En un café de Buenos Aires, a dos cuadras de la embajada de su país, uno de los jefes de las legaciones diplomáticas de las naciones del G7 descarta que por motivos geopolíticos el directorio del FMI, donde las siete potencias desarrolladas dominan, aprobase hacee un año –el 20 de junio– el mayor préstamo de su historia para la Argentina. ¿El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quería proteger a su aliado Mauricio Macri frente a las pretensiones chinas y rusas en el tablero latinoamericano? El diplomático responde que no sólo están en juego los intereses de empresas e inversores en deuda argentina sino también el destino de una economía que pese a sus recurrentes crisis aún es la 25º del mundo, tras caer del puesto 21º por la devaluación de 2018.
Para evaluar cómo le fue a la Argentina en el primero de los tres años del 27º acuerdo que firmó en seis décadas con el Fondo Monetario Internacional, y para avizorar qué puede pasar en los próximos dos, NOTICIAS viajó a Nueva York, la capital financiera mundial, para auscultar a analistas y banqueros que siguen el devenir del país con la virtud de la perspectiva y la dificultad de los 8.500 kilómetros de lejanía. También sondeó cómo lo ven en Washington las propias autoridades del FMI y expertos que estudian al organismo. Y por último consultó en Buenos Aires al ministeriable de Economía de un eventual gobierno de los Fernández, Guillermo Nielsen, y a economistas de consulta tanto de la administración de Mauricio Macri como del Fondo. La conclusión: un año después, la economía está peor, pero podría encontrarse aún más caída e inflacionada sin el Fondo y hay variables que están mejor, pero el futuro promete ajuste, venga quien venga, aunque con modos diversos.
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En la avenida Broadway y la calle 116 está la Universidad de Columbia. Allí, Irene Finel-Honigman, profesora de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos, estudia lo que ella considera el “resurgimiento del FMI”. Entiende que su compatriota Christine Lagarde ha cumplido un rol “extraordinario, brillante” en los ocho años que lleva al frente del Fondo, sobre todo por “cómo ha cumplido con su misión de dar estabilidad financiera” en los países del sur de Europa, aunque admite que el ajuste “se aplicó con demasiada rapidez y dureza y golpeó a algunas naciones más que a otras”. De todos modos, opina que el FMI está “más flexible” que antes. Pero el entusiamo se le acaba cuando se pregunta por la Argentina: “Es el país de la crisis perpetua. Desde los 80 se han probado reformas y políticas de estabilización, pero no funciona. Desde una perspectiva global, es una tragedia. La Argentina reaparece siempre como el mayor problema cuando la economía mundial va mal”.
En la Escuela de Negocios de Columbia investiga el economista argentino Martín Guzmán, coautor de artículos sobre Latinoamérica con el Nobel Joseph Stiglitz. Justo por estos días se encuentra en Italia, pero escribe por WhatsApp su análisis del país bajo el programa del Fondo: “Le ha ido mal. El programa monetario pone limitaciones a la capacidad de política fiscal, y ese combo generó una profundización de la recesión, además de ser inefectivo para lidiar con el problema inflacionario. Fue revisado varias veces por la rápida diferencia observada entre proyecciones y resultados. Y no funcionará para estabilizar a la Argentina. Por el contrario, está conduciendo al país a una crisis de deuda”.
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El Gobierno prevé que en 2020, el país necesite renovar US$ 11.100 millones de deuda en el mercado y conseguir allí 5.200 millones nuevos, aunque para eso deberá bajar el actual riesgo país (839 puntos, es decir, 8,39% de sobretasa por encima de lo que paga Estados Unidos para endeudarse). Pero el diario El Cronista advirtió este 17 de junio que el Ejecutivo requerirá 2.000 millones más. Si se supera el desafío de pagar a los acreedores privados, vendrá en 2022 y 2023 el reto de devolverle al FMI 45.000 millones de los 57.000 millones que habrá prestado entre 2018 y 2020 (el 90% de ellos desembolsados en el actual gobierno). La deuda pública asciende a un elevado 80% del PBI, aunque el 30% está en manos de organismos públicos del país y, por tanto, se puede refinanciar con facilidad, según la calificadora de riesgo crediticio Moody’s.
