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CULTURA | 08-06-2017 17:33

Zunino: "No creo en literatura apartada de la realidad"

En su primera novela, el periodista devela secretos y misterios de la actualidad nacional. Conspiraciones, corrupción, crímenes y pasiones irrefrenables.

"No creo en una literatura apartada de la realidad”, declara Edi Zunino (54) y su definición encaja a la perfección con su historia profesional. Periodista de larga trayectoria, jefe de redacción de la revista NOTICIAS y autor de investigaciones como “Patria o medios”, “Periodistas en el barro” y “Cerrar la grieta” suena lógico que su primera incursión en la ficción atraviese las tramas y conflictos de la reciente política argentina. Su flamante novela se llama “Locos de amor, odio y fracaso” (Planeta) y llega esta semana a las mesas de las librerías. En ella, otro periodista, Mito Valdivia, deambula angustiado por un Buenos Aires secreto y escribe incansablemente la “Primera enciclopedia sobre el fracaso nacional”.

Ficción en clave, los nombres de muchos de los protagonistas son fácilmente reconocibles. Un recurso que permite al autor poner en escena teorías difíciles de probar, que explican algunos de los misterios de la historia reciente del país. Entre ellos, la muerte de El Procurador, el crimen o suicidio capaz de destruir el gobierno de La Jefa.

La sombra de Roberto Arlt, “verdadero culpable de todo este lío” (según reza la dedicatoria con la que Zunino abre el libro), y sus “siete locos” invoca ese límite difuso en que la realidad nacional se transforma en un espacio irracional en el que todo puede pasar.

Diferente pero parecido, Valdivia –como Zunino– tiene una vocación incansable por su oficio de periodista. Una mirada sobre lo real entrenada en la desconfianza que espera, casi sin querer, que el futuro sea diferente. O mejor.

El origen de su vocación, su pasaje al campo de la literatura y sus lecturas de la realidad del país en un diálogo a fondo con Edi Zunino.

Noticias: Después de escribir periodismo toda tu vida, ¿por qué te pasaste a la ficción?

Zunino: La Argentina es ficción. Es un invento, lleno de narraciones entrecruzadas y en permanente confrontación. Vivimos en un país en el que vuelan bolsos llenos de guita por encima de los tapiales de los conventos. Los principales líderes de la argentinidad han tenido relación con brujas araucanas, mapuches, espiritistas, con mentalistas, asesores espirituales, tarotistas y eso nos compone. Si nuestros líderes son un poco lo que somos nosotros, esto es un país de locos, hecho en una pesadilla. Tenemos que hablar, a esta altura del partido, de por qué fracasa la democracia. Está cumpliendo 34 años y cada vez dan peor todos los indicadores, pero nadie le pone el cascabel al gato. Todos tienen soluciones mágicas, promesas que no cumplen. Mi generación entró a la primaria con un país que tenía 4 o 5 por ciento de pobres. Ahora estamos condenados a tener un tercio de la población por debajo de la línea de pobreza. Si eso no es el fracaso nacional, ¿de qué estamos hablando? No puede haber tanta gente yendo al psicólogo o estar tan de moda las neurociencias si nos fue bien. Nos fue para el culo. Nadie plantea la conversación desde ese punto de partida. Mito Valdivia, el protagonista de mi novela, sí.

Noticias: ¿Por qué los personajes de “Locos de amor odio y fracaso” tienen nombres en clave?

Zunino: Porque es ficción. El que quiera ver realidad en este libro tiene todo el derecho de hacerlo, pero es ficción. Uno está saturado por información que no termina de procesar y Mito Valdivia, el protagonista, es la excusa para desagotar estas intrigas, piezas importantes del fracaso nacional. Valdivia está escribiendo la “Primera enciclopedia sobre el fracaso nacional” que tiene más de 3.000 páginas. La dedicatoria a Roberto Arlt no es ociosa. Mito Valdivia piensa que el peronismo es un acto impune de plagio a Roberto Arlt, que lo inventó 16 años antes de que empezara. En “Locos...” hay una actualización de los siete locos, multiplicados en dos grupos: la Logia del Seis Doble, por un lado, un grupo de viejos conspiradores; y la Juventud Movimiento73, otro grupo de jóvenes militantes, muy activos en las redes sociales. Los viejos conspiran para que no vuelva “la Jefa”, Catalina Hortigoza, y los jóvenes conspiran para que se vaya “el Ingeniero”, Patricio Month, que es presidente. Los dos grupos con los que Valdivia interactúa son de seis y cuando él está con ellos, suma siete. Valdivia tiene algo de Remo Erdosain, el protagonista de “Los siete locos”. Ambos se preguntan qué es la angustia. Erdosain suponía que era una masa gaseosa que invadía las ciudades y al bajar a una determinada altura nos contaminaba. Valdivia refuta esa teoría y busca explicaciones más científicas.

Noticias: La novela se mete con muchos de los temas políticos de los últimos años, ¿te permitís aquí decir cosas que no podrías comprobar en tu trabajo periodístico?

