La mejor forma de medir si un país funciona bien es observar cuánto valúan otros su deuda. Argentina es un caso paradigmático: un país con una historia de default y falta de credibilidad. Si alguien no confía en vos, difícilmente te preste dinero. Bueno, sucede igual a nivel de Estados.
Y aunque uno jamás esperaría que algo así pasara con Francia, la realidad demuestra que incluso grandes líderes pueden perder reputación y enfrentar dificultades financieras. Aunque muchos puedan idealizar a Francia por su historia, cultura y modelos sociales; los mercados lo evalúan como país y, si Francia estuviese “funcionando bien”, su deuda no estaría en la situación que está. La deuda refleja lo que los inversores piensan del país: si le prestan a buen precio, confían; si el costo se dispara, hay alerta roja.
En Argentina, los inversores exigen altos rendimientos. Esto es una señal de falta de credibilidad. Lo mismo aplica a cualquier otro país: si un gobierno gasta más de lo que tiene y no tiene confianza de que lo podrá pagar, los mercados reaccionan inmediatamente. Esta lógica es universal: como con una persona, si no confiás en que te va a devolver el dinero, no se lo prestás; lo mismo pasa entre países.
Hoy, en 2025, los rendimientos de los bonos a 10 años de Francia superaron el 3 %, acercándose peligrosamente a los de Italia, nada menos que su rival tradicionalmente considerado más riesgoso. La diferencia, o spread, con los bonos italianos es de solo 0,14 puntos porcentuales. Esto es inédito desde la crisis financiera global. Francia dejó de ser percibida como prestamista “fijo” y estable. La deuda pública ya supera el 113% del PBI y proyecta alcanzar el 118% en 2026. Moody’s ya degradó la calificación de Francia; entre tanto, S&P y Fitch mantienen una perspectiva negativa. La lógica es clara: hay un desequilibrio estructural. Un Estado con tanto gasto social, como vacaciones generosas, subsidios, privilegios, entre otros, está sin financiamiento sostenible. A eso se suma que sus dirigentes están sólo enfocados en ganar la próxima elección, y esto erosiona la confianza de los mercados.
Grecia enfrentó su crisis de deuda entre 2009 y 2018. El mercado perdió la confianza tras revelar datos maquillados y un déficit real muy por encima del declarado. Las tasas de interés de sus bonos se dispararon, y necesitó rescates internacionales, incluida una quita, un “haircut” en la jerga, del 50% de su deuda con bancos privados. Zambia, un país africano, destinó en 2021 del presupuesto más al servicio de su deuda que a educación, salud, agua y saneamiento juntos. Otro ejemplo de prioridad invertida, sin credibilidad ni sostenibilidad. En muchos países subsaharianos hubo una “explosión de deuda” motivada por ratings bajos y necesidad de financiamiento, lo cual generó un círculo vicioso de altos intereses y pobreza creciente.
Si uno de los pilares de la UE, como Francia, pierde credibilidad y se convierte en prestatario dudoso, se desmorona un pilar fundamental del proyecto europeo. Alemania, el otro gran sostén, también enfrenta desafíos: creciente gasto, compromisos climáticos y sociales gigantescos, y una situación global que demanda cuidado fiscal. La UE tiende a enfocarse en debates teñidos de utopía: qué pasaría si tal fenómeno climático o social ocurre, sin atender los problemas reales y acuciantes hoy. Mientras tanto, se gasta sin control político real para sostenerlo. Puede citarse, por ejemplo, la conocida percepción de que en Francia tienen seis semanas de vacaciones pagadas. Eso es viable si hay sostenibilidad fiscal, si los bonos franceses se encarecen, significa que otros financian ese estilo de vida, y los mercados lo ven.
Si los gobiernos no actúan con responsabilidad fiscal, tarde o temprano los inversionistas lo perciben y ajustan los precios del financiamiento. Argentinos y franceses sufren, aunque en distintas escalas, la misma lógica: si no se confía en vos, pagás más caro o, peor aún, te dejan sin crédito. Si Francia no aprueba su paquete fiscal de €44 mil millones para 2026, por falta de mayoría parlamentaria, el mercado castigará sin piedad. Es esencial recuperar credibilidad: reformas, disciplina fiscal, transparencia. Porque, al final, solo esto influye realmente en los inversores.
Cómo valoran otros tu deuda es una de las maneras más poderosas y certeras para medir la salud real de un país. Francia lo demuestra: un país de historia, riqueza cultural y valor simbólico, puede ser juzgado por los mercados y encontrarse en problemas si descuida la sostenibilidad. Argentina lo tiene más obvio aún con la falta de credibilidad tras sus defaults. Es el reflejo de siempre: préstamos entre personas, préstamos entre países: no prestás si no confiás. Y nadie más lo ve tan claro como el precio de la deuda. Esa es la verdad última del funcionamiento de un país.
Las cosas como son
Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.


















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