Ser machi no es una elección. El pueblo mapuche está convencido de que cuando las señales aparecen, no hay fuerza capaz de evitarlas. Pueden ser sueños premonitorios, revelaciones o la capacidad repentina de curar enfermos a través de métodos ancestrales. Es el destino el que marca quién puede ser machi o no. Aquellas manifestaciones aparecen durante la pubertad y significan que, si ese joven se prepara lo suficiente, se convertirá en la autoridad espiritual de su comunidad. La transformación es larga, difícil y exige abandonar cualquier vestigio de la cultura occidental. Este es el proceso que se encuentra atravesando Betiana Colhuan, quien, con 19 años, resulta ser una pieza clave para comprender el conflicto mapuche en la Patagonia.
A los 16 años, la joven recibió un mensaje sobrenatural que le indicó, en ese entonces, que las tierras del Lago Mascardi eran sagradas y que allí debía instalarse junto a su comunidad, Lafken Winkul Mapu. Pocos días después, ella y una veintena de personas, decidieron ingresar al predio, propiedad de Parques Nacionales. Entre sus compañeros estaba su primo, Rafael Nahuel, el joven que murió el 25 de noviembre de 2017 a manos de efectivos del Grupo Albatros y cuyo parentesco con la machi era poco conocido.
En ese momento, la muerte de Nahuel sacudió a la Argentina. Por un lado, desde el Gobierno nacional se agitó la idea de la existencia de grupos violentos que ocupan territorios de forma ilegal y se relacionó la toma con “Resistencia Ancestral Mapuche” (RAM). Por el otro, las organizaciones sociales, los organismos de derechos humanos y buena parte del pueblo mapuche insistieron con que la muerte del joven responde a la histórica actitud represiva del Estado hacia los pueblos originarios.
En el medio, la familia Nahuel quedó partida. Sus padres, Graciela Salvo y Alejandro Nahuel, responsabilizaron a los mapuches de la muerte de su hijo y contaron que el joven estaba influenciado por su tía, María Nahuel, madre de la machi Betiana y vocera de su comunidad. La tía del joven, por su parte, reivindicó la lucha de su pueblo y apuntó todos los cañones al Estado nacional. Ella, además, es la madre de Joana Micaela Colhuan Nahuel, la soldado del Ejército argentino que también estaba en la toma y que, se presupone, todavía se encuentra dentro del bosque.
Familia combativa
En el entorno de Rafael Nahuel contaban que su simpatía con la causa mapuche vino del lado de su familia paterna, por parte de su tía María y su prima, la machi Betiana. De hecho, el hermano del joven llegó a decir: “No tenemos nada que ver con los mapuches”.
Sin embargo, en el último tiempo, Nahuel se acercó a sus tíos, María y José Cristian Colhuan, y a sus primos así como a sus tradiciones. Se sentía parte, dicen, del pueblo mapuche y cada vez más cercanos a los Colhuan-Nahuel, que viven desde siempre según las creencias ancestrales y son uno de los grupos más combativos de la zona de Bariloche.
De hecho, en octubre del 2014, la comunidad Colhuan-Nahuel fue allanada por la Gendarmería en el marco de una investigación por el ataque a un refugio de la zona. En ese momento, María y su hija Betiana, que todavía no se había iniciado en el camino de machi, denunciaron ataques brutales por parte de la fuerza. La niña contó a periodistas locales que los efectivos la habían tirado al suelo y que la habían arrastrado junto a su hermano, José, que sufre una discapacidad.
Los Colhuan-Nahuel vivieron el momento más tenso dos días antes del asesinato de Rafael, en 2017. Durante auquella madrugada, la Prefectura llegó a Mascardi con una orden de desalojo del juez Gustavo Villanueva. Según denunciaron, los efectivos los golpearon y maltrataron. Betiana, según contó su madre, se negó a arrodillarse y comenzó a hablar en mapuzugun, el idioma mapuche. La respuesta de la fuerza habría sido brutal: la habrían tirado al suelo y obligado a comer tierra. “¿Te gusta la tierra? ¡Comé tierra!”.
Los machi
La brutalidad de las fuerzas que denunciaron los mapuches fue entendida como una afrenta contra uno de sus símbolos más importantes: la machi. El sentimiento fue que se rebajó a quien muchos ya consideran su guía espiritual.
