La coronación es un hecho histórico y cultural en el Reino Unido, pero también un acto de naturaleza política. La grandeza de la coronación le sirve, una vez más, a la nación británica para escapar de su aislacionismo, alimentar el imaginario, por un fin de semana, de su pasado imperial y seguir permaneciendo, a través de su “poder blando”, entre las naciones que se disputan el liderazgo mundial.
En medio de la travesía aislacionista y de la grieta al que ha sido condenado el Reino Unido a través del Brexit, sumado a las crecientes tensiones territoriales internas con varias de las naciones que lo componen, como Escocia o Irlanda del Norte, la celebración implica ciertos recaudos y lineamientos. Tanto en el aspecto interno como externo.
Este sábado 6 de mayo en Westminster, se van a reunir casi un centenar de jefes de Estado o primeros ministros de los cinco continentes para respaldar al soberano británico. Frente a unos 2.200 invitados estarán presentes en la coronación, se estima que alrededor de 850 de esos asistentes a la Abadía serán representantes de ONGs, colectivos ciudadanos y toda clase de organizaciones benéficas tanto del Reino Unido como del Commonwealth.
Sin embargo, el Foreign Office, lo que se reconocería como el ministerio de Relaciones Exteriores, cursó las oportunas invitaciones a la práctica totalidad de gobiernos del mundo, pero solo hay tres países a los que se ha ignorado para el convite: Rusia, Bielorrusia y la República Islámica de Irán. Un mensaje sobre la postura británica ante el conflicto bélico en Ucrania. En tanto, Corea del Norte y Nicaragua se les ofreció estar presentes en la ceremonia solo a través de sus embajadores.
Por otro lado, se ha confirmado la asistencia de representantes de altísimo rango de los 54 países de la Mancomunidad de Naciones, de la que Carlos III es líder, lo que incluye a numerosos presidentes y jefes de estado. Los mandatarios de los 14 países que, además del Reino Unido, tienen a Carlos III como jefe de Estado, incluidos el canadiense Justin Trudeau, o los premieres de Canadá o Nueva Zelanda, se encontraban ya ayer en Londres.
La Europa continental, en ese aspecto, estará representado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo, Charles Michel, y siguiendo por los jefes de Estado de Francia, Italia, Alemania o Polonia. El secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, en representación del Papa, será el primer cardenal católico que asistirá a la coronación de un rey británico desde el cisma en la Iglesia, en tiempos de Enrique VIII.
Entre tantos dirigentes, llama la atención la falta del presidente de EEUU, Joe Biden, quien ha delegado su representación en su mujer, Jill. Recientemente, el inquilino de la Casa Blanca anunció que pronto realizará un viaje de Estado al Reino Unido, evitando que algunos dirigentes consideren un desplante a la Corona. Sobre todo, al tratarse de dos aliados históricos que comparten lo que llaman "una relación especial.
Finalmente, tampoco faltarán invitados más incómodos, como el vicepresidente chino, Han Zheng, que ha indignado a parlamentarios británicos por su papel en la represión contra su antigua colonia Hong Kong. En el aspecto doméstico, asistirán políticos poco amigables, como la líder del Sinn Féin en el Ulster, Michelle O'Neill.
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