En tiempos de pantallas infinitas y algoritmos que dictan qué mirar, sorprende (y a la vez inspira) ver a ciertas celebridades elegir un libro como compañero de escena. Modelos, actores, músicos e influencers se muestran hoy con un ejemplar entre las manos, reivindicando el placer íntimo de la lectura. Y en ese gesto hay algo más: cada foto o recomendación que postean tiene un efecto multiplicador, porque terminan influyendo en miles de seguidores que, quizás, se animan a descubrir un autor o un género.
Lecturas internacionales
En el universo de las celebridades internacionales, hace rato que los libros dejaron de ser un objeto privado para transformarse en parte de la imagen pública. La cantante Rosalía, por ejemplo, sorprendió a sus fans al dejar entrever en redes su biblioteca: un ejemplar de “On Earth We’re Briefly Gorgeous” (“En la Tierra somos fugazmente grandiosos”) del escritor vietnamita Ocean Vuong, alcanzó para que miles de seguidores se lanzaran a identificar el título y a recomendarlo, como si fuera un guiño de complicidad con la artista.

Algo similar ocurre con Sarah Jessica Parker, que hace años convirtió su pasión por la lectura en parte de su identidad pública. La actriz de “Sex and the City” nunca sale de casa sin un ejemplar en la cartera y fue jurado del Booker Prize 2025, donde confesó haber llegado a leer hasta dos libros por día. Su presencia en librerías independientes de Nueva York cargando pilas de novelas consolidó esa faceta que va más allá de la labor escritora de Carrie Bradshaw, su personaje más icónico.

Dua Lipa llevó esta tendencia un paso más allá: de mostrarse leyendo en aeropuertos o camarines -entre sus fotos más comentadas estuvo la de “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez- pasó a crear en 2022 el “Service95 Book Club”, un espacio mensual donde recomienda títulos, comparte entrevistas con autores y hasta playlists temáticas. La cantante, que ya había lanzado una newsletter cultural y tiene su propio podcast, se convirtió así en curadora literaria para millones de seguidores que descubren autores gracias a sus selecciones.

Las actrices Natalie Portman y Lena Dunham, cada una con su estilo, también multiplican el fenómeno. La primera, desde un perfil más clásico, recomendando ensayos y ficciones feministas en entrevistas y redes; la segunda, desde la ironía y la cultura pop, generando diálogos en su comunidad digital en torno a los libros que la acompañan. Lo interesante es que estos gestos individuales también se amplificaron hasta llegar a la creación de verdaderos clubes de lectura con repercusión global.

Y si hay alguien que es pionera en la materia, es Reese Witherspoon: su “Reese’s Book Club”, nacido en 2017, elige cada mes novelas con protagonistas femeninas y se volvió una máquina de generar bestsellers, al punto de haber disparado las ventas de varios títulos. Por su parte, Dakota Johnson se sumó a la tendencia en 2024 con “TeaTime Book Club”, un proyecto de su productora que combina lecturas con playlists y contexto artístico para que la experiencia sea más inmersiva.

Mercado local
En Argentina la tendencia también encontró sus referentes. Pía Slapka, modelo y conductora, convirtió su pasión por los libros en un proyecto propio: “La biblioteca de Pía”, un espacio virtual donde comparte lecturas, organiza sorteos y hasta vende ejemplares que recomienda. Su cuenta funciona como un club de lectura informal, donde los seguidores no solo leen lo que ella propone, sino que además comentan y se contagian el entusiasmo lector. Julieta Ortega también suele mostrar sus lecturas en redes, con títulos que van de la narrativa contemporánea a ensayos de género y política, siempre con un tono personal y cercano que genera identificación.

Gonzalo Heredia es un caso aparte: empezó compartiendo lo que leía en sus tiempos libres y terminó escribiendo sus propios libros, consolidándose como autor con varias novelas publicadas. Su doble rol de lector y escritor lo convirtió en un puente interesante entre el mundo del espectáculo y el ámbito literario. Más inesperada fue la declaración de Cazzu, la trapera argentina, que en una entrevista con Vogue confesó que suele leer hasta tres libros al mismo tiempo. Esa imagen de una artista urbana, asociada a la inmediatez del streaming y la cultura digital, multiplicó los comentarios de sorpresa y admiración y le sumó una dimensión distinta a su figura pública.

En todos estos casos, lo que aparece no es solo el gusto personal de cada celebridad, sino el eco que generan en su comunidad. Cada recomendación, cada foto y cada mención funciona como un disparador de consumo cultural. Lo que leen termina en la lista de deseos de miles de seguidores. Y ese efecto tiene el potencial de traducirse en algo que escasea estos días en el mercado editorial: ventas que se disparan de la noche a la mañana.
Como explica Valeria Fernández Naya, Directora de Marketing y Comunicación de Penguin Random House: “En Penguin tenemos la misión de conectar libros con lectores. Cuantos más seamos los que contagiamos esa pasión (que además es un hábito saludable, que nos nutre, nos protege y nos ayuda a pensar y comprender mejor el mundo que habitamos), mejor. Las personas con exposición pública e influencers son aliados fundamentales para tender puentes con nuevas audiencias, porque logran amplificar el mensaje y despertar curiosidad. Muchas veces surge de manera orgánica: quien lee y experimenta ese placer y puede recomendar un libro desde la honestidad, es seguramente quien será escuchado”.

A esa mirada se suma Ignacio Iraola, director del Centro Cultural Naesqui y ex director editorial del Grupo Planeta para Argentina, Chile y Uruguay: “Generalmente suma cuando es alguien que tiene que ver con el arte o con la cultura. Si Mercedes Morán o Rafa Ferro muestran, comentan, recomiendan un libro, puede llegar a tener algún tipo de impacto, sobre todo por la visibilidad y credibilidad que tienen. No es lo mismo que lo comente una persona bien referenciada por la cultura que alguien que no tiene nada que ver. También hay periodistas muy conocidos y respetados que, cuando recomiendan, generan movimiento: el caso de María O’Donnell, Ernesto Tenembaum, Sebastián Wainraich o Reynaldo Sietecase. Si, por ejemplo, Sietecase y Tenembaum mencionan un libro en el pase de la radio, generalmente suben las ventas al menos por esa semana", apunta. Además, cuenta que es algo que suele ver en el propio Naesqui, donde muchas veces llega alguien a pedir el libro que recomendó tal o cual figura conocida. "En un momento en el cual los libros no tienen tanta visibilidad, todo espacio nuevo es bienvenido", celebra.
Aunque sin números concretos que reflejen las ventas nacionales, quizás pueda tomarse como ejemplo lo que sucede en el mercado internacional, donde hay datos duros sobre cómo la visibilidad de celebridades mueve la aguja. De hecho, pueden buscarse tan atrás como 1996, año en el que el “efecto Oprah” quedó documentado cuando su primera recomendación hizo que “The Deep End of the Ocean” de Jacquelyn Mitchard (“El fondo del océano”) pasara de 100.000 a 640.000 copias impresas en dos semanas. Varios años más tarde, Reese Witherspoon tomó la posta con impactos medibles: “Where the Crawdads Sing” de Delia Owens (“La chica salvaje” en español) saltó de una tirada inicial de 27.500 ejemplares a más de 1,4 millones de copias vendidas en poco tiempo y hoy supera los 18 millones a escala global.
Está visto que las modas cambian, pero un libro siempre conserva un aura única. Y aunque era un símbolo de intimidad, hoy también puede ser objeto de deseo cultural.
















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