Alejandro Suárez Rupar, reconocido artista plástico argentino ha navegado durante veinte años entre pintura gestual, retratos de íconos del rock y estilos contemporáneos, manteniendo sin embargo un núcleo inquebrantable: la energía y la emoción detrás de cada obra. “A veces ya no se trata de representar, sino de interpretar”, expresó.
Proveniente de Buenos Aires, Suárez Rupar ha sabido no solo adaptar su obra a formatos monumentales —las piezas dedicadas a Charly García, Luis Alberto Spinetta o John Lennon—, sino también explorar lo más libre de la pintura gestual. “Fue apareciendo de a poco”, rememora.
Retratos de Charly García y Luis Alberto Spinetta: la visión de Suárez Rupar

Y en ese “a poco” apareció también su lenguaje propio, donde los colores, los gestos y las texturas ya no solo reproducen imágenes, sino que las transforman en experiencias visuales. Con exposiciones que han llamado la atención por su intensidad interpretativa y su técnica en constante evolución, Suárez Rupar invita al espectador a conectar con lo visceral del arte.
—Hace veinte años que trabaja en estilos y temáticas diversas con un hilo común que tiene que ver con la energía y la emoción. ¿Cómo descubrió ese hilo conductor en su trabajo?
-Fue apareciendo de a poco. Tuvo que ver con la necesidad de incorporar una fuerza que fuera más allá de lo que veía en las fotos de paisajes o personajes que interpretaba. Empecé a apartarme de los colores originales, buscando transmitir la energía o la emoción detrás de la imagen. En ese camino aparecieron puntos en común, ciertos tonos, gestos y texturas que, sin planearlo, se convirtieron en el hilo que une todas las obras.

—En sus últimas series trabaja sobre figuras icónicas del rock. ¿Cómo se diferencia el proceso creativo cuando retrata una figura del rock a cuando aborda una obra más gestual?
-Cuando retrato una figura del rock trato de ser fiel a su expresión, a rasgos que lo definen. No se trata de copiar una foto, sino de captar su energía. Los colores son el espacio donde puedo interpretar y dejar mi marca. En las obras gestuales sucede lo contrario: no hay límites ni referencias. Empiezo sin saber hacia dónde me va a llevar el cuadro, y justamente esa libertad es lo que lo hace más auténtico.

—¿En qué momento hubo un antes y un después en cuanto al enfoque artístico, en la forma de trabajar o en cómo se veía usted mismo como artista?
-Sin duda fue con la obra El viejo muelle. Fue la primera vez que trabajé a partir de una foto en blanco y negro, lo que me obligó a decidir los colores desde cero. Ese desafío me llevó a alejarme de donde me movía y a acercarme a un lenguaje más libre, casi abstracto. A partir de ahí sentí que algo había cambiado: ya no se trataba de representar, sino de interpretar.

—¿De qué manera influye el tema del rock en sus piezas recientes?
-Todo surgió casi como un experimento. Buscaba una figura icónica para pintar y terminé encontrándome con quienes habían sido parte de mi historia personal con la música. Empecé por Charly García, seguí con Spinetta y después con Lennon. No fue algo planificado, simplemente se dio así. En cuanto a la técnica, el rock me impulsa a usar colores más intensos, contrastes más marcados y una energía más física en la pintura. Trato de preservar lo que hace único a cada artista —una mirada, una sonrisa, una expresión— y dejar que eso dialogue con mi propio gesto. En Spinetta, por ejemplo, la melancolía ya estaba en él; yo solo la dejé aparecer.
—¿Qué proyecto próximo tiene en mente?
-Quiero continuar con el camino de los personajes del rock y probablemente incorporar alguna figura icónica del cine o del arte. Más allá de eso, trato de escuchar la voz interna y dejar que me marque el rumbo. No quiero perderme en la búsqueda de aceptación; prefiero seguir explorando y encontrar nuevas formas de conexión, tanto con el público como conmigo mismo.
Con una trayectoria de más de veinte años, Alejandro Suárez Rupar continúa explorando la pintura gestual y los retratos de íconos del rock. Sus obras combinan energía, emoción y técnica innovadora, consolidándolo como uno de los artistas argentinos contemporáneos más interesantes.
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