Zunino: La realidad en la que vivimos y mi propio trabajo periodístico contaminan de principio a final esta novela. Sí, supongo que hay una visión del mundo parecida a la mía y hay una visión de la realidad parecida a lo que estoy convencido de que ocurrió. De todos modos, en esta era de inexistencia de verdades absolutas y de dudas en cuanto a determinadas situaciones, la ficción ayuda a desentrañar qué es lo que verdaderamente pasó. Me van a ver a mí en todos los personajes. Me van a querer encontrar en Mito Valdivia.

Noticias: ¿Él  es como vos? ¿O es una construcción a partir de varios periodistas?

Zunino: Yo fui Mito Valdivia. Mientras estaba en la colimba usé como seudónimo este nombre para mis primeras notas. Pero Valdivia es también el periodismo en crisis de identidad a partir de un hombre que está en un lugar importante en la profesión, a una edad muy significativa después de los 50. Cuando yo escribí “Periodistas en el barro”, me metí mucho en la vida de otros colegas. En los agradecimientos del final, tuve un reconocimiento para Jorge Lanata, Daniel Hadad, Marcelo Tinelli y Jorge Rial, porque al haberme ocupado con tanta profundidad de sus “ciencuentazos”, daba la sensación de que a mí con los cincuenta no me había pasado nada. Valdivia está entre un grupo de viejos, los de la Logia, que piensan el futuro de un modo retrógrado, piensan el futuro como un pasado; y un grupo de jóvenes que reivindican el pasado de una manera infantil. En medio de esa contradicción está Valdivia. Por otra parte, él es cordobés, yo no. Es morocho, mide 1,90m, es muy exitoso con las mujeres y sabe manejar. Le pasan infinidad de cosas que a mí no me pasaron. Importan mucho sus sueños, son un mecanismo, según él, de chequeo periodístico infalible.

Noticias: Por otra parte es un personaje tierno. Siente dolor por la pérdida de su mujer, está angustiado.

Zunino: La palabra más mencionada en el libro es angustia. La angustia es el mal de la época, y en la propia estructura y en la propia definición del mal, me encontré con Arlt y con Remo Erdosain. La “rosa de cobre” de Valdivia es una máquina de proyectar sueños. Él quiere inventar eso, pero también como Silvio Astier (de “El juguete rabioso”), que quería inventar una máquina de contar estrellas, él quiere inventar una máquina de contar pecas, porque le gustan las minas a rabiar.

Noticias: ¿Siempre quisiste ser periodista?

Zunino: Quería ser locutor pero me bocharon en el ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) y ese mismo día me fui caminando y me anoté en el Instituto Grafotécnico, que era la única escuela de periodismo que había en Capital en ese momento. Mis primeras notas profesionales las hice antes de entrar a la “colimba”. Mi primera nota fue en el diario “La Voz”. Antes había hecho la revista “Retruco” con Jorge Fernández Díaz (escritor, periodista de La Nación y Radio Mitre), Gustavo González (actual director periodístico de Editorial Perfil) y Darío Gallo (hoy al frente de Clarín.com), que fue mi primera experiencia vocacional. Ellos eran mis compañeros del Instituto. Era un momento de moda de las revistas subterráneas, por debajo de una realidad represiva. Cuando escribí “Periodistas en el Barro”, Jorge Fernández Díaz me dio una idea. Yo iba a hablar sobre gente tan importante que algo no me cerraba. ¿Quién era yo para meterme con esos bronces del periodismo? Resolví ese conflicto contando en el prólogo quién era yo. Hice el servicio militar en 1982, en el año de la guerra. Era soldado aeronáutico. Cumplí destino en el Estado Mayor General Conjunto. Allí se reunía la conducción de la guerra: Galtieri, Costa Méndez y demás. Se reunían en el mismo piso donde yo cumplía servicio. Yo asistí al suboficial que cargaba las bandejas con bebidas y saladitos para las reuniones donde se decidía la guerra. Y en esas bandejas, mientras duró su gestión, iba una botella de Johnnie Walker, Etiqueta Roja, que al cabo de dos, tres, cuatro horas, volvía vacía. Mucho tiempo después vi a Sabat caricaturizando a Galtieri con un vaso de whisky en la mano y mi fascinación era: “¿Cómo sabe un dibujante que Galtieri toma whisky?”. Leyendo esto, Fernández Díaz me dijo: “Vos tenés que escribir algo sobre un joven colimba que quiere asesinar a Galtieri”. Compré esa idea y Valdivia en la novela lo planifica.

Noticias: ¿De verdad se te ocurrió matar a Galtieri?

Zunino: No me hubiera animado. Pensaba “a estos tipos habría que matarlos”, porque te hacían sufrir mucho. Y eso que yo hice una colimba privilegiada y no fui a la guerra. A la distancia no me hubiera parecido mal querer envenenar el whisky del dictador. Porque fue también parte del fracaso nacional con apoyo popular. Tres días antes del desembarco en Malvinas hubo una huelga muy grande de la CGT con una represión salvaje. Mucha de la gente que estuvo en ese combate contra la dictadura sindical, a los tres días estaba aplaudiendo a Galtieri. El fracaso nacional no depende solamente de la locura de los líderes sino también de las alucinaciones místicas de la sociedad.

