Elisa Carrió emprende el viaje de Rosario a Córdoba por la autopista 9, el martes 23. Acaba de ser noticia nacional por fustigar al socialismo, y el peronismo de la provincia vecina espera para ver cuál será su reacción allí con una mezcla de ansiedad, indignación y adrenalina. Eso genera “Lilita” en la oposición, pero también en el oficialismo. “Si a Bonfatti le dijo narco, a Schiaretti le va a decir que es una célula de Boko Haram, como mínimo”, dice un funcionario provincial un tanto divertido, antes del arribo de la cofundadora de Cambiemos.
Finalmente Carrió no se refirió a Schiaretti, pero el exabrupto no estuvo ausente: fue hacia José Manuel De la Sota, el ex gobernador fallecido en un trágico accidente en septiembre. “Gracias a Dios murió De la Sota, porque ahí sí iban a saber lo que era una denunciadora serial”, dijo generando algunas risas de los que estaban en el auditorio de Cruz del Eje, pero la indignación del resto del arco político nacional. Lo hizo de nuevo.
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Recargada. Antes de que Mauricio Macri comenzara el operativo reconquista de los radicales, desde la Casa Rosada llamaron a Carrió, que estaba recluida en su hogar con una erupción en la piel. No querían que la diputada interfiriera en el plan de Macri. “Lilita” prometió hacer silencio, a pesar de odiar al radicalismo, hasta que pasaran las Pascuas. El inconveniente fue que cuando salió al ruedo, el lunes 22, lo hizo con los tapones de punta.
La de Carrió es una campaña paralela. Tiene algunos de los códigos esenciales de Cambiemos, pero está distorsionada completamente por su interpretación. “Lilita” llega a las provincias, acompaña a los candidatos y asegura el centro de la escena. Pero a veces se puede pagar un precio muy alto. Su declaración en Córdoba contra el fallecido De la Sota la dejó aislada. Nadie del oficialismo salió a bancarla. Es que los funcionarios nacionales están demasiado agotados y ocupados en otros asuntos. Pero incluso Mestre se animó a largar públicamente lo que muchos deslizaban por lo bajo: “No queremos otro Herminio Iglesias quemando cajones”. Y Rogelio Frigerio se comunicó con Candelaria de la Sota, la hija del ex gobernador, para “ponerse a disposición”.
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“Lilita” reapareció y dejó varias polémicas en la mesa. Como el video que se viralizó en las redes, donde se la ve consumiendo siete pastillas seguidas mientras Negri daba un discurso. Su entorno fue el encargado de atajar las consultas de los periodistas: “Dicen que estaba dopada, una pavada. Toma pastillas para la diabetes y para controlar la presión, entre otras cosas”, aseguró un “lilito”.
Ironías. Luego hubo más perlitas. En el Congreso se excusó diciendo que tenía “inestabilidad emocional desde los dos años”, pero que los reproches son por su condición femenina: “Cuando una no obedece a los hombres, está loca”. Pidió disculpas en las redes sociales, pero la hija de De la Sota no lo considera suficiente y planea llevarla a la Justicia.
Después siguió con su show. Se acostó en el suelo de la Cámara, apoyó los pies en la pared y tuiteó: “Acá estoy tirada por los golpes del kirchnerismo”.
En Diputados, la viuda de De la Sota dijo que sus palabras habían sido altamente agraviantes. “Desde ayer a la tarde que estoy tratando de encontrar un adjetivo calificativo para eso y no puedo. Es increíble”, dijo visiblemente ofendida. Pero “Lilita” no la escuchó. Ya se había retirado del recinto.
La campaña solitaria de Carrió no hace más que complicar el armado de Cambiemos, que para colmo viene a los tropiezos por culpa de la inestabilidad cambiaria y la crisis social. Sus exabruptos hacen reprogramar agendas. Por ejemplo, la de María Eugenia Vidal: a la gobernadora su círculo íntimo le recomendó que no vaya a Córdoba: “Pero Negri es mi amigo, se lo debo”, insistió la gobernadora. “Te vas a transformar en la cara de la derrota. Menos podés ir después de lo de Carrió, no tenés que andar dando explicaciones por lo que hizo ella”, le insistieron. Desde el comité de campaña cordobés seguían anunciando la llegada de Vidal, aunque, al cierre de esta edición, nadie en La Plata lo daba como un hecho.
Romper o no. En su afán de protagonismo, Carrió puede atentar contra Cambiemos. La última amenaza sucedió horas antes del cierre de listas en Córdoba. La mesa chica, reunida en la Quinta de Olivos, había decidido que el candidato a gobernador sería el intendente de la capital provincial, Ramón Mestre. Para convencerlo a Mario Negri de ceder en sus pretensiones, tenían un amplio abanico de posibilidades: desde la promesa de ser presidente de la Cámara de Diputados hasta la posibilidad de una candidatura como vice de Macri. Habría tiempo de evaluarlo.
Sin embargo, “Lilita” le metió un cachetazo al castillo de naipes que venían levantando. En la noche del viernes 8 de marzo, horas antes del cierre de listas, se acercó a Olivos y puso condiciones: “Si bajan a Mario, salgo de acá y rompo Cambiemos ya”, sentenció. No les dejó opción. Negri confirmó su candidatura, Mestre también y el que se resquebrajó fue el partido en Córdoba.
Luego, el clima se calmaría por algo más de un mes, mientras estuvo en su casa. Pero “Lilita” volvió a aparecer y otra vez agitó la escena política.
Factor Schiaretti. La frase deCarrió por la muerte de José Manuel de la Sota creó indignación en el peronismo, pero también aumentó la sensación de que la elección en Córdoba ya estaba definida a favor del actual gobernador, Juan Schiaretti.
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Por eso, en Alternativa Federal ya comenzó a armarse un operativo que puede servir de relanzamiento, el 12 de mayo, cuando las PASO muestren un contundente triunfo.
Nadie quiere perderse la oportunidad de estar cerca del ganador. Incluso, una parte del peronismo se animó a ir un paso más allá: proponer a Schiaretti como el candidato nacional de la coalición peronista. Por ahora, al menos, en Córdoba no lo ven factible.
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