En medio de la ficción del Teletrabajo, de este trabajo remoto forzado que estamos viviendo, el tiempo ha dejado de ser cronológico para conformarse como cronoscópico, un presente convertido en un instante electrónico intensivo. Internet y la comunicación en tiempo real nos sumerge en el flow, esa sensación constante de flotar en lo instantáneo. La sociologa Judi Wajcman afirma: “el tiempo tecnológico ya no forma parte del tiempo cronológico y las tecnologías de la velocidad provocan una 'alteración de los sentidos' en la que el espacio real se ve reemplazado por procesos 'en tiempo real'”.
No hace tanto, los comentarios sobre la sociedad posindustrial predecían una “revolución del ocio” impulsada por la automatización en la industria y en el hogar. El progreso económico y la creciente prosperidad liberarían a la gente de tener que centrarse en atender las necesidades de subsistencia y, así, proporcionarían más tiempo libre, pero estas predicciones fallaron.
Los debates académicos sobre el impacto de los dispositivos digitales confirman que nos aceleran la vida, y nos vuelven más atareados. “El tiempo es literalmente dinero, y cuando el tiempo es dinero, más deprisa significa mejor”, explica Wajcman.
A principios del siglo XX, Albert Einstein dijo que el tiempo dependía del observador. Un siglo después algunos científicos han ido un paso más allá asegurando que es el observador quien crea la sensación de tiempo. El físico italiano Carlo Rovelli lo planteó en una investigación que publicó en la web ArXiv en 2015. Un año después lo ratificaron Robert Lanza y Dmitri Podolsky en un estudio de la Universidad de Harvard:
“El tiempo no existe como algo que está ahí afuera corriendo del pasado hacia el futuro. En realidad es una propiedad emergente que depende de la habilidad del observador de preservar la información de los acontecimientos vividos”.
El físico y cosmólogo Stephen Hawking afirmó: “El cerebro es como un programa dentro de la mente y la mente es como un ordenador. Esto implica que en teoría es posible copiar un cerebro, meterlo en una computadora y crear una forma de vida después de la muerte” Ahora bien, ¿que nos pasa en el cerebro durante el ASPO, donde la conexión es al 100%, cuando literalmente estamos “dentro” de la computadora?
Nos urge revisar y actualizar las notificaciones, y la Atención Parcial Continua, (CPA) término acuñado en 1998 por Lidia Stone, se apodera de nuestra vida, y somos todos multitasking. El miedo a no estar conectado, la “nomofobia”, es un trastorno derivado de la dependencia tecnológica que nos conduce a la atención superficial: estoy en todo pero no estoy en nada. España nos cuenta que entre el 6 y el 9% de usuarios de internet puede ser potencial adicto, un dato no menor que se acrecienta en épocas de cuarenta pero ¿por qué?
Porque la tecnología es adictiva y enciende en nuestro cerebro la promesa de placer, el sistema de alarma, que replica en nuestra zona frontal y prefrontal del cerebro, encargada del juicio y del control del comportamiento. El grosor de esta zona se afina y se genera menos glucosa, ésta última es la sustancia que frena los impulsos, entonces se disminuye la capacidad de decisión.
¿Por qué hablamos del síndrome de “zoombitis”? ¿Qué es estar “zoombados”? La escritora Kate Murphy nos dice que las imágenes de videos de los zooms, o webinar, o teams, o cualquier plataforma virtual, están parcheadas, con delays, congeladas y con audios desincronizados que alteran nuestro cerebro. Y al final de las reuniones virtuales nos encontramos agotados “quemados”, en absoluto “burnout digital” (BO.D) ¿Por qué? Durante las reuniones virtuales nos conectamos desde la mente pero nos distanciamos desde lo corporal. Mi cerebro debe decodificar a varias personas conectadas al mismo tiempo, prestando atención a lo poco que veo de ellas, a su tono de voz, a las pocas expresiones faciales que puedo identificar, y muchas veces ni siquiera al resto del cuerpo, porque no se ven las manos, que en comunicación representan un aliado indispensable. Tengo recortado el lenguaje corporal y desde la programación neurolingüística, (PNL), esto es un desconcierto. Durante los encuentros virtuales se producen vacíos, silencios, que nos esforzamos por cubrir para que el otro no los mal interprete. Nos distraemos y la ansiedad nos domina, segregamos mas dopamina en un campo de visión cerrado, de interacciones digitales alejadas de la realidad, muchas veces en una falsa sensación de felicidad, una ilusión Por eso en el TRF, “trabajo remoto forzado”, nos agotamos y perdemos la noción del tiempo cronológico, viviendo el cronoscópico.
Desde la provención, aplicar el método GNT , Método de Gestión Neurotic, nos facilita la armonización, la humanización de la tecnología, a través de pausas activas, donde partiendo del conocimiento del cerebro podemos aprender a respirar, meditar, practicar yoga, mindfulness, y ser creativos desde la programación neurolingüística y el pensamiento lateral. El teletrabajo no implica mayor carga de trabajo, el teletrabajo seguro, es una modalidad que bien utilizada nos produce beneficios y mejora nuestra calidad de vida, nos tenemos que entrenar y capacitar para poder liderar este cambio y optimizar el contacto con la tecnología sin perder nuestra humanidad. Las TIC son un instrumento que, bien usado, se hace sustentable.
Viviana Laura Diaz, abogada, CoFounder y Directora Académica de GNT Mentoría Neurodigital. Autora de "Teletrabajo y Neurotecnología : una guía imprescindible para gestionar el Trabajo 4.0".
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