Es un “annus horribilis” para el teatro del mundo. Al declararse la pandemia de la Covid-19, los telones cayeron a fin de evitar contagios en espacios cerrados. Algo que no había ocurrido ni siquiera en las guerras. El gran dramaturgo y director alemán Heiner Müller (1929-1995), en un congreso titulado “¿Por qué teatro? Decisiones para el siglo XXI”, afirmó: “la única alternativa de encontrar una respuesta sería cerrar todos los teatros durante un año. Se podría seguir pagando a la gente sin que realizase su labor artística. Tal vez entonces nos daríamos cuenta el para qué".
El teatro es el único espacio donde todavía ocurre la experiencia intransferible de lo vivo. Espectadores y actores están físicamente presentes, no es algo enlatado; cada función resulta diferente, aunque se trate de la misma obra, puesta, intérpretes, incluso audiencia; siempre será distinta a la preliminar o posterior.
Rápidos de reflejos y previsores, grandes casas líricas internacionales (incluido nuestro gran Teatro Colón), el Cirque du Soleil, o el National Theatre británico, compartieron gratuitamente y de forma online, espléndidos registros de temporadas anteriores, grabados con múltiples cámaras.
Los primeros pasos. Algunos no dudaron en dar los primeros pasos para encontrar alternativas muy creativas. A fines de junio, Claire Foy y Matt Smith, las estrellas de “The Crown”, ofrecieron vía streaming y socialmente distanciados, unas pocas funciones de la obra “Lungs (Livianos)” de Duncan Macmillan, sobre una pareja que lucha con los dilemas de la vida. Se había estrenado el año pasado, en el Old Vic de Londres, y sus personajes discutían, se besaban o dormían juntos en el escenario. Esta vez, no pudieron acercarse.
La reposición se realizó sin espectadores, con el auditorio vacío como telón de fondo y se transmitió en vivo, a través de Zoom, para recaudar fondos destinados a la célebre sala londinense. Matthew Warchus, su director artístico y responsable del montaje, también es un cineasta experimentado; no obstante, ambos actores extrañaron el contacto físico.
Resultó la primera experiencia que luego derivó en estrenos mundiales creados especialmente para grabar durante el confinamiento. Como el monólogo "Los Tres Reyes" de Stephen Beresford, sobre el dolor duradero del abandono, protagonizada por el afamado Andrew Scott (“Fleabag”); y el magistral e inquietante texto “Faith Healer” del prestigioso Brian Friel; una exploración acerca del poder de la fe.
En nuestro país. Dos instituciones gubernamentales argentinas tomaron la idea sajona. El teatro Cervantes, dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación, a través de un concurso federal denominado “Nuestro Teatro” donde resultaron ganadores, mayoritariamente, dramaturgos residentes de CABA; seleccionó diez obras para ser representadas y filmadas en la sala María Guerrero, más una docena que se montarán en el interior del país.
El Complejo Teatral de Buenos Aires del Ministerio de Cultura porteño, con el ciclo “Teatro Híbrido”, según Jorge Telerman, su responsable, hará “experiencias de producción de ficción autónomas y complementarias a los espectáculos que se producen en los teatros del Complejo, pensadas para el universo digital”. Serán diez dramaturgos y/o directores que iban a estrenar este año, como Eva Halac (también programadora del CTBA y directora del Teatro Regio) y Vivi Tellas (directora del teatro Sarmiento), entre otros; cuatro recitales y un espectáculo de títeres.
En sendos casos, al igual que en Reino Unido, serán funciones sin público presencial, en fechas a confirmar.
Experiencias. Este cronista dialogó con dos reconocidos actores y directores convocados por ambas instituciones para que transmitieran sus impresiones.
La talentosa Lorena Vega ensaya como directora la obra “Civilización” de Mariano Saba, en el Cervantes; y como actriz, “El barco” de Mariano Tenconi Blanco, en el San Martín.
Su experiencia es elocuente: “estar dentro del Cervantes con barbijo y escafandra hacía más complejo ensayar, porque las voces se desgastaron los dos primeros días de trabajo, ya que no se escuchaba del todo bien y fue en un espacio muy grande para conservar la distancia obligatoria. Tuve que usar micrófono para poder hablar durante todo el ensayo sin poner en riesgo la voz. Los actores y las actrices tenían permitido usar el barbijo o la escafandra”, resume.
Curiosamente, la obra reflexiona sobre la existencia misma del teatro. Está ambientada en 1700, cuando se incendió la primera sala del país: La ranchería; en medio de una epidemia de viruela. Tiene muchas analogías con el presente, desde un costado virado al grotesco y reúne a Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni, Julieta Brito, Mariano Sayavedra y Gonzalo Urtizberea.
“El resultado tiene que generar una vibración en quien esté mirando. No solamente que lo disfrute, sino que le suceda algo más. Ese es el desafío. Lo tomo como un experimento, una prueba y un reto”, asegura Vega.
Por su parte, el actor, dramaturgo y director Emiliano Dionisi también está embarcado en dos experiencias, ambas como puestista. “Ecos” celebra los 60 años del San Martín: “la idea es trabajar el espacio con personajes de todas estas décadas habitándolos, más el impulso fundamental de los trabajadores del complejo; de una manera plástica y con recursos audiovisuales. Me entusiasma porque nunca lo hice de este modo”, se explaya. La de la sala nacional es “Una iglesia llena de enemigos armados hasta los dientes” de Agustín Saiz. “Trabajar con protocolos es difícil, pero, con el tiempo, uno se acostumbra. Son las reglas del juego y hay que buscar la mejor manera para que el resultado llegue más potente”, subraya Dionisi. Sobre el streaming analiza: “permite que la gente de las provincias u otros países puedan acceder a contenidos, clases o espectáculos. Ahora podemos ver qué se hace en Latinoamérica, Europa u otros continentes. Por supuesto, están las ganas de volver a estar codo con codo en una platea”, concluye.
Reflexión. Días atrás, el compositor y productor teatral inglés, Andrew Lloyd Webber, afirmó “Una de las cosas que alguna gente no suele entender y, parece ser, que los gobiernos tampoco comprenden, es que un teatro no es como una canilla que se abre y se cierra. No es como un cine, donde sólo tenés que sentarte y ver una película proyectada. El teatro son cientos de personas que hacen que esa experiencia en vivo y única se lleve a cabo...”. Vaya que tiene razón.
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