Monday 2 de December, 2024

ECONOMíA | 09-02-2023 14:05

Monitor electoral: el plan es llegar

El equipo económico del Gobierno lucha para tener controladas las variables claves para afrontar las presiones y demandas políticas.

Si algo había percibido el equipo económico encabezado por Sergio Massa que el desafío de 2023 era que la economía pudiera resistir las demandas de un año electoral (con carrera presidencial incluida) y al mismo tiempo otorgar el respaldo de tener bajo control las variables clave que mueven la aguja en época de comicios: los precios, el dólar y el poder adquisitivo.

Foco en el IPC. El principal, pero no excluyente, es la inflación, el gran termómetro popular que mide a corto plazo el éxito o el fracaso de una gestión política desde que ese fenómeno renació de sus cenizas, hace poco menos de dos décadas y se intensificara durante los últimos diez años. Una vez que la gestión de Massa lograra desacelerar el índice de precios de su peligroso 7% mensual, el propósito anunciado en el lanzamiento del programa de Precios Justos era ir bajándola para hacerla converger a la meta del 4% mensual y hasta soñar con un idílico 3%.

El número de enero estaría mostrando que el piso de 5% mensual (80% anualizado) sigue vigente, pero con muchas más presiones. Las primeras estimaciones privadas así lo muestran. El IPC que elabora la consultora C&T dio 6,4%, dos décimas más que lo que les arrojó diciembre. Pero lo llamativo es que el rubro Alimentos y Bebidas estuvo por debajo: 5,2%. “Hasta las elecciones vemos algo parecido a los últimos meses y un salto en diciembre con el cambio de gobierno. Está el riesgo de que se les vaya las cosas de las manos y haya una devaluación antes con más inflación”, comenta su director, Camilo Tiscornia.

Por su parte, la consultora EcoGo difundió que la “inflación Core” dio 5,4% pero el factor de los precios regulados ya arrojó 7,4% por las actualizaciones en curso y que continuarán durante el resto del año. En su último informe semanal, advierte que la suba en el precio del ganado en pie de más de 30% desde los mínimos sumada a la fuerte restricción en el acceso al tipo de cambio oficial, incluso para empresas que acordaron con el Gobierno, la moderación en sus precios, empezó a mostrar grietas.

Siempre presente. Otra variable, atada al clima electoral es el valor del dólar. En realidad, para hablar con más precisión, sus diversas cotizaciones. Si bien el número que gana la batalla de la “autoconstrucción cultural”, sigue siendo el “blue”, la distancia entre los tipos de cambio financieros (el dólar bolsa o contado con liquidación) y el oficial no puede bajar del 100%. Y este hecho también amenaza con alterar la sensación de control que se intenta conseguir.

El reconocimiento que la escasez de reservas no era algo coyuntural disparó la serie de iniciativas con las que Massa incluso llegó a sorprender. Quemando su propio libreto y hasta contradiciéndose en pocos días, a la implementación del Programa Soja II vino la tercera edición. También se acordó un swap con China, se liberaron fondos del BID antes de que su presidente fuera despedido, se lanzó un gran globo de la moneda única común con Brasil (que dejó como saldo algo más concreto de un crédito del gigante vecino para no cortar las exportaciones de empresas brasileñas hacia Argentina). El problema, puesto de manifiesto con los diversos cepos a las importaciones y financieros para la compra de dólares, se agudizó con la combinación de precios de las exportaciones más bajos para 2023 y la sequía. Dante Romano, gerente de Mercados de FyO estima que la merma final en los saldos exportables será entre US$8.000 y US$10.000 millones si no empeora la situación. Eco Go calcula que, en total, este año habrá un ingreso menos de divisas por orden de los US$22.000 millones, comparando con los números de 2022.

Esta situación trae aparejada dos consecuencias directas en el mercado interno: una fuerte desaceleración en el nivel de actividad (con crecimiento casi nulo para el cuarto trimestre del año pasado) por la falta de insumos y los efectos monetarios de los planes de estimulación de exportaciones, con alzas en la tasa de interés.

Techo a la vista. Esto también acarreó un menor nivel de recaudación tributaria real: en enero cayó 1,4% con respecto a la inflación interanual. La combinación de una situación fiscal que todavía no pudo consolidarse y la necesidad de seguir financiando los pasivos remunerados del Banco Central, marcan un tope al financiamiento interno como salida fácil. Jorge Vasconcelos, economista jefe del IERAL se refirió al dilema con el que debe lidiar el Gobierno en este año electoral. Tituló su último informe: “Deuda o inflación, las alternativas las opciones de 2023”.  Señala que luego de los vencimientos y colocaciones de deuda de enero, lo que queda de vencimientos de deuda en pesos es una cifra equivalente a 10,5 % del PBI, de los cuales entre Banco Central y distintos organismos públicos tendrían 6 %: en manos privadas habría 4,5% del PBI. Este es el número que, de no aumentar el rojo mensual, se debe refinanciar periódicamente bajo riesgo de producir una corrida financiera que haría disparar al dólar e inducir un alza de precios “preventiva”.

“El tema es que también hay que tener en cuenta el déficit fiscal, y el hecho que el financiamiento directo del Central al Tesoro está limitado a 0,6 % del PBI en 2023; por eso se dice que, aproximadamente, por cada $100 que vencen de deuda, se tienen que colocar $130. La diferencia tiene que ver con la "plata fresca" que se necesita para cubrir el déficit “, explica Vasconcelos. Si la demanda privada de bonos no aparece, entonces el BCRA tendría que seguir comprando deuda del Tesoro en el mercado de capitales domésticos con emisión de pesos. “A esa emisión hay que sumarle el plus de emisión por el dólar Soja, que en 2022 fue equivalente a 0,6 % del PBI y en 2023 apunta a 1 % o quizá algo más”, subraya.

El trabajo. La proyección de este panorama más las demandas que aparecen en la recta final previa a las elecciones (otro “plan Platita”) podrían recalentar los engranajes de una maquinaria que no tiene otro objetivo que el de “llegar”. El monitoreo que hacen los privados de estas variables los impulsa a tomar posiciones por adelantado. Una brecha creciente, por ejemplo, anunciaría una aceleración de las minidevaluaciones o un salto abrupto del tipo de cambio oficial. Pero eso dispararía también la inflación, algo que se quiere evitar a toda costa, porque en año impar se paga muy caro la erosión salarial.

Un informe reciente sobre el impacto en los salarios de la consultora Ecolatina señala que un elemento clave para el ordenamiento nominal son las paritarias. “Es difícil encarar una significativa moderación de la inflación si los salarios se quedan ‘pegados’ a la inflación pasada… el oficialismo también busca que las negociaciones se firmen al ritmo del 60%, siendo un acuerdo semestral del 30% una estrategia para lograr la aceptación de los sindicatos e iniciar el camino”, destaca. Para una parte del electorado esta voluntad es ajena a su realidad: sólo una tercera parte de la población económicamente activa tiene un empleo formal privado. Pero los líderes sindicales ya vieron pasar gobiernos y surfearon elecciones: su interés va más allá que la coyuntura de oficialismo y oposición. Proliferarán cláusulas gatillo, sumas fijas y cálculos financieros para maximizar lo que saben que la realidad les permitirá. Un juego en el que tienen muchas horas de vuelo.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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