peor momento de la pandemia, se comprobaron dos actitudes contrapuestas: algunas personas desmentían lo peligroso del virus y otras se sometían al miedo y consumían noticias con la idea de no perder información que le resultara útil para prevenir y defenderse. Este último grupo se podría considerar que estaba bajo los efectos de una adicción, una estrategia ilusoria de encontrar argumentos que lo alivien de la sensación de ansiedad y angustia.
La adicción a las noticias negativas como defensa, dice el psicoanalista Enrique Novelli, ilusorio intento de encontrar respuestas a lo incomprensible, y el miedo a desconocer alguna información, está vinculado con el sentimiento de pérdida. “Y toda perdida, resulta un inconveniente porque los intentos por recuperar lo perdido, sume al sujeto a un trabajo psíquico de cierta importancia” concluye.
SABER O NO SABER
El tercer actor escogido, con un rol activo frente a la adicción a las malas noticias, son los medios, su tratamiento en la información, elección de palabras o conceptos. Para Santiago Marino, Doctor en Ciencias Sociales y especialista en Medios no hay un lenguaje o una técnica para resaltar lo malo, hay una técnica para llamar la atención. Considera además que las personas tienden a interesarse por cuestiones claves, atractivas o peculiares para su vida cotidiana. “En 2001, el atentado a las torres gemelas fue quizá el último gran acontecimiento por el cual en Argentina hubo ediciones especiales de los diarios y eso generó muchas ventas, pero no tuvo que ver con una visión apocalíptica, sino con dar cuenta del relato de una situación muy compleja a nivel global”.
“Diversos estudios realizados por Esteban Zunino, director del Observatorio de Medios mc de la Universidad Nacional de Cuyo, demostraron que las noticias con valoraciones explícitas, en particular si la valencia es negativa, suelen ocupar lugares más destacados en las coberturas.”. dice Natalia Aruguete , doctora en Ciencias Sociales, investigadora del Conicet y de la Universidad Nacional de Quilmes. Autora de los libros: “El poder de la Agenda” y “El delito televisado”. “Sin embargo”, aclara, “no hay consenso acerca de que las noticias negativas sean las más leídas”.
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Con respecto al tratamiento y el lenguaje elegido, Aruguete considera que en las noticias subyace una perspectiva y un estilo llamado “espectáculo político”. Y que dentro de las convenciones periodísticas se fue instalando cada vez con más fuerza una tendencia irresistible a enfocarse en los actores más que en sus acciones, sin importar los contextos que dan lugar a esas acciones. “Hay una especie de urgencia por meterse en la vida privada de celebridades y poner énfasis en actuaciones heroicas o escandalosas. Eso requiere ignorar cuestiones estructurales para presentar un “encuadre episódico”, que se detiene en la foto y olvida la película, “deshistoriza” y niega los contextos”.
Los extremos nunca ayudan. Estar informados y atentos, pero con la posibilidad de reflexionar sobre la real magnitud de los problemas, nos permite actuar sin exageraciones.
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