Planificar un viaje por varias ciudades, salir a cenar con amigas, ir al gimnasio y tener una agenda colmada de actividades sociales, recreativas, culturales, está asociado a personas jóvenes, desbordantes de energía. Sin embargo, desde hace unas décadas, tener un plan de vida pleno y, sobre todo, llevarlo a cabo cada vez se da con mayor frecuencia en personas a partir de los 60 años, pues hay un nuevo paradigma en torno a esta franja etaria.
Cuando Liliana cumplió 50 años comenzó una cuenta regresiva, como preso que espera su liberación, comenzó a contar los años que seguiría trabajando hasta lograr su jubilación a los 60. La meta fue a partir de ese momento hacer todo lo que le gustaba y que por su familia y su trabajo había postergado.
Lidia, a los 62 años, asegura que el promedio de vida se extendió y esta prórroga le da la posibilidad de disfrutar. No planificó lo que haría el día de que se jubilara, su único objetivo fue no tener horarios, ni agenda, ni presiones y vivir en libertad. Modificó su estilismo, se dejó las canas y la peluquería ya no es una cita obligada. Modificó su dieta y todas las mañanas cruza con su mat a los bosques de Palermo para hacer yoga con un grupo, el mismo con el que planifica visitar India.
Algunas cifras sobre la población
La población mundial está envejeciendo. Según el Banco Mundial, en 2019, por primera vez en la historia, la cantidad de personas mayores de 65 años en todo el globo superó al total de niños menores de cinco años. El portal de estadísticas Statista revela: “El número de personas mayores de 65 años en el mundo ha ido en aumento en los últimos años y está previsto que esta tendencia continúe al alza en las próximas décadas”.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC) corroboran esta tendencia. De acuerdo con los datos del censo 2010, en el país la cantidad de habitantes entre 60 y 69 era el 7.26% de la población. De acuerdo con el censo de 2022 es de 7.94% y se proyecta para 2033 un valor de 8.41%. Por lo tanto, Argentina no escapa a la tendencia mundial, la sociedad será cada vez más longeva y ya se advierte cómo quienes peinan canas se preparan para planificar esta etapa de la vida.
La revolución de las canas
Adriana, de 67 años, siempre supo que el día que colgara el estetoscopio empezaría lo mejor. Se divorció a los 42 años y la enfermería le permitió sostener la economía de su hogar. En cada guardia de 24 horas que realizaba sentía que eran los tramos finales del sacrificio. Le anticipó a sus hijos que el día que le llegara la notificación del IPS empezaba una nueva etapa. Le suele tomar la presión a algún vecino por solidaridad, pero desde que se jubiló no tiene tiempo. Recorrió Argentina, fue a Brasil con sus amigas, tiene un abono en un gimnasio y todos los fines de semana hay un plan. Es abuela, pero no cuida a sus nietos, sus actividades son impostergables.
Luisa Acrich de Gutmann, profesora de Psicología Evolutiva II Adultez y Vejez en Universidad de Palermo manifiesta: “En la medida que se va extendiendo la esperanza de vida, va modificándose todo el ciclo vital”. Aclara que una mayor esperanza de vida hace que los proyectos se puedan postergar y se disponga de más tiempo para su concreción y desarrollo impactando en los mayores que al jubilarse, tienen delante de sí veinte, treinta años o más por transitar.
Desde mitad del Siglo XX se empezó a notar una mayor longevidad. Al principio se le llamó ‘Revolución Gris’ y en asambleas mundiales sobre el envejecimiento se dieron pautas para estudiar más este fenómeno, positivo por supuesto, pero para el que no estábamos preparados en ningún aspecto por las implicancias sociales, sanitarias, afectivas, laborales, vinculares, económicas. Esto es lo que explica Virginia Viguera, doctora en medicina, psiquiatra, quien continuó trabajando en la dirección de una revista cuando se jubiló.
Para Eugenio Semino, Defensor de la Tercera Edad de la Cuidad de Buenos Aires, hoy la biología y el mundo ofrecen la posibilidad de vivir por lo menos 20 o 25 años más a partir de la edad jubilatoria, con vida plena y calidad. Por lo tanto queda descartado el tema de los comportamientos etarios denominados “tercera edad”. Pero esta vieja denominación no está desarraigada y desgraciadamente en nuestra sociedad, el antiguo criterio de vejez responde a que se sigue considerando como una etapa donde concluye la vida activa. Y el “pasivo” que queda afuera de los roles sociales.
Envejecer cumpliendo metas
El paradigma del envejecimiento fue mutando. Según Acrich hay hitos importantes en este sentido. En la década del 50, se da la creación de las asociaciones de geriatría y gerontología como campo diferenciado, los primeros modelos de ciclo vital completo desde el nacimiento hasta la vejez y, en la década del 70, las primeras teorías sociológicas que reflexionan sobre el envejecimiento.
En la actualidad la edad jubilatoria en Argentina, salvo excepciones, es de 60 años para las mujeres y 65 para los hombres y se visualiza como una oportunidad para realizar aquello que quedó postergado, cumplir sueños pendientes y realizar nuevas actividades. Viguera explica que a partir de los 60 años las personas tiene deseos de permanecer activos, ya no se jubilan de la vida y sienten que tienen condiciones físicas e intelectuales para continuar disfrutando.
En Francia, los trabajadores repudian la reforma impulsada por el presidente Emmanuel Macron quien trata de postergar la edad jubilatoria. Las protestas las lideran los jóvenes que se niegan a permanecer más años dentro de un sistema laboral, pues quieren emplear su tiempo en aquello que consideran prioritario, disfrutar y realizar proyectos antes de que sus capacidades se vean afectadas.
Florencia Bravo Almonacid, socióloga, directora del Programa de Educación Permanente para Adultos Mayores (PEPAM) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, manifiesta que hay un cambio en las representaciones sociales de los mayores.
Hace unas décadas, los imaginarios giraban en torno a una vejez dependiente, centrada solamente en el rol de la abuelidad. Y si bien actualmente esas representaciones sobre la vejez persisten, hay nuevas imágenes respecto de otras formas de transitar la edad, “ya en las publicidades se ven vejeces saludables activas, realizando distintos tipos de actividades -afirma la investigadora-. Hay distintas formas de transitar esta etapa y hay un abanico en el que todas pueden ser posibles, de acuerdo con los intereses de cada persona, no hay una única forma de transitar esta etapa”.
Silvia, de 68 años, se jubiló a los 61 y al poco tiempo quedó viuda. Los viajes que había proyectado con su esposo los realizó con una amiga, reformuló algunas metas, se traslada frecuentemente a Bariloche a visitar a sus nietos, incluso, decidió incursionar en el uso de juguetes sexuales. Defiende que la sexualidad no se jubila.
Para Gutmann, experta en Gerontología hay intentos aislados de preparación para la jubilación con buenos resultados, pero no están generalizados y en la medida en que la sociedad va tomando conciencia de la prolongación de la esperanza de vida, hay cada vez más personas que planifican su retiro. Según el Defensor Eugenio Semino, urge hablar de envejecimiento, hay una falta de protección a la salud y de educación para el envejecimiento. Para cada puerta que se cierra a una actividad se abren una enorme cantidad para otras.
La esperanza de vida va en aumento y paulatinamente va en aumento el deseo por cumplir con aquellas actividades que fueron postergadas, por realizar esos viajes que quedaron planificados y por completar las asignaturas pendientes.
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