Política. Sobre Broadway pero a veinte cuadras al sur de Columbia, otra profesora de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos, la argentina Victoria Murillo, apura una gaseosa en el café Filicori. “Se da una situación atípica: con este acuerdo con el FMI, con una inflación del 200% y una caída del 3% del PBI en cuatro años y un dólar que subió de 9 a 46 pesos, no debería esperarse una reelección, pero es insólita la capacidad de Cristina (Fernández de Kirchner) de generar esa posibilidad. La candidatura presidencial de Alberto Fernández le da algo de moderación, pero habrá que ver cómo impacta la de (Axel) Kicillof a gobernador. Igual, gane quien gane va a tener que reestructurar la deuda y hacer más ajuste. Macri sería reacio a renegociar porque sería reconocer que se endeudó mucho. Fernández no podrá hacer populismo porque no hay plata para redistribuir, pero hará otro tipo de ajuste, distinto del de Macri, que es cortar todo menos los planes sociales para que no les corten las calles".
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"Fernández tendría más changüí porque culpará a la herencia y porque el PJ tiene más diálogo con los sectores populares, la CGT y el Congreso. Pero deberá demostrarle a Wall Street que él es el presidente y se movió al centro”, analiza Murillo. Es que los inversores especulativos, aunque estén desilusionados con Macri, le tendrían más paciencia a él que a Fernández. De los inversores reales, por ahora, ni hablar. Ya nadie se ilusiona con lluvias que traigan producción y desarrollo, como esperaban Macri, Daniel Scioli y Sergio Massa en 2015. Sólo hubo inundación de deuda, que dejó a fondos especulativos con pérdidas y al país, ahogado. Por algo Macri debió recurrir al salvavidas del FMI.
Del Upper West Side cruzamos el Central Park al aristocrático Upper East Side, donde tiene oficinas José Barrionuevo, CEO de la consultora Blackspark Capital, uno de los tantos que por aquí están enojados con Macri. “Es un presidente populista que hizo un ajuste fiscal marginal y no quiso hacer las reformas estructurales que se necesitan, como la laboral, la previsional y la tributaria, porque tenían un costo. Me sorprende que el FMI permita una política monetaria débil con una tasa de interés del 70% que hace insostenible la deuda del Banco Central. El acuerdo va a tener que cambiar: no hay manera de pagarle primero al FMI antes que a los acreedores. El próximo gobierno deberá hacer cambios estructurales porque no los hizo el actual, que era el que tenía que hacerlos. Lo grave es que la gente piensa que el Gobierno hizo reformas, pero no hizo nada”, apabulla el mexicano Barrionuevo.
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A dos estaciones de subte, en el cool Greenwich Village, está la New School, universidad donde enseña Historia el argentino Federico Finchelstein. “No parece que los acuerdos con el FMI hayan mejorado la posición de la Argentina en el mundo”, hace memoria Finchelstein. “Lo que se ve es un gobierno que recurrió a viejas recetas sin presentar ideas nuevas. El resultado fue más de lo mismo. La propuesta kirchnerista de volver a su respectivo pasado tampoco presenta algo novedoso para sacar al país adelante”, sentencia.
Crédito. Para hundirnos más nos vamos al sur de la isla de Manhattan, al distrito financiero, piso 41 de la calle Water número 55. Oficinas de la agencia de riesgo crediticio Standard & Poor’s (S&P), con vista de rascacielos. El jefe global de las calificaciones de deuda soberana es un correntino, Roberto Sifón Arévalo. “Lo primero que hay que comprender es el rol del FMI: está para evitar crisis de la balanza de pagos. Es decir, te ayuda cuando tenés un infarto, pero no te asegura que puedas ganar un maratón. En general, a los países que tuvieron acuerdos con el FMI les fue bien mucho después de salir de ellos y porque encararon reformas que decidieron por sí mismos. Sin el Fondo, en la medida en que tenías salida de capitales y devaluación, hubieses tenido una crisis similar a la actual pero más acelerada. Hubieras podido pagar la deuda porque el mercado seguía abierto, pero con más dificultad”, plantea Sifón Arévalo.
