El proyecto de Ganancias no es uno más en la vida política de Sergio Tomás Massa. Es por impulsar esa ley que en el 2013 se cruzó feo con Cristina Kirchner, lo mismo que le pasó tres años después con Mauricio Macri, con quien hasta entonces mantenía una alianza táctica. El que mejor resumió el peso político que tiene la medida a la que Diputados le dio media sanción fue Máximo Kirchner. “Con esto que vamos a votar, Sergio nos rompió el culo en su momento”, dijo en una reunión entre ellos dos y la cúpula de la CGT el 9 de marzo, en el Congreso. Aunque todos se rieron de la ocurrencia del jefe del bloque, a nadie se le escapa que detrás de la broma hay una realidad: son ideas como la de Ganancias las que ayudan a definir las elecciones, punto en el que coincide hasta la oposición que la votó en bloque. Y con las legislativas a la vuelta de la esquina, la figura que se asoma es la del único que lidera un espacio no cristinista dentro del Frente de Todos, el que hasta ahora logró salir bien parado de las frecuentes escaramuzas dentro del Gobierno, el último de la cúpula del oficialismo que mantiene un aceitado vínculo con el jefe de la oposición, y del que nadie sospecha que en un futuro quiere ser otra cosa que no sea Presidente. Sergio Massa está acumulando poder.
Media sanción. La idea surgió en una larga sobremesa en la casa de Eduardo “Wado” de Pedro en San Telmo, en diciembre del 2020. Fue algo parecido a una ironía del destino: fue “Wado”, luego de un arduo trabajo junto a Graciela Camaño, quien logró reunir a Massa y Máximo cuatro años atrás, en su despacho en el Congreso. En aquel entonces los cuatro eran diputados y, aunque pertenecían a espacios distintos, tenían que ponerse de acuerdo en cómo encarar la ley de Ganancias que querían impulsar, en pleno auge del gobierno macrista. Ese fue el primer encuentro entre el hijo de CFK y el tigrense, luego de varios años de guerra abierta, en los que La Cámpora había compuesto el hit “todos los traidores se van con Massa”, gentileza devuelta por el tigrense que los acusaba de “ñoquis”. Pero el espanto une más que el amor y, amén de la intervención de algún chiste ocasional de “Wado” y Camaño para distender la situación, fue gracias a aquel proyecto que se empezó a formar un binomio de poder que hoy ya es un clásico del Gobierno.
Quizá de este primer encuentro se hayan acordado los tres comensales en aquella cena en San Telmo. Sobre la mesa figuraban las encuestas cualitativas que todos siguen con atención y que mostraban, sin lugar a debates, que la clase media estaba alejándose cada vez más del Frente de Todos. Ahí Massa sacó a relucir su histórico caballito de batalla y los otros dos dieron el visto bueno. No deja de ser interesante el dato de que el líder del Frente Renovador primero acordó con Máximo y “Wado” -cristinismo puro- y recién a los 15 días le llevó el plan a Alberto Fernández a la residencia presidencial de Chapadmalal, en pleno enero. Acá el entorno presidencial presenta una visión ligeramente distinta: dicen que el mandatario veía “desinflada” a la figura de Massa, que por eso buscó darle un respirador político a un aliado fundamental del oficialismo y le “entregó en bandeja” el triunfo. El orden de los factores puede alterar el resultado, algo que marcaría la diferencia entre un Presidente que va a la cabeza de los acontecimientos y otro que va haciendo pie como puede. Debates para los historiadores del futuro.
De cualquier manera faltaba el visto bueno final de la dueña de los votos. Eso ocurrió en una cena el domingo 7 de febrero en Tigre, a la que también se sumó Malena Galmarini. Fue la primera de las ocho reuniones que mantuvieron la vicepresidenta con Massa entre ese mes y el presente. Aunque ya los equipos de ambos están acostumbrados a ver a los dos principales vecinos del Congreso cruzarse para encuentros mano a mano, no deja de sorprender la sintonía fina en la que anda la relación entre ambos: además de las reuniones -la del 1° de marzo, según reveló el periodista Ivan Shargrodsky, duró seis horas-, hablan todos los días por teléfono.
