Hoy ocurrirá un encuentro significativo. El Papa Francisco se sentará en el medio de un escritorio en el Vaticano, y a un lado tendrá a Michelle Bolsonaro y del otro a Fabiola Yáñez. Son las Primeras Damas de Brasil y Argentina, respectivamente.
El evento, organizado por Scholas Ocurrentes, la fundación pontificia, servirá como un importante gesto de deshielo en la agrietada relación entre Jair Bolsonaro y Alberto Fernández. El cruce se dará en la misma semana en que la Iglesia local, que Bergoglio maneja como un experto ajedrecista, había reunido al mandatario saliente con el entrante, en Luján. El Pontífice, otra vez, volverá a desplegar la creciente influencia de su sotana blanca sobre la región. En especial, en la tierra que lo vio nacer.
A diferencia de lo que ocurrió durante el macrismo, en el que gran parte de sus miembros no consideraba al Papa argentino como un factor de poder o no le daba importancia, con el nuevo gobierno ocurre todo lo contrario. El Presidente suele contar a los suyos como su primer encuentro con Francisco, en enero del 2018, lo “reconcilió con la Iglesia”, y la influencia política e ideológica que tiene en su cabeza el Pontífice.
Regalo antigrieta. Si se observa lo que ocurrió esta semana parece claro: no sólo por el trascendental encuentro entre Macri y Fernández en Luján y tampoco por el debut oficial de Yáñez como Primera Dama en el Vaticano, sino también por la llamativa ausencia del debate sobre la despenalización del aborto en su discurso de asunción. Eso ocurrió en la misma alocución en la que el Presidente mencionó en varias oportunidades a Francisco. ¿No mencionar el aborto fue un cálculo estratégico? ¿Hasta donde tuvo que ver el Papa? No parece casual, entonces que Fabiola le vaya a regalar hoy a Francisco el cádiz que se usó en la misa de Luján a la que fueron el presidente saliente y el mandatario electo. Mensaje anti grieta de parte de Fernández que le va a gustar a Bergoglio.
En el bando albertista aseguran que la última comunicación directa entre ellos fue un saludo por la Navidad pasada, que Fernández le envió a Bergoglio. Sin embargo, hay varios canales informales entre ellos que están activos. Desde la Iglesia reconocen que la misa “antigrieta” de Luján fue un evento calcado de las ideas que suele predicar Francisco, aunque se resisten a afirmar explícitamente que el hecho fue una idea de él. En esos pasillos eclesiásticos, sin embargo, saben que el Presidente de la Conferencia Episcopal, el hábil Oscar Ojea, jamás toma una decisión significativa sin consultar antes a su amigo y mentor. "Francisco nos puede ayudar a recuperar la Patria", le dijo Ojea a Crónica en una entrevista en el Vaticano, la única que dio en el 2019. De cualquier manera, los hechos son indudables: Francisco se hace sentir. Como si fuera poco, en su primer acto oficial como ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié, aseguró el miércoles 11 en España que su gestión, con la aprobación de Fernández, va a estar inspirada en el "Laudato Si", la encíclica de Francisco.
Las raíces que cruzan al hincha de San Lorenzo más conocido con el nuevo Gobierno no son sólo esas. Se sabe que Martín Guzmán, el ministro de Economía, cuenta con la aprobación santa. Los que presenciaron la primera reunión entre ellos, en mayo, cuentan que el encuentro fue casi milagroso. Es que el funcionario, que fue al Vaticano a acompañar a su mentor, el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, entró casi de rebote a la reunión con el Papa y los directores de Scholas Ocurrentes, los argentinos José María del Corral y Enrique Palmeyro. Cuando estaba por comenzar el encuentro en Santa Marta, Palmeyro, viejo amigo de Guzmán, se dio cuenta que este podía aprovechar su inglés fluido para facilitar el diálogo entre Stiglitz y el Papa, y lo hizo pasar a la habitación casi como traductor. Desde entonces, aseguran que Francisco “quedó encantado” con el ministro, y en aquel entonces tomó forma la idea de armar el Primer Encuentro Intercultural de Jóvenes, el evento por el que hoy Yáñez se encuentra en el Vaticano. Si no hubiera sido por el perfecto inglés de Guzmán, o por que CFK no aprobó la designación de Guillermo Nielsen en Economía, hoy no se estaría hablando de este vínculo. Sorpresas da la vida.
Mientras la influencia de Francisco se hace sentir en su tierra, las negras también mueven. Guillermo Olivieri, que otra vez volvió a ser el secretario de Culto -fue el hombre que le recomendó, en el 2017, a su amigo Fernández que le envie un mail a Francisco para comenzar una relación-, ya tiene en algún lugar de su cabeza la idea de organizarle un viaje a Fernández a la Santa Sede el año que viene.
Felipe Solá, el canciller, fue aún más lejos. Le contó al periodista Edi Zunino, en su programa “Desde el barro”, el “plan” para traer a Francisco. “Me muero de ganas de conocerlo, y le haría bien a Argentina que venga el Papa. Quiero que venga. En su momento, había pensado en una inmensa misa en La Matanza, otra en la 9 de julio, otra en Salta, una Córdoba y una más en la Patagonia. Argentina va a ser una antes de que venga el Papa y otra después de que se vaya”, dijo. Sin embargo, desde la Iglesia fueron tajantes. “Solá puede decir lo que quiera, pero no está en la cabeza de Francisco hoy venir a Argentina”.
La posibilidad de que Bergoglio regresara a su país en el 2020 parecía, hace unos meses, cercana. Hoy esa idea se enfrió. En el mundo eclesiástico aseguran que tiene que ver con un histórico viaje del Papa a China, que lo tiene desvelado, y que no tiene nada que ver con las señales pro aborto que dio el albertismo. Desde la Rosada prefieren mantener en reserva sus opiniones sobre el aplazado viaje.
A cinco días cinco dias de soplar 83 velitas, y en la semana en que se cumplen 50 años desde que se ordenó como sacerdote, Francisco maneja los hilos de la Iglesia local y de su creciente influencia en el país con soltura. Está recargado.
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