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Un año después, la Argentina “todavía sigue complicada”, reconoce el ejecutivo de S&P, que califica la deuda del país con una B, igual que las de Pakistán, Honduras, El Salvador o Zambia. “Hubo cosas que mejoraron con Macri, como el Indec, se salió del cepo. El problema es que hubo dos que no pasaron: la baja de la inflación y la llegada de inversiones productivas y de infraestructura. Gane quien gane va a tener los mismos problemas. Si hay continuidad, el tiempo estará de su lado. Si no es así, el que venga deberá tomar medidas rápido para que el mundo te dé un poco de tiempo. En los inversores de frontera, que son los que miran a la Argentina, no los fondos de pensiones, habrá nerviosismo entre agosto y octubre, por lo menos. En las últimas presidenciales de México, el mercado estaba muy nervioso, pero se tranquilizó cuando la noche de la victoria (Andrés Manuel) López Obrador dio un discurso bien claro a favor de la independencia del banco central. Después, si no podés cumplir con el FMI, vas a tener que renegociar. El Fondo está cambiando y conoce los grados de libertad que tienen los gobiernos, pero algún costo político vas a tener que pagar, como Grecia”, advierte Sifón Arévalo.
En el mismo barrio está Moody’s, que califica la deuda argentina con una B2, igual que Nicaragua, Camboya, Camerún o Ruanda. “No tenías alternativa del FMI: ¿de dónde ibas a sacar 40.000 o 50.000 millones de dólares para pagar la deuda?”, espeta el analista para la deuda argentina, Gabriel Torres, graduado de la UCA. “O convencías mágicamente al mercado o debías ajustar más. Por eso, el acuerdo con el Fondo fue positivo. Sin él, hoy tendrías una crisis más fuerte. La caída del PBI de 2018 fue similar a la de 2014. No es que sea bueno. Tampoco se resolvieron todos los problemas”, admite Torres. Claro que en 2015 la economía se recuperó y, en cambio, en 2019 caerá por segundo año consecutivo, por primera vez desde 2002.
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Para largo. El ejecutivo de Moody’s prevé que, dado el monto histórico del préstamo del Fondo, tendrán que renegociarse los pagos y “habrá acuerdo por unos cuantos años más”. “Si Macri gana las elecciones, no querrá renegociar las metas fiscales”, opina Torres. Macri se comprometió a bajar el déficit fiscal primario (antes del pago de la deuda) del 2,5% del PBI en 2018 al 0% en 2019, aunque tiene permiso para desviarse al 0,5%. En 2020 ha firmado que el próximo gobierno conseguirá un superávit del 1%. Para ello, o crecen la economía y, por consiguiente, la recaudación, o sobrevendrá un mayor ajuste. Es que además el déficit fiscal financiero (tras abonar los intereses de la deuda) ascendería este año al 3,6%, según el sondeo de FocusEconomics en el mercado.
“La economía comenzará a recuperarse lentamente y en 2022 se verán las condiciones para conseguir en el mercado lo que se le debe al Fondo”, se ilusiona Torres. “Quizás no necesites 45.000 millones de dólares sino la mitad y la otra te la refinancia el FMI. Si la Fed (Reserva Federal de Estados Unidos) baja la tasa, tendrás un escenario externo más benigno para financiarte. Muchos países manejan una deuda del 80% del PBI, siempre y cuando no vuelvas a tener un déficit alto. Además esa relación va a bajar en la medida en que crezca la economía. Si gana la oposición y quiere más plata del FMI para pagar vencimientos de deuda de 2020, tendrá que aceptar metas y reformas. Si lo que quiere es acotar la meta de superávit a 0,5%, puede que logre un acuerdo. Pero seguro que van a incluir algún tipo de reforma inevitable como la del insostenible sistema jubilatorio. Es posible que las reformas sean distintas según gane uno u otro”, sopesa el analista de Moody’s.
