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CULTURA | 29-07-2023 06:24

Tomás Abraham: “Se ha despreciado el estudio en nombre de nada”

Se jubiló como profesor pero sigue enseñando en redes sociales. Por qué lo aburre la política. Edad, biografía y la importancia de estudiar.

El último libro de Tomás Abraham está dedicado al tiempo. Se llama “Diario de un abuelo salvaje” (El Ateneo) y es el relato autobiografico de los días sin obligaciones de un profesor jubilado, en un momento excepcional: la pandemia. La idea del tiempo está presente en este “Diario” de muchas formas: en la textura inédita de las semanas de encierro, en la nueva representación de las personas “de edad”, infantilizadas por las políticas frente al Covid y en la necesidad de trazarse un nuevo proyecto, cuando se han dejado atrás los mandatos de la juventud.

Diario de un abuelo salvaje

Este “abuelo salvaje” es uno de los filósofos más conocidos de la Argentina, nacido en Rumania, formado en Francia y con una larga trayectoria en la enseñanza dentro de la UBA. Además, fue el gestor un proyecto único, hoy concluido, el Seminario de los Jueves, que funcionó durante 30 años reuniendo a personas interesadas en estudiar y reflexionar sobre ciertos temas y autores, hasta generar con su trabajo, una publicación final.

Autor de más de 20 libros, entre ellos, “El deseo de revolución” y “La máscara Foucault”, durante la pandemia publicó el volumen “La matanza negada”, donde Abraham narra la historia de sus padres, y la aventura de regresar a Rumania y Hungría, su lugar de origen, para entender qué significó nacer en un territorio donde se asesinó a 400.000 judíos.

Holocausto

El “Diario” registra también el mal momento que el escritor vivió el año pasado, cuando fue operado del corazón, una intervención de la que se encuentra totalmente recuperado.

Con gran sentido del humor, Abraham contestó todas las preguntas de NOTICIAS, sobre libros, educación, política y edad.

NOTICIAS: Uno de los temas de su último libro es la vejez, particularmente durante la pandemia, cuando los mayores de 60 tuvieron que enfrentar más que nunca la circunstancia de la edad.

Tomás Abraham: La vejez se trató de un modo tan típicamente tonto, por todos los que estaban implicados en los medios de comunicación. No solamente los periodistas, también los invitados. Los filósofos, rabinos, escritores, neurólogos. Ese almíbar de ternura, “los viejitos”. Esto saltó en la pandemia pero también se ve en la publicidad de un banco o de un vino. Es algo muy humillante.

NOTICIAS: En el libro también aparece su jubilacion como docente y el fin de una actividad que ejerció durante casi toda su vida. ¿Cuánto hacía que se había terminado su famoso Seminario de los Jueves?

Abraham: En el 2015. Mi labor con ese tipo de actividad tenía más de 30 años. Primero, fueron 8 años en el Colegio Argentino de Filosofía. Después se fue armando el Seminario de los Jueves, incorporando a gente de todos los oficios. Era un grupo de unas 40 personas que vinieron a estudiar y producir. Porque ese es el modo en que a mí siempre me gustó trabajar en filosofía. Hacer seminarios donde todo el mundo lee, escribe, habla y discute. Con el Seminario publicamos 6 libros. Yo trabajaba con arquitectos, escenógrafos, empleados de videoclub, lo que fuere. Venían a trabajar y no tenían ningún tipo de lectura previa.

Michel Foucault

NOTICIAS: Siempre que escribió para los medios habló de temas que parecían alejados del mundo de la filosofía académica. Usted escribió sobre Tinelli, por ejemplo, un tema extraño para un especialista en Michel Foucault.

Abraham: Es extraño porque piensan que alguien que se dedica a la filosofía es un profesor a tiempo completo y que su área de comunicación es una universidad. Yo no soy eso. Yo veo televisión, ¿qué voy a hacer? Hablo de lo que veo. Y veo fútbol (demasiado) y Susana Giménez. Ahora veo plataformas, series. Pero también, mientras ceno, hago zapping entre Majul y Silvestre, porque necesito programas cómicos. Necesito un poco de comicidad porque la política me ofrece más bien temas bajoneantes.

NOTICIAS: Hace unos días, en un programa de televisión en el que lo entrevistaron, se negó a hablar de política. ¿Por qué?

Abraham: Porque tengo que hacer cosas que me interesen, que sean un desafío. Y hay un ambiente en el que por cualquier cosa que digas te tildan de algo. Apenas abrís la boca lo que importa es con quién estás, quién te banca o a quién respondés. Todo ese ambiente buchón y policial no me va, no me interesa. En general, tampoco se habla de política, se habla de los políticos. Es un chusmerío. En eso se ha convertido el periodismo, en líneas generales, en forma casi absoluta. Casi.

