Desde que Lázaro Báez abandonó el penal de Ezeiza con rumbo desconocido, gracias al fallo que lo habilita a cumplir el arresto domiciliario sin pagar ninguna fianza, todos reclaman su aparición y especulan con su paradero. Los escraches patoteriles de sus vecinos de Ayres del Pilar le impidieron ingresar en ese barrio cerrado donde lo esperaba su hogar, por lo que tuvo que buscarse otra morada. No es que le falten: el empresario al que sus denunciantes señalan como supuesto testaferro de los Kirchner acumula 1412 propiedades a su nombre, según el peritaje de la Justicia. Pero el problema es que esa sobreabundancia no lo ayuda en las malas.
Veamos si no lo que indican los más recientes trascendidos. El primero que circuló tras el escrache en el country de Pilar aseguraba que Lázaro se había instalado en una casa prestada en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, que pertenecería, según el diario Clarín, a un operador político que no es parte del actual gobierno. En simultáneo, una segunda versión afirmó que Báez iba a refugiarse en un departamento que tiene sobre la calle O’Higgins en Belgrano, lo que motivó un nuevo rejunte de vecinos para darle todo lo contrario a una bienvenida. Hasta hubo tumultos y un trato violento y discriminatorio de los escrachadores con una cronista del canal C5N, Daniela Gian, que solo cumplía con su trabajo de informar. Por último, se instaló la hipótesis de que el empresario estaría escondido en una casa de Cariló, sobre la calle Laurel, que le habría prestado Aníbal Fernández. El intendente de Pinamar, Martín Yeza, dice no saber nada al respecto.
¿Dónde está “Wally” Báez? El juego perverso de buscar y perseguir al socio de los Kirchner divierte a los opositores y preocupa al oficialismo. Y revela, en el fondo, cuáles son los límites precisos de la acumulación de plata y bienes que en los últimos años revisó la Justicia. Aunque Lázaro tenga más de 1400 lugares propios para vivir, debió habitar durante cuatro años una celda de Ezeiza. Y al salir tampoco pudo irse adonde quiso, por la condena social a su figura, sino que aseguran que terminó de incógnito en alguna casa prestada.
No somos nada.
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