Lobo. Un banquero de Wall Street, que prefiere el anonimato especula con que si Macri vence, el riesgo país bajaría a 500, lo que facilitaría el financiamiento de empresas e infraestructura, aunque advierte: “Igual deberá hacer reformas estructurales porque sin ellas, la economía no crecerá y si no crece, deberá reestructurar la deuda o pedir más plata a organismos multilaterales, EE.UU. o China”. ¿Qué pasaría si triunfan los Fernández? “Por lo que dicen, bajarían la tasa de interés, algo que es necesario para recuperar la economía. Dejarían que el dólar suba para tener un tipo de cambio bien competitivo y le echarían la culpa del salto inflacionario al pasado. Con el impuesto inflacionario y una desindexación del gasto, sobre todo en seguridad social, podrían mostrarle un ajuste al FMI, que podría apoyarlos en una refinanciación de la deuda. Con Ucrania ya pasó en 2015: el Fondo calculó que debía aplicarle una quita del 20% a los privados para que la economía se estabilizara y así respaldó el canje de deuda”, especula el banquero. El FMI no admite que le apliquen podas pero sí habilita postergaciones de pagos por hasta cinco años con acuerdos stand-by, como el actual, con metas fiscales y monetarias, o por diez con un pacto de facilidades extendidas, que exige además reformas estructurales.
Cruzamos el río Este desde Manhattan hasta Williamsburgh, barrio de hipsters y judíos ultraortodoxos, para ver a Mercedes D’Alessandro, economista y consultora. “La relación entre Macri y el FMI se consolidó como de mutua dependencia en el marco de un modelo de endeudamiento y especulación financiera sin ningún tipo de programa productivo que nos pueda hacer vislumbrar brotes verdes, dejó pobreza en niños y adolescentes, jóvenes desocupados, empleos precarios y tejidos productivos rotos”, analiza D’Alessandro.
Palabra del FMI. En Washington, donde se encuentra la sede del FMI, opinan distinto. Ante la consulta de NOTICIAS, el Fondo se autoevaluó: “Nuestro trabajo está enfocado en apoyar el plan de estabilización de la Argentina. Este plan ha mostrado avances importantes respecto de la corrección de los principales desequilibrios macroeconómicos, incluida la disminución del déficit fiscal y de cuenta corriente (N. de la R.: su principal componente es la balanza comercial). Los esfuerzos continuos en esta dirección ayudarán a estabilizar aún más la economía y sentar las bases para un crecimiento sostenible e inclusivo”.
En la misma ciudad, analistas critican el acuerdo. Daniel Kerner, director para Latinoamérica de la consultora de riesgo político Eurasia Group, cobija dudas de corto plazo sobre cuántas reservas liquidará el Banco Central con tal de controlar el dólar hasta las elecciones. Para después de los comicios, advierte que el FMI no estará muy dispuesto a renegociar el convenio, aunque Macri tendría más margen para hacerlo que Fernández. “La restricción presupuestaria y de dólares va a seguir siendo fuerte el año que viene, y la tolerancia al ajuste, cada vez menor”, alerta. Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR, por sus siglas en inglés), prevé que el próximo gobierno deberá renegociar con el Fondo: “No está claro que la economía pueda recuperarse. Las medidas están haciendo un pozo mayor. Macri realmente cree en su plan, no se resistió al FMI, pero en el Departamento de Investigación del Fondo no están tan de acuerdo con lo que está haciendo. Si llega otro gobierno y muestra los errores que se cometieron, va a tener algo de poder para modificar el acuerdo. No está claro cuánto margen de negociación hay, pero el FMI no quiere que le dejen de pagar. Sólo países como Irak o Sudán entraron en default con el Fondo”.
Desde Miami, la realidad se ve muy distinta. Fanático de Margaret Thatcher, el colombiano Alberto Bernal, jefe de estrategia de XP Investments, opina que si continúa el actual programa del FMI, “sea quien sea el presidente de la Argentina, la deuda es totalmente sostenible y puede haber una normalización financiera y económica”. Todo depende, según Bernal, de que Macri o Fernández estén dispuestos a ajustar los balances fiscal y de divisas y sean amigos del mercado. Serán pronósticos para contrastar en el segundo aniversario del pacto con el Fondo.
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