En 1949, el profesor estadounidense Joseph Campbell presentó la idea del “camino del héroe”. Se trata de uno de los esquemas narrativos más repetidos a lo largo de la historia, en el que el protagonista del relato vive una serie de sucesos que lo hacen realizar un viaje no solo geográfico, sino sobre todo interior. Porque aunque el trayecto de este personaje suele terminar en el mismo lugar donde comenzó, la persona en la que se convierte para lograrlo es totalmente distinta a la que inició la aventura.
A la historia de Nicolás Zaffora este esquema le cierra perfecto. Su recorrido de vida no solo podría inspirar una película o un bestseller, sino que además de alguna forma contiene este retorno circular, en el que un oficio sirvió de puente entre pasado y presente: la sastrería. Aquel arte que Nicolás aprendió a sus 19 años, cuando decidió ordenarse como monje, es el que perfeccionó y sofisticó para llegar a ser hoy el sastre más reconocido del país, con boutique propia en la calle Arroyo y un listado de clientes tan exclusivos como secretos.
Noticias: ¿Cómo llega alguien a ser monje?
Nicolás Zaffora: En mi caso, fue una necesidad de contención. Tenía 15 meses cuando perdí a mis padres, quienes eran montoneros y fueron desaparecidos. En ese momento, mis abuelos, militares y que seguían viviendo en Azul, de donde eran mis papás, nos llevaron con mi hermana mayor a vivir allí. Eran personas muy esforzadas, pero su comunicación era muy torpe. Casi nada afectuosa, no había un abrazo, una palmadita. Habían tenido padres tremendamente estrictos y no tenían herramientas para contener ese salto generacional. Por eso, mi mayor interés en el monasterio era pertenecer a una comunidad. Se estaba fundando cuando lo conocí, y su fundador era una figura paterna muy carismática. Sin embargo, todo lo que buscaba se desdibujó al tiempo, porque este hombre resultó ser un perverso con rasgos psicopáticos. No llegaba a ser dañino físicamente ni había abuso sexual, pero sí había abuso de autoridad cotidiano. Todas las prácticas monásticas eran seculares, había hasta autoflagelación y trabajos forzosos con castigos de no comer.
Noticias: ¿Cómo logró salir de eso?
Zaffora: Fui bastante resistente, hasta que me di cuenta de que estaba a punto de quebrarme psicológicamente. La verdad es que ingresé al monasterio en contra de toda mi familia. Hasta los 21 no tenía la emancipación, por lo que necesitaba una autorización del juez de menores de Azul para entrar, y la fui a pedir. A la vez, cuando empecé el Liceo Militar, el colegio al que fui antes, mis tutores pasaron a ser mis tíos, un hermano de mi mamá y su mujer. Ella cumplió un rol fundamental en mi vida, no había podido tener hijos y nos llevábamos muy bien. Y antes de entrar al monasterio, mi tía me dijo que el fundador le parecía nocivo y que aunque me dejaba ingresar, necesitaba empezar terapia en paralelo. Cumplí con eso todo el tiempo que viví en el monasterio, lo cual me brindó un espacio de reflexión. Pero tardé cinco años en contarle lo que sucedía… Y así empecé a darme cuenta de la necesidad de salir de ese ambiente y pude cortar uno de los últimos hilos que me venía sosteniendo.
Noticias: ¿Rescata algo de la experiencia además de haber aprendido sastrería?
Zaffora: No era el sastre que soy hoy, pero me dio las bases. También logré un increíble nivel de introspección, tanto espiritual como reflexivo. Me permitió aprender y transformar el dolor en sabiduría. También identificar a esos psicópatas que están por todos lados, como el perverso o el narcisista, y a dejarlos de lado.
Noticias: Tenía 28 años cuando dejó el monasterio. ¿Qué lo esperaba afuera?
Zaffora: Si bien mi núcleo interior estaba intacto, porque pude decidir cambiar las cosas con la dignidad que merecía para mi vida, estaba muy lastimado y golpeado. El capitalismo me resultaba muy agresivo. Venía de un monasterio y de un contexto en el que lo más básico se me proveía, entonces no encajaba en esa idea de que me tenían que pagar por algo que pudiera hacer. Para colmo, tenía el bagaje pesadísimo de no querer obedecer más.
Noticias: ¿Entonces?
Zaffora: Entendí que tenía que transicionar hacia un empresario o un emprendedor. Tuve algunos trabajos y comencé a sobrevivir con lo mínimo de lo mínimo. Me llevó cinco años decidir que quería ser sastre. Y comencé en mi casa, invirtiendo US$90 para una máquina de coser y un tablón de asado en el que cortaba. Después alquilé un local chiquito en el que estuve cuatro años. Y hoy estoy cumpliendo ocho en este local de la calle Arroyo.
