Wednesday 8 de May, 2024

PERSONAJES | 18-10-2023 12:13

Néstor Fabián: “Comencé a dar serenatas a los 12 años”

El cantante comparte su difícil historia de vida luego del fallecimiento de sus padres y recuerda con amor a Violeta Rivas.

Michelangelo, es históricamente, uno de los emblemas del tango y el folclore argentino “for export”. Meca porteña de la sofisticada categoría conocida como “shows para turistas” que suelen incluir la posibilidad de cenar. Aunque en su caso fue mucho más que eso. La construcción data de 1849 y el subsuelo atesora huellas del tiempo de la Colonia. Allí, en San Telmo, por este restaurante y teatro de la calle Balcarce, pasaron grandes figuras y conjuntos del espectáculo y la música argentina de las últimas décadas del Siglo XX. Desde Amelita Baltar, hasta el Sexteto Mayor, además de Osvaldo Agri, Leopoldo Federico, Mariano Mores, Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Jaime Torres, María Martha Serra Lima y Sandro, entre muchos otros. Es un sitio tan icónico que el legendario Astor Piazzolla, le dedicó el tango “Michelangelo 70”, en su disco “Adiós Nonino”. 

Es lógico entonces, que allí se presente como figura central, Néstor Fabián, próximo a cumplir 85 años y con su vozarrón intacto. Cantor de raza, admirado por sus pares y querido por el público, representa toda una época de nuestra ciudad. Aún sigue maravillando al público, tanto por su virtuosismo como por su gran manejo del escenario y la enorme capacidad para emocionar. Actúa cada noche junto a un sexteto dirigido por Nicolás Ledesma, acompañado por la cantante María Pisoni y cinco parejas de bailarines. 

En esos acogedores ámbitos, en el que todas las paredes respiran historia, se desarrolla la sesión de fotos y la charla con NOTICIAS. Sencillo, franco, divertido y, sobre todo, generoso al compartir sus vivencias, este gran artista derrocha bonhomía y sabiduría de vida. 

Noticias: ¿Por qué aceptó actuar en este renovado espacio?

Néstor Fabián: Fui uno de sus primeros cantantes, en el año 1967, cuando el dueño era Hiriberto Isaac. Entonces, existían tres escenarios con diferentes propuestas de tango, folclore y jazz. Pero también había muchos espectáculos, sobre todo en avenida Corrientes, y acá no venía nadie, porque ni siquiera acudía el turismo. Recuerdo que el tipo decía, “pensar que me estoy gastando toda la guita”. Se lamentaba todos los días. Lo vendió y lo compraron los Donadío, dueños de una fábrica de envases de lata en Avellaneda. Y empezó a venir la gente. Así que soy de la primera “horneada” de Michelangelo. ¡Cómo no iba a aceptar!

A sabiendas que sus orígenes están ligados al barrio, basta formularle la pregunta para que su prodigiosa memoria comience un extenso e íntimo relato y que vale la pena conocer en todos sus detalles. Más cuando es un ejemplo viviente de resiliencia y humanidad: “Nací en un conventillo que había entonces, acá cerca, en Humberto Primo 924. Ahí la gente era muy solidaria, ningún chico pasaba hambre, porque todos sabían las necesidades de cada familia. A mí me veían y me decían: “Está muy delgadito”, y me daban aceite de hígado de bacalao”, recuerda. 

Noticias: ¿Cómo fue su infancia?

Fabián: Mi mamá falleció cuando yo tenía seis años. Cuando nació mi último hermanito, prácticamente se quedó en el hospital. La saludé desde el parque del hospital. Le hice un gesto con la mano y no la vi nunca más. Y mi papá falleció tiempo después, cuando yo tenía diez. Entró por un problema estomacal y no salió. Quedé solo, porque mis otros hermanitos ya estaban adoptados. Me iba a Constitución, abría puertas, o me iba a la pizzería Marín. Tal vez no me daban plata, pero me daban una pizza, o una fainá. Esa Marín tenía unas empanadas gallegas que yo me moría por comerlas. Después dormía en los vagones de los trenes. Es muy feo vivir en la calle.

Noticias: ¿Cómo salió de esa situación?

Fabián: A los 12 años comencé dando serenatas. Me apodaban Cholito, porque entonaba: “Qué te parece Cholito, qué te parece”. Recién a los 18 tuve documentos porque me crió una mujer de Avellaneda, Rosita, si no, iba a parar a un reformatorio. Ella me salvó la vida. Era muy solidaria y amiga de Aníbal Troilo, Tania y tantos más. Daba clases de espiritismo, una genia. Llegué a la casa de Rosita por su sobrino, cuando yo cantaba en un teatro independiente. En el entreacto de la obra que se llamaba, “Virgencita de madera”, interpretaba “La vieja serenata”. Ahí la conocí, me invitó a almorzar, me rescató. Tenía otros chicos adoptados, llegaban pibes que les faltaba de todo. También ayudaba al Hospital de Avellaneda, a los bomberos, ¡qué ser humano! En un momento me la vi mal y le dije: “Me pasa esto y lo otro” y me dijo: “Quedate tranquilo, que acá hay un lugar también para vos”. Y me quedé. 