Noticias: ¿Tuviste siempre la fantasía de escribir otra cosa?

Zunino: Los que trabajamos en NOTICIAS nos formamos en la admiración del “Nuevo Periodismo”, que toma la literatura para contar la realidad (Tom Wolfe, Gay Talese). Nosotros le dimos a la narración un sentido periodístico, que no fuera sólo el chequeo del dato. Por eso entramos en contradicción con la nueva lógica de Internet, donde se escribe poco, fácil y cortito y mal. Antes escribí tres libros periodísticos. En ellos, cualquier bache narrativo o falta de inspiración se cubrían con un papel al lado de la mesa. En la ficción sos libre de esas ataduras. Podés desarrollar personajes completamente ficticios, a medias ficticios o casi reales y circunstancias que darlas por hechas en un tono afirmativo sería ilógico, suicida. Los periodistas muchas veces nos ocupamos de temas que terminan influyendo en las libertades de las personas, hay cosas que no podemos dar sí o sí por hechas. Mito Valdivia es respetado y odiado. Los buenos periodistas son respetados y odiados. Decir la verdad es muy antipático muchas veces. Pero hoy la percepción reemplazó a la información.

Noticias: ¿Eso es la post verdad?

Zunino: Hoy la llaman así. Es producto de ciertos embrutecimientos. A mi me entusiasma mucho la revolución tecnológica, pero embrutece. La simplificación embrutece. Cualquiera dice cualquier cosa. En el imperio de las redes sociales cualquiera es periodista y eso no es verdad. Tal vez desaparezca el periodismo, pero no se habrá muerto la ambición de buscar la verdad. Nosotros trabajamos de buscar la verdad, pero no la verdad filosófica, buscamos la verdad de los hechos, de los acontecimientos. El ocultamiento de la verdad para superarla desde la creencia es un fenómeno cultural, internacional, muy propio de este Occidente que está convencido de que ganó la batalla para siempre con la caída del muro de Berlín. La utopía de la equidad no está resuelta en el mundo, el capitalismo no la resolvió y nuestra democracia no la resuelve.

Noticias: ¿Te podés ver en el futuro como alguien que se dedica a los libros?

Zunino: Disfruto mucho escribiendo. Pero el proceso final del trabajo me hizo sentir que yo estaba donde no tenía que estar, todo el tiempo. Cuando estaba encerrado escribiendo había gente que se juntaba, comía, se divertía y había momentos en que añoraba estar ahí. Y cuando rompía la barrera y me sumaba, me parecía que tenía que estar con Mito Valdivia, peleando esa historia.

Noticias: ¿Si escribieras una segunda novela te la imaginás más apartada de la realidad?

Zunino: Yo no creo en una literatura apartada de la realidad. Creo que la literatura habla de la realidad pero en un lenguaje donde toca una cuerda distinta. El fondo de todo es lo mismo: es el sentido de la vida, el futuro, del pasado, nuestro fracaso, la construcción de nosotros mismos, la felicidad, la paz, la igualdad.

Noticias: Además de Roberto Arlt, ¿a qué otros escritores tuviste en la cabeza?

Zunino: A mí me gustaba mucho Quique Fogwill. En “Locos…” hay también alguna evocación de Chandler, García Márquez y Borges. Aparte de haber sido un Zunino el que se quedó con “El Aleph”. Pero no tengo el Aleph en el sótano de mi casa, porque vivo en un monoambiente.

Noticias: Vos, como Mito Valdivia, tuviste un período militante.

Zunino: Valdivia era un “trosko” peronista, adhería a Abelardo Ramos. Yo milité en el Partido Comunista desde que salí de la colimba hasta casi el año '90.

Noticias: ¿Por qué te fuiste del PC?

Zunino: El PC tuvo una influencia cultural bastante importante en la Argentina. La tendencia de la juventud era hacia la izquierda. Tenía además antecedentes familiares. Mi abuela era del partido, de la vertiente de los vecinalistas. La militancia para mí fue una gran escuela, mi verdadera universidad. En la militancia aprendí que el poder es antes que nada una enfermedad. Soy de una generación a la que se le cayó el muro de Berlín en la cabeza. Dejé la militancia a los 28 años y abracé al periodismo definitivamente. Occidente no entendió todavía el sentido y los efectos de la caída. Una generación murió en ese intento y una generación nació sin haberlo visto. En las últimas tres décadas no hubo ideas nuevas. Estamos absortos por la tecnología que te saca tiempo para pensar. La producción intelectual de las últimas tres décadas fue paupérrima. Tal vez ya empiece a ser una mirada de viejo, pero no creo en el pasado como solución y me entusiasma el “piberío” pero no la soberbia ni la estupidez.

por Adriana Lorusso

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