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EN LA MIRA DE NOTICIAS | 26-12-2019 15:55

Los cinco avatares de Alberto Fernández

El legado peronista marca una hoja de ruta sinuosa de cómo salir de las crisis en los peores momentos de la era democrática.

Alberto Fernández ya no es Alberto Fernández: es la historia precipitada del PJ en el poder. En los pocos días que lleva como Presidente, quedó en evidencia su misión de sintetizar el legado de sus antecesores peronistas en esta larga era democrática. Se trata de una misión difícil, casi imposible, pero que se ha convertido en requisito ineludible para poner a la Argentina en el sendero de... en fin, en algún sendero.

La primera reencarnación que Alberto reconoce públicamente es la de Néstor Kirchner, la más obvia, que le da contenido al manual de estilo con el que viene prometiendo gobernar desde la campaña electoral. De allí salen los gestos albertistas de “hombre común”, su hiperactividad de gestionador centrípeto y su modo de negociar ladrando primero para conversar después.

Aquel modelo nestorista en el que tanto se referencia Alberto tiene, no obstante, la falencia de haber sido probado en un país que ya había estallado. Pero al actual Presidente le toca también la tarea más explosiva que cumplió el peronismo tras la crisis del 2001, no solo la astucia de Kirchner para juntar y pegar los pedazos de país roto. Por eso también deambula por la Casa Rosada el fantasma defaulteador de Adolfo Rodríguez Saá, para patear con tonos patrióticos la deuda hacia adelante, pero sin llegar al inviable pagadiós.

La otra deuda, la social, también es urgente, y en este terreno, el peronismo sabe hacer de necesidad, virtud. Esa es la experiencia que hoy le ofrece Eduardo Duhalde al actual Presidente, en forma de consejos pragmáticos que incluyen la sociedad con la Iglesia y el establishment, todos unidos bajo el paraguas del hambre de otros. El decálogo duhaldista viene con devaluación fuerte, acuerdo de precios y medidas para mantener a raya el apetito nacional por el dólar.

Aunque en el relato kirchnerista clásico no entra el menemismo como antecedente propio, incluso hay quienes sueñan -en el circuito nostálgico noventista- con ver un Alberto patilludo, alentador de meganegocios como Vaca Muerta, disimulados por el espejismo del salariazo y del pan y circo con Diegos Maradonas saludando desde el balcón.

Y si nada de eso funcionara, siempre queda replegarse en la fórmula de Cristina Fernández, la autora intelectual y doble de cuerpo de la grieta nacional, con guerra de medios garantizada y conflicto de poderes siempre latente. En caso de emergencia, rompa el vidrio. Pero cuidado con las astillas, Presidente.

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Silvio Santamarina

Silvio Santamarina

Columnista de Noticias y Radio Perfil.

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