Monday 6 de May, 2024

SOCIEDAD | 09-11-2023 10:19

El periodismo según Edi Zunino

Extracto del libro “Noticias bajo Fuego”, en el que el ex director de Noticias, Gustavo González, recuerda una investigación que tuvo al fallecido Editor General de la revista como protagonista. Un ejemplo de cómo ejercía su profesión.

El 2 de noviembre de 1994 la revista Noticias inició una investigación sobre un campo de 3 millones de dólares en la localidad bonaerense de Lobos, supuestamente propiedad del sindicalista Armando Cavalieri. Al día siguiente, un enviado de Cavalieri se comunicó por teléfono con el redactor a cargo de la nota, Edi Zunino, y lo invitó a tomar un café.

Algo de lo que escuchó en esa primera conversación no le gustó a Zunino, porque decidió concurrir a la cita con un grabador encendido en su bolsillo. Allí quedó registrado un diálogo que aún conserva, en el que se escucha una voz que primero le pide amigablemente que deje de investigar al sindicalista, y que después lo trata de sobornar. El ofrecimiento consistía en una recompensa económica para él y, de ser necesario, una inversión publicitaria en la revista pagada con fondos del Sindicato de Comercio.

Zunino respondió que no, pero le pidió que lo llamara esa misma noche a la redacción. Una vez en la revista, Edi contó en detalle lo ocurrido, y nos hizo escuchar la conversación registrada en su grabador. Estábamos entre azorados por la impunidad y excitados por saber que teníamos algo importante entre manos. Edi se acomodaba una y otra vez su cabello rubio, que por entonces le llegaba a los hombros, y se tiraba los pelos de la barba por debajo de su labio inferior, como hace hoy cuando algo lo inquieta. Pero en aquel momento tenía 31 años y estaba intentando mutar una militancia política que ya no ejercía, por el periodismo profesional.

Yo lo había conocido trece años antes, cuando en la Argentina era siempre de noche y nosotros éramos casi adolescentes. Estudiábamos periodismo en el Instituto Grafotécnico y pronto fundaríamos la revista Retruco en un altillo clandestino de la avenida Juan B. Justo 3381. Todavía nos reímos cuando vemos la foto en la que aparecemos con Jorge Fernández Díaz simulando quemar uno de esos ejemplares frente al Obelisco, después de recibir la amenaza de que lo mejor que podíamos hacer con esa revista era prenderle fuego y enterrar las cenizas en Ezeiza. Nos sonreímos del mismo modo que en esa vieja foto, cuando lo hacíamos no por un exceso de valentía sino por un abuso de inconsciencia.

Era 1981 y nos sentíamos estúpidamente indestructibles. Tampoco nos imaginábamos que los tres, a su turno, llegaríamos a dirigir otra revista: Noticias. Después de mucho tiempo, volví a ver a Edi en 1992. Hacía dos años que había abandonado su militancia juvenil en el Partido Comunista y buscaba un destino profesional dentro del periodismo. Enseguida comenzó a colaborar en Noticias hasta que en 1994, dos meses antes de cruzarse en su vida con Armando Cavalieri, le ofrecí ingresar como redactor jefe de la recién creada sección Política, de la que me habían designado su editor.

«En ese momento yo no tenía muy en claro cómo me iría en ese salto hacia el periodismo —recuerda Zunino—, pero es probable que el adiestramiento como militante (la concentración, el hábito de planificar o de asumir riesgos) me hayan servido para esa carrera. Cuando comenzó la investigación sobre Cavalieri pensé que estaría bueno dejar registro de cómo un sindicalista intentaba comprar a un periodista y a un medio.

Es cierto que tenía un poco de miedo, pero también nos divertíamos y me sentía contenido por la redacción. Sabía que era medio loco lo que estábamos por hacer, pero también sabía que eso era lo que a mí me gustaba.» Héctor D’Amico, el director que hacía poco más de un mes había reemplazado a Teresa Pacitti en el cargo, escuchó la grabación en la que Zunino había registrado el intento de soborno y decidió poner en marcha una investigación para dejar al descubierto la maniobra. Para eso convocó a Luis Moreno Ocampo, el prestigioso ex fiscal que se hizo conocido durante el juicio a las Juntas de comandantes de la última dictadura militar y que años más tarde se convertiría en fiscal jefe de la Corte Penal Internacional. Moreno Ocampo, junto a un equipo de abogados y técnicos, se encargaría de orientar la investigación periodística para documentarla adecuadamente.