CFK, que mantuvo con Massa un enfrentamiento histórico desde que dejó su gobierno -hasta en la campaña del 2019 le había dedicado algunas chicanas-, parece haber dado vuelta la página. De hecho, ya hay algunos albertistas que empiezan a seguir este reestrenado binomio de reojo. Esos temores de trasnoche tienen alguna lógica, si se entiende que la ex presidenta encumbró a Alberto Fernández para hacer lo que ella no podía o no quería hacer, como cerrar con Massa (que en aquel momento aportó un caudal de votos indispensable para la victoria): si Fernández era un instrumento para abrir el Frente y sumar a otros, pero principalmente al pope del Frente Renovador, ¿qué podría ocurrir si la vicepresidenta se convenciera de que en un futuro puede saltar al intermediario y delegar, directamente, en Massa? O, mejor dicho: ¿qué es lo que aporta Alberto que no puede aportar el tigrense? Ahí está la clave del misterio, y la respuesta parecería ser que Cristina deposita en el actual Presidente -o al menos lo hizo en el pasado- una confianza que no tiene -o al menos no la tenía en el pasado- con el titular de la Cámara. Si este vínculo cambia, algo de lo que los ocho encuentros en los últimos dos meses podrían dar alguna señal, todo puede cambiar.
Juramento. La sesión de Ganancias fue, además, la última de Martín Soria como diputado. Más allá de a quién va a responder el nuevo ministro de Justicia, hay algo irrefutable: los últimos reemplazos del Gabinete salieron de la Cámara baja (además del rionegrino, se fue Pablo González a YPF y Darío Martínez a la secretaria de Energía). El massismo se envalentona con convertirse en la cantera del oficialismo. “¿Por qué se piensan que salen todos de acá? Es que esto, que lo dirige Sergio, es lo que mejor funciona dentro del Frente”, aseguran.
De cualquier manera fueron días movidos dentro del Frente Renovador. El propio Alberto Fernández, en la larga semana en donde no se definía el reemplazo de su ¿ex? amiga Marcela Losardo, nombró en una entrevista con C5N al diputado Ramiro Gutiérrez como uno de los que podría quedarse con el cargo. Aunque es más que probable que el Presidente lo haya destacado porque ambos, abogados los dos, compartieron largas charlas sobre el Derecho y el futuro de la Justicia en los años en que estaban en el Frente Renovador, esa posibilidad abrió un rompecabezas dentro del espacio del tigrense. Es que esa propuesta se podía convertir perfectamente en un caballo de Troya, algo de lo que Massa y los suyos eran plenamente conscientes: ese ministerio es un lugar clave para CFK, y de hecho lo tiene intervenido de facto por Juan Martín Mena, Horacio Pietragalla y María Laura Garrigós de Rébori.
La habilidad con la que el presidente de la Cámara pudo zafar del convite explica el resto del presente de él dentro del oficialismo. Solo da puntadas con hilo. Da pocas entrevistas y cuando lo hace marca posición: tilda de dictadura al régimen venezolano y provoca la ira del cristinismo en general y el “aliciacastrismo” en particular, deja traslucir sus ideas sobre el manejo de Seguridad, distintas a las que tiene Sabina Frederic, o intenta tender puentes con la oposición cuando gran parte del oficialismo se levanta en pie de guerra. Y esos son solo los temas que hace públicos. Puertas para adentro, Massa no comparte la avanzada oficial sobre el fiscal Carlos Stornelli -compañero de veraneo en Pinamar, a quien ha defendido en público en más de una ocasión-, la agrietización del oficialismo, cómo se manejaron con la expulsión de Ginés González García (el jefe de gabinete del entonces ministro, Lisandro Bonelli, era del Frente Renovador), algunos “desaprovechamientos mediáticos” del Presidente -como los define-, ideas poco meditadas como el viaje presidencial a Chubut, y también algunos puntos espinosos de la reforma judicial, que ya tiene media sanción en el Senado y espera que Diputados la impulse. Por ahora, parece, para esta ley no dan los números.
