Uno de los más grandes desafíos que nos plantea esta nueva época en la que nos toca vivir, es la del valor de la autenticidad, como sello de identidad. Mostrarnos tal cual somos, con nuestras fortalezas y debilidades sin usar corazas ni caretas innecesarias. Mostrarse sin imposturas (aunque de esa manera estaríamos más protegidos en la vida) es solo para verdaderos valientes. Cuando uno se muestra como es, muchas veces, corremos el riesgo de no ser elegidos o de ser aun mas rechazados por nuestra forma de conducirnos, o nuestra honestidad y no porque este mal sino porque le hace espejo al otro, y le demuestra lo contrario que está siendo el mismo (esto enoja muchísimo al que vive bajo la investidura de la falsedad).
Así que a menudo nos toca recorrer nuestro camino con pocos.
Sin embargo, lo mejor que nos puede pasar, es que los que estén sean de los que crean que la vida vivida sin el condimento, tan poco saludable de la hipocresía es mucho más valiosa.
La hipocresía daña, contamina, vuelve tóxicos los vínculos y a la larga, enferma profundamente a las personas.
Una gran y valiente elección es vivir en la tranquilidad que genera la autenticidad de nuestra propia identidad.
Li. Fernanda De Alva
Ig: lic.fernandadealva
por CEDOC
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