Noticias: ¿Cuándo comenzó a cantar profesionalmente?

Fabián: A mí me fascinaba cantar, me paraba a escuchar a los más grandes en mi barrio cuando daban serenatas. Primero di una prueba con (Aníbal) Troilo a los dieciséis. Fíjese qué responsable era que me llevó al Hospital Fernández para que me viera un especialista, un otorrinolaringólogo, y determinara si mis cuerdas vocales soportaban el trabajo que iba a tener en lo sucesivo. El profesional le dijo que todavía era muy chico para tanto esfuerzo. Que podía cantar en concursos y serenatas como lo hacía, pero que no se convirtiera en un trabajo, cantando en las radios, en clubes, en giras, porque no era conveniente. 

Noticias: Eso podía haberlo amedrentado, ¿qué hizo entonces?

Fabián: Cantaba igual, en las cantinas. Ahí conocí a Norberto Aroldi (actor, autor y director). Fue el que me llevó a dar la prueba con Mariano Mores, en Canal 7. Mariano me dice “¡Qué lindo color de voz! Ya te voy a llamar.” ¡Y me llamó, al día siguiente! Porque el sábado tenía un programa. Es decir, la prueba había sido un miércoles y me llamó el jueves porque le habían conseguido un programa para el fin de semana”. Justo tras esa audición surgió, de casualidad, su nombre artístico: “Le dije que me llamaba José Cotelo, pero me contestó que tenía que cambiarme el nombre. Entonces me acordé de un hombre que se llamaba Fabián. Y le pregunté a uno que estaba al lado mío cómo se llamaba su hijo. Néstor, me contestó. 

Su característico buen humor se atenúa, su voz se tiñe de emoción y un dejo de tristeza atraviesa su mirada, sólo cuando menciona a la gran cantante Violeta Rivas, ícono de la música nacional. Fue el amor de su vida, y con quien formó una de las parejas más emblemáticas del ambiente artístico. Fallecida por una afección renal, en 2018, desde hacía un tiempo atrás padecía Alzheimer. 

Noticias: Imagino que esa situación fue difícil.

Fabián: Fue muy difícil. A veces le daba un beso y ella me decía: “Cuidado, que nos ve la gente”. Y, por ejemplo, no era tan elegante como antes. Los jueves cenábamos con un grupo de amigos y ella cantaba conmigo, correctamente, sin problemas. Pero después, en otra oportunidad, directamente no se acordaba de nada, no quería comer y la teníamos que llevar al dormitorio. Por ahí tampoco podía caminar sola. 

Noticias: Muchas familias optan por internar a las personas que transitan esa enfermedad. ¿Cómo fue en su caso?

Fabián: Dije que mientras pudiera, ella iba a estar conmigo porque la iba a cuidar como nadie, y así fue. Tengo amigos a cargo de geriátricos, inclusive en el que estuvo Cacho Fontana, donde me ofrecieron llevarla y darle la mejor atención, pero no, le brindamos mucho amor en el hogar y eso fue clave. Es la única fórmula: el amor. Funciona. Mi nieta y mi hija la mimaban. Muchas veces no nos conocía, pero tenía ratos de lucidez; hacíamos reuniones con amigos en casa para que estuviera contenida y le brindaran cariño. A veces los miraba extrañada, pero no importaba, recibía de todos más y más amor. 

Noticias: Lo más doloroso debió ser la recta final.

Fabian: Así es. Un mes antes de morir, hubo que internarla porque en casa ya no se le podían dar las atenciones que necesitaba por más buena voluntad y amor que uno tuviera. 

Noticias: ¿Cuáles son los mejores recuerdos que atesora?

Fabián: Muchos. Ella me llamaba “Néstor”, pero cuando me decía “José” era porque estaba enojada. Cocinaba muy bien, el tiramisú era su especialidad. Más que al cine, le gustaba ir al teatro, porque ella empezó cantando ópera. Disfrutamos juntos tres años de novios y cincuenta y uno de casados. Llegó Analía Verónica, nuestra hija amada, que ahora ella me cuida con mi nieta Zoe. Con ellas hoy comparto la vida bajo el mismo techo. 

Noticias: ¿Dónde encontró la fuerza para seguir cantando?

Fabián: Cuando falleció Violeta, yo no sabía dónde estaba. Poco a poco me fueron llamando. Primero de Mar del Plata, después de otros lugares y finalmente, Luis Macchi, el dueño de Michelangelo. Un hombre que se preocupa por el artista y siempre me pregunta “¿Estás conforme?”. ¡Claro que sí! En este lugar me siento y me tratan como en mi casa. Todos, desde el portero a los mozos, me demuestran cariño. Entonces, estar cantando aquí es maravilloso. Lo único que le pido a la vida es salud, lo demás se arregla.

 

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Alejandro Ullúa

Alejandro Ullúa

Periodista crítico de televisión.

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