Friday 19 de April, 2024

ECONOMíA | 11-04-2022 11:36

Actividad en suspenso

La economía entró en una dinámica de meseta por las restricciones externas y el ajuste fiscal en marcha.

Que el escenario internacional haya cambiado abruptamente no es una novedad para la economía argentina, habituada a lidiar con súbitos recálculos en su hoja de ruta. A esta altura, los tomadores de decisiones en materia económica ya incorporaron la imprevisibilidad y las alteraciones en su rutina. Por ejemplo, a la brutal caída en el nivel de actividad del año 2020, fruto de las medidas anti-pandemia (-9,5% sobre el ya deprimido nivel de 2019) pero sobre todo de la poca capacidad de contención de un Estado que exprimió sus escasos recursos y se quedó a mitad de camino.

Casi sin reservas internacionales, con presión impositiva en niveles históricos y un gasto muy rígido, la respuesta no ayudó a compensar el derrumbe de la economía. Pero eso mismo ayudó a que el rebote fuera igualmente milagroso: +10,5% en el contexto de la incertidumbre en el capítulo deuda y un año electoral electrizante.

Lastres. La inercia de fin de año parece haber encontrado su techo, a pesar de que la mayoría de los pronósticos auguran que la economía podrá crecer alrededor al 3% durante este año. Para Orlando Ferreres, la proyección que hace para 2022 arroja 3,5% de crecimiento del PBI con una coyuntura internacional que también conspirará contra una más rápida recuperación. “El problema COVID fue superado y ahora viene el residuo: inflación internacional y suba de precios de energía, además de los problemas del conflicto de Rusia que también afectan a Argentina”, explica. Y a modo de ejemplos, cita al cepo cambiario que afecta las importaciones, a la inflación y al desajuste fiscal persistente.

Otros economistas, como el ex viceministro de Economía Juan J. Llach, asignan al escenario tumultuoso internacional una ponderación menor en el menú de dificultades que afrontan las economías de la región: sólo un 20% de los problemas podrán ser atribuidos a las consecuencias de la guerra en Ucrania y el resto a desequilibrios internos. En el caso argentino, son, además, distorsiones que durante la pandemia se acentuaron y ahora tienden a corregirse de la peor manera: con los pocos matices con que lo hacen los mecanismos del mercado. Para este año, Llach proyecta un crecimiento local de 2,5% contra 3.8% del mundo y un 2,6% de la región. Pero la amplitud de la caída y recuperación argentina fue mucho mayor, casi 50% más en ambos tramos que el promedio latinoamericano. Y en ese contexto, se suma una alerta adicional: Brasil. El crecimiento del gigante vecino durante 2021 (+4,7%) con todo lo que arrastra en la producción local, caerá casi a 0 durante este año, totalizando para el cuatrienio 2020-2023 una tasa de crecimiento (+0,6%) que sería la mitad de la muy magra argentina (+1,1%), muy por debajo del mundo (2,7%) y la cuarta parte de la locomotora china (+5,1%). Una brecha que se agiganta.

Alzas y bajas. Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos, enfoca este aparente frenazo en la actividad en las comparaciones interanuales que se realizan con el deprimido 2020 y el casi normalizado 2021. “En enero la actividad se resintió (-0,5%) como resultado del rebrote de COVID, en febrero repuntó y en marzo se mantuvo estable. Pero lo que vemos de abril es que ya está pegando que la cosecha será menor que el año pasado por la sequía y las restricciones para la importación de parte del Banco Central”, se explaya. Además, suma a este techo la suba prometida en la tasa de interés y el ajuste fiscal (seguramente a través de mayores tarifas) que se vendrán pronto. “Así y todo, calculamos que el año terminará un 2,7% arriba del pasado. En conclusión, un mal año en materia de actividad que sólo se compensa con el arrastre anterior, que calculamos en torno al 4%”, define.

Datos. También llama la atención que el intercambio comercial mostró picos irregulares en estos meses de alzas y bajas. Federico Vacalebre, profesor de la UCEMA remarca que, para febrero pasado, hubo exportaciones por US$6.443 millones e importaciones por uUS$5.634 millones, que definieron un superávit en la balanza comercial de US$ 809 millones. “Así, la variación interanual de las exportaciones está en un 35% (se explica en un 20% por variación de precios y un incremento de 12% en cantidades), siendo el rubro Combustibles y energía (+116%) y Productos primarios (+72%) los rubros con mayores incrementos anuales”, explica.

Por su parte, la variación interanual de importaciones estuvo en el orden del 52% (suba de 18% en los precios y de 27% en las cantidades), siendo Combustibles y lubricantes el rubro de importación que más aumentó desde febrero de 2021(+421%).

Una señal de peligro para las proyecciones de un año que arrancó con saltos abruptos en el precio del gas y el petróleo.

 Yendo a un análisis más focalizado, Vacalebre señala con respecto a las cifras de la actividad, en el cuarto trimestre de 2021, el PBI fue 8,6% más alto que un año atrás, según el INDEC, siendo las exportaciones (+23%, interanual) y la inversión (+13%, interanual), los componentes de la demanda con mayores incrementos. Pero a su juicio, lo más relevante o descriptivo fueron los datos definitivos sobre la evolución de la actividad económica durante el año pasado. “La recuperación del PBI (respecto de la caída de 9,9% que había sufrido en el 2020) implica: que, en promedio, durante el 2021, la economía se encontró en un nivel inferior (-0,6%) al de 2019; y que incluso los datos del último trimestre muestran que la economía cerró el año a un nivel algo superior al del tercer trimestre del 2019”, señala. Y su explicación de este nuevo “serrucho” en la larga historia de desacoples económicos, radica en que la inversión y el consumo público se encuentran para el mismo período de comparación 16,5% y 8% por encima de promedio; mientras que el consumo privado y las exportaciones cerraron el año pasado un 3% por debajo de los valores del tercer trimestre del 2019. “En otras palabras, hay dos grupos de componentes de la demanda agregada con dinámicas opuestas (o al menos con velocidades de la recuperación diferentes): consumo-inversión pública, por un lado y consumo privado-exportaciones por otro.

¿Se habrá forjado una nueva grieta en la economía que viene? Una pregunta con respuesta abierta que jugará su propio partido en un año en que la inflación y la incertidumbre política moldearán las expectativas para determinar si la economía argentina podrá volver a crecer, al menos, a la par de sus vecinos.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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