Aunque todos estos tópicos no son nuevos en su agenda, el tiempo es todo en política. Massa está con el reloj, uno que tiene la marca del 2023 en el fondo, en la mano. “Sergio ya se sintió campeón dos veces y las dos veces terminó besando la lona. De eso aprendió y ahora se maneja distinto, vive el día a día, lo disfruta más, y, sobre todo, ya no se apura”, cuenta uno de sus íntimos, sobre las aspiraciones presidenciales de su amigo. Son temas que, dan fe en la Quinta de Olivos, ha charlado con el propio Alberto en una de las tantas comidas que comparten cada diez días, mano a mano. Desde aquellos jardines se cuenta que Massa le aseguró en alguna ocasión a Fernández que si él piensa reelegir -algo puesto cada vez más en duda dentro del oficialismo-, el tigrense haría todo lo que esté a su alcance para que suceda, pero que si da un paso al costado, está listo para la tarea.
Massa, en la entrevista con NOTICIAS, da su versión: “Hoy ni pienso en eso, mi líbido está puesta en el Congreso y en sacar las leyes que el país necesita. Además, todos en el Frente trabajamos para consolidar la figura de Alberto”.
“Mi amigo Horacio”. Cuando Massa era jefe de Gabinete solía tener que lidiar seguido con las bromas que le hacía Néstor Kirchner sobre su amigo. Era la contracara exacta de lo que le pasaba a Rodríguez Larreta, que soportaba las chicanas del entonces del jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri por la misma razón. Desde entonces pasó más de una década pero nada cambió: ambos siguen mantiendo una fluida relación, hablan cada semana e incluso compartieron algún asado veraniego.
En estos días los llamados entre ambos se volvieron a activar. Es una idea que terminó de definirse luego del encuentro en la noche del sábado 28 junto a Martín Guzmán y Máximo en el Congreso: el Gobierno estudia negociar con el FMI un plan de pagos con plazos mucho más extendidos que los que tiene hoy, en el que incluso algunos sueñan con convencer al Fondo de aceptar que la deuda se le devuelva de acá a 20 años. Para eso, teniendo en cuenta que en las próximas dos décadas es más que probable que se sucedan gobiernos de distinto tipo, es clave el apoyo de la oposición, y en particular del que parecería ser el líder de la misma. La tarea de Massa será convencer a Larreta, quien quedó profundamente dolido con el Ejecutivo luego de la pelea por la coparticipación de la Ciudad. Hubo, es verdad, un guiño: luego del aniversario del golpe, en el que el jefe de Gobierno porteño contó la historia del secuestro de su padre, CFK sacó un tuit elogiando la posición de Larreta frente a la dictadura. Massa, rápido de reflejos, retuiteó a la vice. Amigos son los amigos.
Ese pedido de apoyo a la oposición ante el FMI es un tema que también habló con Máximo y “Wado” De Pedro en el almuerzo que compartieron con Alberto Fernández el martes 30. Esa tarde todos, salvo el Presidente, se reunieron en la Casa Rosada con Jorge Macri y Cristian Ritondo. Se había rumoreado que Larreta iba a asistir pero finalmente no sucedió.
2021. El tigrense tiene guardados algunos proyectos más para este año, con foco en las Pymes y en la clase media. Esto también fue algo charlado en la cena de fin de año con “Wado” y Máximo, donde se planteó incluso hasta el armado de las legislativas. Se acordó intentar consensuar listas en donde sea posible -Buenos Aires estaría dentro de este pelotón- y en los distritos que no se pueda dirimirlo en las PASO. En Capital, por ejemplo, Massa ya tiene candidatos: irá con el economista Matías Tombolini y el abogado Juan José Tufaro, mientras que se adivinan otras internas en Salta y Chubut. Aquella provincia es un caso especial: el líder del Frente Renovador quedó molesto con su otrora compañero de banco en la facultad, el ahora gobernador Mariano Arcioni. Lo había llamado para que se baje de la comitiva presidencial que terminó siendo apedreada, pero el chubutense hizo caso omiso y no lo escuchó. El que avisa...
Hasta que lleguen las PASO, Massa, que solo se desconecta de la política cuando los domingos se va a nadar al Delta, intentará seguir haciendo equilibro dentro de la agitada coalición. A esta altura ya es un experto.
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