Desde ese momento, cada conversación, cada encuentro, quedó registrado en casetes y videos que iban siendo lacrados ante los escribanos Carlos y Marcelo Lozano. Fue la primera vez que en el periodismo argentino se realizó una nota con soporte documental hecho en cámaras y grabaciones ocultas. Un recurso que Noticias repetiría en muy pocas ocasiones. Antes de concurrir a la siguiente cita, Zunino le pidió al intermediario que quería hablar por teléfono con Armando Cavalieri, para comprobar que estuviera al tanto de las supuestas negociaciones.

El 9 de noviembre, periodista e intermediario se volvieron a encontrar en un bar de la zona de Tribunales. Allí se filmó la entrega de los primeros 1.000 dólares, la promesa de otros 1.000 dólares por mes y una pauta publicitaria para la revista de veinticuatro páginas a lo largo del siguiente año, con una inversión de 163.000 dólares. La nota que relataba lo ocurrido estaba lista para ser publicada. Ya no tenía que ver con los supuestos campos del sindicalista, sino con la denuncia de una metodología que utilizaba fondos sindicales para silenciar al periodismo.

Durante esa misma semana, el propio director de Noticias se vio obligado a participar de la investigación. Zunino había pedido hablar con Cavalieri una vez más. Fue entonces que, desde el otro lado del teléfono, le hicieron una brutal advertencia: «arreglá», si no quería terminar en el fondo del Riachuelo.

Hacía exactamente un año que el cuerpo de Mario Bonino, un periodista que trabajaba en el Sindicato de Prensa, había sido encontrado en esas aguas negras, sin que nunca aparecieran los culpables. Tras una tensa conversación, le pidieron a Zunino que Héctor D’Amico recibiera al intermediario del sindicalista para formalizar el trato.

Siguiendo la recomendación del equipo de especialistas que coordinaba Moreno Ocampo, D’Amico aceptó recibirlo en su oficina, y para continuar registrando todo, debió colocarse un dispositivo de grabación debajo de su camisa. El método se sofisticaría con el paso de los años, pero en ese momento el cableado y las baterías sobre su torso eran primitivas, demasiado grandes, difíciles de disimular. Héctor me pidió que estuviera presente en el encuentro.

Quedamos en preguntarle de nuevo todos los detalles de su ofrecimiento para que quedara grabado otra vez el intento de soborno. Teníamos un objetivo adicional: convencerlo para que le dijera a Cavalieri que debía concurrir a una reunión a realizarse en el edificio de Noticias. La cita con el enviado comenzó a la hora prevista con las presentaciones de forma.

Nos sentamos y el hombre comenzó a hablar sin demasiados preámbulos. Hasta que de repente, y antes de que pasaran diez minutos, D’Amico se levantó de su silla y apuró los tiempos para dar por terminada la reunión. Intenté seguir con las preguntas, tal como lo habíamos planeado. Pero, para mi sorpresa, D’Amico interrumpía sus respuestas y lo corría para que se fuera: «Sí, sí, ya nos quedó claro, pero no se olvide de decirle a Armando que me gustaría reunirme con él este viernes. Adiós».

Apenas cerró la puerta y ante mi mirada de asombro, Héctor comenzó a arrancarse la camisa, al grito de «¡me quema, me quema!» La batería, que estaba adherida a su espalda, se había recalentado a tal punto que le marcó la piel. «Me empezó a molestar apenas comenzamos y ya no aguantaba más.» ¿Habría advertido el enviado que algo raro sucedía? fue la pregunta que nos hicimos. La reunión con Cavalieri se realizó cuando su cara ya estaba impresa en una primera tapa que llevó el título «Las pruebas de la corrupción», del 13 de noviembre de 1994.

Aún no había sido distribuida en los kioscos. Era la última oportunidad que quedaba para que la voz y la imagen del sindicalista fueran registradas, ya que horas después todo el país sabría del escándalo. El encuentro tuvo lugar en una sala de reuniones de la redacción, preparada con dos cámaras ocultas. Allí fueron el sindicalista y el intermediario, que parecía tan confiado como en los encuentros anteriores.

No se imaginaban que la tapa con la primera parte del escándalo ya estaba impresa y daba vueltas, de mano en mano, entre los redactores.

La propia secretaria que atendía en la recepción ocultó una debajo de unos papeles cuando lo vio llegar. Quien los recibió fue el propio director. En una sala contigua, el equipo de Moreno Ocampo y de periodistas de la revista, además de un escribano, seguíamos la conversación a través de dos monitores, uno que transmitía en color y otro en blanco y negro.

Esta vez fue Cavalieri quien se explayó sobre el plan que consistía en pautar páginas de publicidad en la revista a cambio de que Noticias no se ocupara más de su vida ni de su gremio. Para hacer más confiable el ofrecimiento insistió en que era algo habitual, una práctica que había llevado adelante con otros medios. Mencionó los nombres de media docena de empresas vinculadas con su gremio que serían las encargadas de pautar los avisos.

