En política, la peor combinación es la de un candidato debilitado y un escándalo en plena campaña. Y es exactamente lo que enfrenta Javier Milei con José Luis Espert, su principal carta en la provincia de Buenos Aires. El economista liberal, que en otros tiempos fue socio político díscolo y crítico del propio Milei, hoy es el nombre que encabeza la boleta libertaria en el distrito más grande del país.
Pero lo hace con más enemigos que aliados dentro de su propio espacio y con un frente externo que no perdona: denuncias por financiamiento espurio, encuestas en caída y una interna que ahora el oficialismo intenta sofocar: la decisión del presidente de mostrarse el próximo martes en San Isidro junto a Espert no figuraba en la agenda original. Se resolvió de urgencia, tras una semana en la que distintos sondeos marcaron que la brecha con el peronista Jorge Taiana se habría vuelto a estirar a 13 puntos, cuando días atrás se había logrado acortar a 8. En el laboratorio electoral libertario, ese retroceso encendió todas las alarmas: si Buenos Aires se convierte nuevamente en derrota catastrófica (como lo fue la del 7 de septiembre), el golpe político alcanzará de lleno a la gobernabilidad de Milei.
El problema de fondo no son sólo los números. A las tensiones habituales se sumó la filtración de que Espert habría recibido, en su campaña presidencial de 2019, 200 mil dólares de "Fred" Machado, un empresario ligado al narcotráfico investigado en Estados Unidos.

La denuncia —difundida NOTICIAS— reavivó sospechas y colocó al candidato en el peor lugar posible: el de tener que explicar vínculos non sanctos cuando su partido se presenta como adalid de la lucha contra el delito y el Estado mafioso. Milei salió rápido a responder: calificó la acusación de “chimento de peluquería” y la atribuyó a una operación K. Pero lo que en boca presidencial suena a minimización, en boca de sus estrategas es un grito de auxilio.
Hasta Karina Milei, que desde siempre rechazó la candidatura de Espert, debió aceptar la orden de cerrar filas. La secretaria general de la Presidencia había intentado bloquearlo como cabeza de lista y marginarlo de la mesa de campaña, pero la realidad electoral la forzó a ceder. “Karina nunca lo quiso, siempre desconfió”, admiten en el oficialismo. Pero hoy la prioridad es otra: evitar la fuga de votos y contener el derrumbe en el distrito clave.
El operativo blindaje tiene varias capas. La primera es simbólica: la foto de Milei y Espert juntos. La segunda es comunicacional: entrevistas cuidadosamente pautadas, un discurso presidencial que insiste en la narrativa de la “operación política” y la multiplicación de contenidos en redes que apuntan a victimizar a Espert frente al ataque opositor. La tercera es territorial: recorridas programadas en el Conurbano y en ciudades del interior bonaerense, con la presencia activa del presidente para darle oxígeno a una candidatura que, sola, no termina de despegar.
El riesgo, claro, es que el blindaje se vuelva contra el propio Milei. De todos modos, Milei no tiene muchas opciones. Tras la derrota del 7 de septiembre, lo que está en juego es más que un puñado de bancas en el Congreso. Es la capacidad de sostener la narrativa de cambio frente a un electorado volátil y castigado por la economía.
por R.N.














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