Noticias: ¿Cómo fue ese reencuentro con el oficio?
Zaffora: En la primera etapa seguía yendo a trabajar con un sastre, porque tenía que pulir mi técnica. Aprendí las bases y después me largué solo a equivocarme y aprender. Tuve un gran trabajo con la frustración, porque la santidad es la perfección, y venía de años de eso.
Noticias: ¿Le costó encontrar clientes para algo tan exclusivo?
Zaffora: Estoy haciendo un negocio totalmente fuera de época y creciendo todos los años en un país quebrado. Me da mucho orgullo poder decirlo. Me da la certeza absoluta de que soy bueno en lo que hago. Hoy hago unos 140 trajes por año.
Noticias: Mantiene una gran discreción sobre quienes le compran, ¿por qué?
Zaffora: Es una praxis ancestral. La sastrería es bien europea, y la meca de la sastrería es Londres. El aristócrata inglés tiene para sí mismo que la marca no hay que mostrarla. He conocido señores que van a sastrerías de Savile Row, la calle donde están las más importantes y antiguas, y le piden al sastre que no le ponga la etiqueta de la casa. Ese es el nivel de discreción.
Noticias: ¿Pero podríamos describir un perfil de clientes?
Zaffora: Quedó muy reducido a un nicho, lo mismo que la alta costura francesa. Tantas horas de trabajo y tanta cualificación se vuelven costosas, sobre todo comparado con algo que está hecho rapidito… Hoy quedamos relegados a dos perfiles. Uno es el profesional, que sigue utilizando un uniforme de trabajo que por la calidad y el género le da un rango alto. Y luego está el perfil estiloso, porque podemos hacer prendas que no se encuentran en ningún lado.
Noticias: Si bien el traje como lo conocemos existe hace muchos años, también se ha acomodado a las tendencias. ¿Qué impera hoy?
Zaffora: En 2010 se dio un efecto único en la historia, porque había cantidades increíbles de elastano y las prendas comenzaron a hacerse ajustadas como nunca antes. Cualquier cosa pasó a ser una calza de bailarina, tanto el jean como el pantalón de vestir. Los pantalones eran muy ajustados, los sacos eran ajustados y más cortos, ceñidos al antebrazo, y la solapa jugaba a ser solapa y no lo era, porque era muy finita. Pero desde 2018 empezamos a ver a los dandies europeos con el pantalón recto con pinzas de tiro alto y el saco no tan corto, un poco más largo pero entallado, con la manga menos ajustada y una solapa que volvió a ser solapa. Eso se ve hoy. Pero hay una moda atemporal y un pantalón correcto del traje. Porque podés ver una foto de Sean Connery haciendo de James Bond y está impecable.
Noticias: Empezó a hacer trajes para mujeres, ¿en qué difieren?
Zaffora: El cuerpo de la mujer tiene otras líneas, y son más abruptas. Esa ropa de hombre con diseño de hombre, con solapas de hombre, con bolsillos de hombre, hay que adaptarla al cuerpo de la mujer. Y eso es lo que me gusta hacer. Después, por algún fenómeno que no logro dilucidar, ese traje con toda esa masculinidad logra un efecto potenciador de la feminidad. Quizás por el opósito se logre potenciar…. También es cierto que el traje genera seguridad e impacto. Es una prenda que tiene muchísimos siglos de desarrollo sobre el mismo cuerpo, ninguna otra tiene tantas mentes puestas en ella. Entonces es difícilmente superable.
Noticias: ¿Se está perdiendo la elegancia en Argentina?
Zaffora: Muchísimo. Se está perdiendo el sentido común. En los hombres es muy patente. Lo que distingo en los últimos años, muy marcado post cuarentena, es que para todo es muy fácil manotear remera, zapatilla y jean, no importa la ocasión o el roce social. No me parece un problema de poca monta, porque hay toda una serie de buenas costumbres forjadas en los últimos siglos que no tienen por qué perderse. Si salís a comer una vez cada tanto, ¿hace falta que te vistas igual que cuando sacás a pasear al perro a las 12 de la noche?
Noticias: ¿Podría identificar a una persona elegante de Argentina?
Zaffora: Hay personas no tan conocidas pero que lo son. Por ejemplo, Javier Iturrioz, un arquitecto que me gusta mucho como se viste. Es de esas personas que te da gusto cruzarte. Jorge Lanata tiene un buen estilo. Propio, ajustado para mostrarse de una forma específica. No sé si lo llamaría elegante dadas sus costumbres, pero tiene un estilo muy bien logrado y pulido.
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