NOTICIAS: En su libro, un tema recurrente es que ya no tiene que estudiar porque se jubiló. ¿Sigue sin estudiar? ¿O volvió a trabajar?

Abraham: Sí, necesito trabajar, si no qué hago. Para mí, trabajar es estudiar y estudiar es leer y escribir. Elijo temas y me meto en un tema. Lo hago durante todo el día. Pero, en un momento dado, no quiero ver un libro. Prendo la tele, hago deporte y después tengo una vida doméstica: hacer las compras, cocinar. Me gusta cocinar. Conozco todos los programas de ElGourmet. Es uno de mis canales favoritos.

Jean-Paul Sartre

NOTICIAS: De todos los filósofos que estudió, ¿cuál es el que sigue teniendo vigencia?

Abraham: En 2017 publiqué “El deseo de revolución”, dedicado a Jean-Paul Sartre. Sartre tiene una presencia fuerte en la filosofía francesa, desde la Segunda Guerra hasta hoy. En 2019, escribí un libro sobre Michel Foucault, “La máscara Foucault”, en donde hubo nuevas cosas que me interesaron en él. Los filósofos no tienen fecha de vencimiento. Foucault estuvo presente en discusiones sobre biopolítica, durante la pandemia. También la idea de que hay un ojo supervisor que nos controla y nos vigila. El tema del control, de la vigilancia, de la disciplina corporal, de las instituciones como lugares de coerción. El pensamiento filosófico no es una cosa de filósofos, de historia de la filosofía. El pensamiento filosófico yo lo encuentro con mi lectura. Soy yo el que lo genera, el que lo hace vivo. Lo puedo encontrar en Whitman o en Borges.

NOTICIAS: En “La matanza negada” habla de lo que significa para usted ser rumano. ¿Qué implica, además, ser judío?

Abraham: Yo soy judío. Festejó la Pascua judía. Tuve Bar Mitzvah, estoy circuncidado. Acompañé a mis padres al templo de la calle Libertad. Fui a un campamento judío. Pero eso es todo. La religión para mí es un calendario. En un momento dado, por azar, soy invitado a Budapest. Ellos mataron a 400.000 judíos. Tienen esa historia, que niegan. Y los nazis no eran solamente alemanes. A Budapest fui a un congreso sobre identidad y dije: “Buenas tardes, soy judío, nací en Rumania, mi lengua materna es el húngaro, hice estudios en Francia y mi hogar es Argentina”. Ahí se me prendió la lamparita del judío. Después me dieron un doctorado honoris causa en la Universidad de Tibiscus de Timisoara. Lo único que rescato de haber nacido allí es que soy judío.

La matanza negada

NOTICIAS: Su padre fundó una empresa muy importante, la fábrica de medias Ciudadela. ¿Le generó contradicciones provenir de un familia con una buena situación económica, en un medio como la universidad?

Abraham: Fue una contradicción muy fuerte, fundamentalmente cuando entré a trabajar en la fábrica después de haber estado en París muchos años. Era una contradicción ese doble trabajo, pero con eso hice una “contra efectuación”. Lo ponía sobre la mesa. Desprecié a los que desprecian. En 2001 nos retiramos de la empresa, que para mí fue una “escuela de vida”. En la fábrica había mil obreros. Tenía relaciones de todo tipo con los sindicatos, de compañerismo y de conflicto. Pasaron cosas muy dolorosas. Viví la época de los montoneros, de los militares. Vi como una empresa se cae, cómo cambia el mundo.

NOTICIAS: ¿De qué va a tratar su próximo libro?

Abraham: No sé. Estoy estudiando. Soy profesor. Esa es mi identidad. Y siempre insistí mucho en la importancia del “estudio”. Esa es “la” palabra para mí, no educación. Todo el resto es la vida. Vos te formas con amigos, con las redes, con mamá, con el cura, con la tele. La educación está a cargo del mundo, pero el estudio está a cargo tuyo y de una persona que te enseña.Yo peleé públicamente contra los que desprecian el estudio. Con el estudio descubrís un mundo. Eso está en nosotros, está en el chiquito. Pero después, cuando vas creciendo, te dicen: “no, lo que importa es el compañerismo”. Hay que ser un animal para decir eso. El tipo que enseña biología es un tarado, porque enseña biología en lugar de enseñar los derechos del niño. O la educación sexual importa más que la geografía. Así se crea una cultura mísera. Porque el mundo sigue funcionando, hay nuevos conocimientos, pero vos no lo vas acompañando. Se ha despreciado el estudio en nombre de nada.

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Adriana Lorusso

Adriana Lorusso

Editora de Cultura y columnista de Radio Perfil.

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