El intermediario asentía ante cada frase de Cavalieri, pero sin hacer mención al dinero que le había ofrecido días antes a Zunino. El instante de máxima tensión llegó cuando D’Amico decidió ponerle punto final a la farsa. Le preguntó a Cavalieri qué seriedad podía tener esa reunión cuando el hombre que estaba sentado a su lado ya había sido filmado en un café entregándole un sobre con dinero a un redactor de la revista.

Entonces, miró a los ojos a Cavalieri y le dijo que esa misma reunión estaba siendo grabada en ese preciso momento. Por un segundo todos se callaron. El sindicalista se llevó su mano derecha al interior de su saco y se nos heló la sangre a los que seguíamos minuto a minuto todo lo que pasaba, desde la oficina de al lado. Hasta que sacó un estuche para sus anteojos y se produjo el siguiente diálogo:

Cavalieri: Yo vengo a tener una relación…

D’Amico: Pero cómo va a tener una relación con la revista si primero agarra a un periodista, lo amenaza y le pone plata…

Cavalieri: El periodista se pasó, no me puede decir por teléfono…

D’Amico: Perdón, si un periodista se pasa, se lo lleva a juicio.

Cavalieri: Yo tengo mucho laburo, no voy a ir a Tribunales.

D’Amico: Pero tiempo para ensobrar plata y dársela a un periodista sí tiene. Cavalieri: No, no, eso de ensobrar, no…

D’Amico: Sí, 1.000 dólares.

Al escuchar la cifra, el gremialista se quedó cortado y giró su cabeza hacia su compañero de andadas con un gesto de sorpresa. Lo 96 97 interrogó con la mirada, como diciendo «¿qué pasó con el resto?» Incómodo, como un niño descubierto en una mentira, el otro se encogió de hombros y le hizo el gesto de que después se lo explicaría.

D’Amico: Cavalieri, esto se va a publicar. No tengo otra alternativa…

Cavalieri: No, yo lo quería arreglar y es peor…

D’Amico: Claro que es peor.

Cavalieri: ¿Pero no podemos pararlo, conversar?

D’Amico: No se puede conversar todo, Cavalieri.

Cavalieri: Yo otra vez en Noticias… Sí, otra vez en Noticias.

Cavalieri y su acompañante salieron cabizbajos de la reunión hasta el hall de entrada donde tomaron el ascensor. Con ellos se coló un redactor de la revista. Permanecieron en silencio los primeros segundos, hasta que antes de llegar a la planta baja su enviado lo miró fijo y le dijo: «Me vas a bancar en ésta, ¿no?» El jefe de los empleados mercantiles bajó la vista y mirando al piso le contestó: «Sí, hombre, quedate tranquilo».

La transcripción textual y las imágenes del encuentro fueron publicadas en la edición siguiente bajo el título «Ahora, la confesión». En la tapa se veía a un Cavalieri levantando los brazos frente a su empleado y al director de la revista.

En la nota se contaba cómo el sindicalista decía que operaba en forma habitual con otros periodistas y medios: páginas en diarios y revistas, y tandas en programas de radio y televisión, a cambio de un trato cordial hacia el líder de los empleados de Comercio y difusión de su acción gremial.

D’Amico siempre dijo que si no hubiera contado con el asesoramiento legal y la logística aportados por Luis Moreno Ocampo no hubiera avanzado con aquel operativo. «Luis nos hizo comprender el verdadero riesgo que en ese escenario afrontaba la revista y sus periodistas. Si no conseguíamos pruebas concretas sobre cómo sucedían los hechos, podíamos caer en una trampa: en lugar de víctimas de un intento de soborno podríamos aparecer como extorsionadores de uno de los gremialistas más poderosos del país. Por eso, y asistidos siempre por abogados, técnicos y un escribano, documentamos la secuencia completa de lo que iba sucediendo y presentamos las pruebas a la Justicia.»

Los noticieros y los programas periodísticos de la época emitieron fragmentos de las filmaciones obtenidas por el equipo de Moreno Ocampo.

Edi Zunino presentó una denuncia por coacción que nunca prosperó. Por esas notas recibiría el Premio Latinoamericano a la Ética Periodística de la Universidad de Florida.

Cuando se enteró de lo ocurrido, Jorge Fontevecchia le otorgó un aumento salarial. Fue de 1.000 dólares, la misma cifra que le habían ofrecido para que no hiciera su trabajo.

Galería de imágenes

En esta Nota

Gustavo González

Gustavo González

Presidente y CEO de Editorial Perfil. En Twitter: @gonzalezenzona

Comentarios