La reunión de “Friends”, el frenesí por el cumpleaños de Charly García, la búsqueda de un tocadiscos como regalo navideño o el regreso de “Sex and the City”: el culto a la nostalgia crece cada día más. Una tendencia que necesita alimentarse de un pasado idealizado, en el que la verdad nunca se antepone a una buena historia.
Algunos datos: desde que llegó a Netflix, “Yo Soy Betty, La Fea” se ha mantenido por casi dos años en el top ten de programas más vistos. La pandemia acentuó el fenómeno de su redescubrimiento por parte de millones de adolescentes nacidos post 1999, año de su estreno. Cuando las temporadas originales de “Friends” fueron subidas a distintas plataformas acumularon 100.000 millones de visualizaciones, cifra que permite reconocer la creación de un nuevo público. El hecho se vio confirmado cuando HBO Max emitió el especial “The Reunion”, el reencuentro de los protagonistas que se convirtió en uno de los contenidos más vistos de la historia de la plataforma. Según “Variety”, casi el 30% de los hogares estadounidenses vieron el episodio el día de su estreno y la cifra se disparó exponencialmente durante el primer fin de semana, con 15.8 millones de espectadores.
Los jóvenes adoradores de “Stranger Things” lograron que su tercera temporada batiera un récord histórico: más de 40 millones de usuarios la maratonearon durante los primeros cuatro días de emisión.
Si todavía no se convencieron, piensen en las 7000 entradas que volaron de manera presencial y virtual para ver el homenaje a Charly García en el CCK. O en el éxito de los sitios dedicados a realizar comparaciones entre tocadiscos (muchos de ellos con wifi, parlantes high tech y conexión USB). O en la “beatlemanía” que nos inunda desde hace pocos días, con el estreno del documental “Get Back”, sobre la legendaria banda inglesa.
El apego de los millennials al recuerdo plantea un interrogante: ¿por qué añoran lo que no vivieron? Algunos dirán que es imposible extrañar un lugar donde nunca estuviste, aquella historia de amor que jamás transitaste o los códigos de una época en la que ni siquiera habías nacido.
Por estos días circuló un tuit: “Amor por el periodismo de verdad es lo que muestra Wes Anderson en 'La Crónica Francesa' ”, decía, en alusión a la nueva película del cineasta. Quien haya pisado alguna vez una redacción sabe que esa iconografía simétrica y romántica poco tiene que ver con la realidad. Pero en un mundo repleto de hilos tuiteros empeñados en relatar versiones libres de hechos que jamás ocurrieron, quizás llegó el momento de plantearnos si la ficción no es la nueva realidad o si el relato suplanta a la historia. Tomar la píldora roja o la azul ya no solo es un problema para el eternamente joven Keanu Reeves. Y si quedan dudas sobre cuál pastilla elegir, hasta “Matrix” resucitará con una cuarta parte el 23 de Diciembre.
La percepción del mundo y, sobre todo, del pasado revela cómo las nuevas generaciones, atrapadas en una red interminable de “follows”, “retuits” y “likes”, buscan en la nostalgia un terreno firme para construir su presente.
El tiempo no para
“La experiencia como tal está en crisis -dice el filósofo Julián Fava-. Cuando digo que la experiencia está en crisis me refiero no sólo al encuentro físico de personas en un lugar determinado, sino también a los proyectos artísticos, culturales, sociales como los entendimos, creo, en buena parte del siglo pasado. En este asistimos, además, a la realización del futuro distópico imaginado en la década del '80; pienso en 'Blade Runner' y ese mundo de la posthumanidad, en el que todos los lazos sociales parecían rotos. Antes de la pandemia incluso, ya había recitales en los que el cantante aparecía como un holograma. ¿Cómo no sentir nostalgia entonces por un modo 'real'?”.
