Saturday 27 de April, 2024

CULTURA | 11-03-2024 07:26

Alejandro Urdapilleta: el genio que no logró ser uno más

El gran actor “Tumberos” y “La niña santa” hubiera cumplido este mes 70 años. Un repaso por los personajes que interpretó y su pasión por el “under”.

Este domingo 10 de marzo se cumplen 70 años del nacimiento de quien para muchos fue uno de los grandes actores de la escena nacional: Alejandro Urdapilleta. Participó de series icónicas de la televisión argentina como “Tiempo Final”, “Tumberos” y “Mujeres Asesinas”; de películas como “La Niña Santa”, de Lucrecia Martel, y grandes obras consagradas como “Rey Lear” y “Atendiendo al señor Sloane”. Pero sobre todo se lo recuerda por sus actuaciones en “El Palacio de la Risa”. En ese programa icónico del humor de los 90’s, conducido por el actor Antonio Gasalla y transmitido por la televisión pública, Urdapilleta interpretaba a personajes casi siempre femeninos, estallados, con nombres insólitos - “Pepita Pedotti”, “Queca Garda”, “Carloncha Redonda de Grosa”, “Vicenta, la filosa” - en escenas que casi siempre terminaban con él golpeando y zamarreando a Humberto Tortonese, el actor con el que formó un memorable tandem. Había momentos tan intensos que terminaban arrojándose sobre la tribuna de personas que presenciaban el programa en vivo.

Hoy, a través de YouTube y redes sociales parece continuarse el culto a su desparpajo, sobre todo dentro de la cultura gay o queer. La cuenta @a_urdapilleta recopila varios de aquellas actuaciones desopilantes y la popular cuenta de memes @noesdevegana usa la imagen de Urdapilleta y Tortonese como un meme; lo mismo en Tik Tok. Y sin embargo, ese ser mezcla de clown macabro y actor shakesperiano declaró en distintas entrevistas que “solo quería ser alguien normal”.

Alejandro Urdapilleta

Vida de bohemio

Alejandro Urdapilleta nació en Montevideo el 10 de marzo de 1954. Era hijo de Fernando Urdapilleta, un militar que había participado de un fallido levantamiento contra el presidente Juan Domingo Perón. Pero, a prueba de todo prejuicio, llegó a contar que ni él ni sus cuatro hermanos crecieron en un hogar represivo. Al caer Perón, la familia regresó a Argentina y se asentó en Martínez, Provincia de Buenos Aires.

A los 17 vio una obra de teatro y quedó tan fascinado que empezó a estudiar en la Asociación Argentina de Actores con el actor Martín Adjemián. Unos años después, actuar le serviría de mucho: a los 20 años se hizo el loco para no tener que hacer el Servicio Militar Obligatorio, que por entonces regía en el país. Llegó a decirle a la periodista Leila Guerriero para un artículo publicado en La Nación: “al final me compenetré tanto que estaba medio mal, también. Tanto hacerme el loco…”.

En 1977, con 23 años, sin haber terminado el secundario, se fue a Londres, donde trabajó como mayordomo en la residencia del embajador italiano en Inglaterra (“El mejor personaje que hice en mi vida”, declaró en una entrevista), y luego limpiando casas (“Ahí empezó mi mal humor”, llegó a puntualizar). Vivió un tiempo corto en España, donde conoció la bohemia y los excesos nocturnos del destape postfranquista - una combinación de bares, sexo y drogas varias – y regresó a Argentina. Era 1981 y continuaba el gobierno militar. Llegó a anotarse como voluntario para ir a Malvinas, pero nunca lo llamaron.

Alejandro Urdapilleta

La Santísima Trinidad del Under

En 1983, tras la vuelta de la democracia, la escena cultural porteña estaba en ebullición. Luego de tomar clases de actuación con Augusto Fernández, Urdapilleta comenzó a actuar en el Parakultural, la catedral del under, donde formó un trío legendario con Tortonese y Batato Barea. Se trasvestían, se maquillaban e improvisaban escenas delirantes y estridentes. “Nosotros odiábamos el teatro, lo que se hacía comunmente: las reuniones de cooperativa, el análisis de texto (...) estábamos en contra de todo eso”, recordó el actor en una entrevista para el documental “La peli de Batato”.

Alejado del teatro “psicobolche” que tanto lo aburría y de lo que se hacía en espacios convencionales, Urdapilleta cultivó su humor kitsch y border, con personajes insólitos como la boliviana Zulema Ríos de Mamaní, testiga de la luz carismática del pájaro chouí u ocurrencias como “Las coperas”. “Eran dos coperas que estaban en la parte de atrás del boliche, se cosían las medias, no hablaban de nada. Y nada más. Duraba diez minutos. Era un robo y una burla a la gente. La gente encantada. Decían Ahhh, qué moderno”, contó en la entrevista que le hizo Guerriero.