La machi (o el machi, porque también pueden ser hombres) es considerada el nexo entre el mundo de los espíritus y el mundo real. Sus funciones son variadas pero, principalmente, se encarga de asesorar al lonko (jefe de la comunidad) y de tener funciones medicinales. La machi conoce métodos ancestrales para curar y lo puede hacer a través del uso de elementos naturales como raíces o piedras o a través de la palabra. La lectura de la orina es una de sus técnicas más conocidas y hasta Evita recurrió a una.
La noticia de que una machi se estaba levantando del lado argentino de la cordillera es reciente, pero se esparció con fuerza entre las comunidades de las distintas provincias. Es que la mayoría de las comunidades coinciden en que, en nuestro país, no había una desde los años ‘50.
Este es el motivo por el cual, explican los involucrados, había referentes de distintas comunidades en lo que fue la toma de Mascardi, como Fausto Jones Huala y Lautaro González, ambos detenidos después de la balacera que mató a Nahuel y miembros del Lof Cushamen en Resistencia, donde apareció el cadáver de Santiago Maldonado semanas atrás. Facundo Jones Huala está preso por formar parte de la RAM, acusado de haber provocado incidentes en Chile. Para el Estado, la presencia de un Jones Huala explicaba los vínculos de este grupo con la RAM. Para ellos, la explicación radica en el respeto a la aparición de una nueva machi.
Hasta la aparición de la machi Betiana, la relación con estas sanadoras estaba mediada por la cordillera: en Chile nunca dejó de haber machis e, incluso, el sistema de salud formal los acogió. En la década del ‘90, el gobierno trasandino estableció servicios interculturales en las áreas del país donde hubiera población mapuche.
Los mapuches que viven “de este lado de la cordillera”, acuden a ver machis a Chile y vuelven con sus tratamientos. Tanto que en julio de este año, comunidades de la zona de Bariloche tuvieron reuniones con autoridades del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) para avanzar en un protocolo para el traslado de medicinas ancestrales (lewen) a través del paso internacional Cardenal Samoré. Las comunidades denuncian que, entre los tantos agravios hacia su cultura, la Argentina secuestraba y destruía los medicamentos que traían.
La tradición mapuche no está escrita y no tiene reglas que marquen cómo deben ser las cosas. Por ello, aunque la mayoría de las comunidades reconocen a Betiana como una machi en proceso de aprendizaje (machil), algunos manifiestan su rechazo. Esta posición es clave para comprender la génesis de lo que sucedió en Mascardi.
Internas
Los terrenos que reclama María Nahuel y su familia también también son considerados como propio por parte de otra comunidad mapuche, la Wiritray, que tiene presencia en la zona desde hace varias décadas y manejan un camping con el beneplácito de las autoridades de Parques Nacionales. La comunidad Wiritray es la que mantenía entonces diálogo con el Gobierno macrista y con el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).
Todos estos protagonistas se sentaron a la mesa de diálogo que se conformó con posterioridad a la muerte de Rafael Nahuel. A esas reuniones llevaron a la joven Betiana, quién en ese momento tenía apenas 16 años). Estaba vestida con la única ropa que usa desde que comenzó la transformación que la convertirá en machi: pañuelo en la cabeza y un vestido amplio y oscuro atado por una típica trapelakucha (un prendedor metálico). Quienes la vieron dijeron que habló poco pero que igual se sorprendieron por sus rasgos adolescentes y su discurso firme.
Hace algunos años, una machi llegada de Chile vio a la joven y le auguró su destino. Desde ese día, toda la comunidad Colhuan-Nahuel se enfocó en su formación: destinaron recursos para que cruzara la cordillera y se formara con otras machis y depositaron sus expectativas en ella, que hoy se para frente a las autoridades que decidirán el futuro de su comunidad y evaluarán si el fundamento religioso que los llevó a instalarse en Mascardi es suficiente. María Nahuel resguarda a su hija. Ella pone la cara: “Vamos a resistir. Es nuestro territorio”, insistió después de que su familia se partiera en dos con la muerte de su sobrino.
por Marcos Teijeiro y Giselle Leclercq
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