La realidad puede asentarse más en el pasado que en un presente repleto de aplicaciones, indumentaria virtual y filtros, pero es indispensable saber cómo pensar un futuro. “En ese retorno a otras épocas hay algo que tiene que ver con la esperanza. El filósofo alemán Ernst Bloch hablaba de las 'imágenes desiderativas', aquellas que mueven el deseo. Curiosamente esas imágenes forman parte de un pasado, que siempre creemos fue más feliz que nuestro presente. Y es ahí donde encontramos la fuerza para proyectar hacia el futuro. Quizás en todas las épocas, se añoró un pasado que nunca se vivió”, remata Fava.
Tal vez una millennial puede responder con más exactitud por qué retorna a una época que nunca habitó. Sofía Nicola está cursando las últimas materias de la carrera de Filosofía en la UBA y es una destacada tuitera. Sus reflexiones acerca de nuevos consumos culturales conviven con ingeniosas observaciones sobre las relecturas de “El Capital”. Un dato curioso: la veinteañera Sofía es “community manager” del Museo Nacional de Historia del Traje, que vive de explorar el pasado.
“Nuestro modo de interpretar el mundo depende de una cantidad innumerable de relatos y de la nostalgia de lo no vivido, como es el caso de 'Stranger Things' por ejemplo. Los que fuimos niños en los '90 sentimos a la estética de los '80 como algo conocido, sobre lo que pudimos armar nuestra identidad ” dice Sofía , mientras repasa todas las referencias de una serie que descubrió para tres nuevas generaciones el jardinero de jean, el cubo “Rubik”, el juego “Simon” y hasta a E.T. llamando a casa, con menos señal que nosotros en el subte.
La cuestión también es entender qué pasa con los ídolos del presente si tenemos que buscar referentes en el pasado. ¿Por qué cantar una de Sui Generis y no la última de Duki? Sofía esboza una respuesta: “Escuchar a Charly también tiene el peso de la herencia. Para mi generación sus temas forman parte de la infancia, son nuestras canciones de cuna. Lo mismo pasa con la revalorización de las formas analógicas de escuchar música: los vinilos recuperan en cierto modo el espacio vivido por otros. En ese sentido la nostalgia me parece productiva, siento que puede generar cosas interesantes tomando aquello del pasado que nos da seguridad, un cierto suelo que nos permita entender y construir este presente”.
Gente normal
En su última novela, “Dónde estás, mundo bello”, Sally Rooney, escritora referencial millennial, autora de ese fenómeno literario convertido en serie de culto llamado “Gente Normal” y representante de una generación con más dudas que certezas, enfrenta a sus personajes en una encrucijada. ¿El temprano éxito profesional y la suma de todas las libertades ganadas pueden tener más peso que el amor? Al final del día, compartir en un mundo absolutamente individualista es casi una misión imposible. Si el amor romántico está en crisis, la fascinación de los jóvenes por parejas del pasado como la de Jennifer Aniston y Brad Pitt o Lady Di y el Príncipe Carlos es por lo menos curiosa.
Sofía Nicola analiza la tensión entre las dos Sallys, Rooney y “la que conoció a Harry”. “Hemos conquistado muchas cosas desde nuestra individualidad a nivel derechos, pero siempre subyace la cuestión de cómo estar con un otro. La gran antinomia generacional es cómo ser libres juntos. Estamos ante una exigencia entre amar y ser amados que se contradice constantemente. Yo siento que los millennials somos una generación de tránsito entre el modo de vida de nuestra infancia y las revoluciones culturales de los últimos tiempos. No olvidemos que crecimos mirando 'Cuando Harry Conoció a Sally', para mí una de las odas al amor romántico que surge de la amistad”.
Las realidades son tan múltiples como sus posibilidades. “Que convivan diferentes narrativas del amor y que no haya una canónica es en gran parte lo que permite que también prendamos la tele para ver el casamiento de una reina. Porque en la medida que nos alejamos más de ese tipo de amor, esa distancia es lo que lo vuelve más atractivo”, concluye Nicola.
Bob Fosse tenía razón, todo lo viejo es nuevo otra vez.
Marcela Soberano
@soylasoberano
por Marcela Soberano
Comentarios