En el '89, el trío de actores escribieron juntos “La fabricante de tortas” y luego hicieron “María Julia, la carancha, una dama sin límites”, una burla a María Julia Alsogaray, diputada durante el menemismo. En el 91, Batato muere. Urdapilleta y Tortonese lo homenajearon años después cuando escribieron y actuaron “La moribunda”, donde dos hermanas cuidan a una tercera que agoniza, mientras mantienen una conversación delirante.

Actor consagrado

En el 91’, junto a Tortonese, Urdapilleta comenzó su participación en “El Palacio de la Risa”, y en paralelo interpretó a Polonio en la versión de “Hamlet”, de William Shakespeare, dirigida por Ricardo Bartís. La actuación le valió le valió su primer ACE y ganó tres más. El último fue en 2000, por interpretar nada menos que a Hitler en la obra “Mein Kampf”, dirigida por Jorge Lavelli quien lo volvería a dirigir en 2006 en “Rey Lear”, donde Urdapilleta entró en reemplazo del gran actor Alfredo Alcón.

Alejandro Urdapilleta

Amaba hacer “textos importantes” y no “esas obras en las que cuatro minas o cuatro tipos hablan de la mujer, del hombre, de la pareja, que son un horror y no tienen nada de teatro”. Irreverente y provocador, decía que el Teatro San Martín era para “señoras con tapado que compran la entrada por teléfono”. “El “Rey Lear” se va a llenar de señoras con tapado que piensan en el fideo de Pippo que se van a comer después de la función. Por eso acá se puede llegar a caer en un teatro muerto, formal, convencional. Y la gente cree que eso es el teatro. El teatro se puede hacer en un baño público o en una sala oficial, pero tiene que estar vivo”, sentenció en aquella época en una entrevista para Revista Salí.

Urdapilleta también fue escritor. Publicó libros como “Vagones Transportan Humo”, elegido por el diario Página/12 entre los mejores libros de ese año, “Viva la mentira” para el Ciclo Teatro x la Identidad, “Legión Re-ligión, Las 13 Oraciones”, y “La poseída”. Hace cosa de un mes, en el programa Sería Increíble, del canal de streaming Olga,  Tortonese leyó el legendario (¿o infame?) poema del autor, “Sombra de conchas”.

“La locura es poder ver más allá”. En 2002 ganó un premio Martín Fierro por su actuación en “Tumberos”. En esa época tuvo un episodio psiquiátrico que lo llevó a una internación. “Yo me río de esa internación. Ahí aprendí la manga de canallas que son los psiquiatras y los psicólogos. Son la policía del alma: pretenden encajar a todos en un modelo de vida y censuran la poesía. La locura también puede ser lúcida, puede resultar el camino de conocimiento de una persona y llevar a lugares interesantes. De hecho, los manicomios están llenos de gente lúcida, tan lúcida que sabe más que los que van por la vida dormidos, toman el taxi, van al cafecito, garchan con la mujer, tienen hijos y los educan”, contó a Salí sobre ese episodio.

Urdapilleta falleció a los 59 años, el domingo 1 de diciembre de 2013 por la noche, debido a un cáncer de estómago que padecía hacía poco tiempo. En diciembre 2023, en el marco de la sexta edición del Festival de Arte Queer, el centro cultural queer Casa Brandon presentó “Urdapilleta y sus glorias”, un homenaje que contó con lecturas de sus textos a cargo de actores como Cecilia Roth, Verónica Llinás, Alejandra Fletchner y Rita Cortese (esta última fue vecina y amiga de Urdapilleta) y del poeta Fernando Noy.

“No soy actor: no quiero recibir premios, no quiero que me conozcan, no quiero que me vean. Ando invisible por la calle, me convenzo de que no me conoce nadie. Veo de pronto una cara de una persona que me mira, me sonríe y me agarra como una paranoia y me digo: de qué carajo se ríe ésa... Odio la fama, es un mal actual. Hay mucha gente que quiere ser actor para ser famoso. Y la fama no sirve de nada. El teatro es un arte. Soy actor solamente arriba del escenario; abajo soy una persona como cualquier otra. Y quiero serlo. No me sale, pero quiero”, declaró una vez en una entrevista. 

No logró ser normal. Solo logró ser la criatura que aún hoy, desde videos de archivo y reels, sigue siendo inquietante.



 

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Tomás Rodríguez

Tomás Rodríguez

Redactor.

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