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CULTURA | 29-01-2021 17:30

Daniel Guebel: “Tal vez los escritores somos unos miserables”

Su última novela, “Un crimen japonés”, transcurre en un Japón medieval que se parece mucho a la Argentina. Sexo, literatura y la relación de Occidente con Oriente.

Es uno de los mejores autores argentinos y también el que ha logrado recorrer con más soltura toda la paleta de situaciones, personajes y sentimientos que convoca la literatura. Daniel Guebel acaba de publicar su novela número diecinueve, “Un crimen japonés” (Literatura Random House), cercana en el tiempo a su gran proyecto “El absoluto”.

Una historia que en apariencia simula lejanía, pero que se acerca a la realidad contemporánea más de lo esperado, ambientada en un Japón feudal del siglo XIV, que recuerda cuestiones políticas cercanas a la Argentina actual.

NOTICIAS: ¿Cómo definiría a “Un crimen japonés”?

Daniel Guebel: Es una novela que transcurre en un ambiente que yo me cuidé bien de estudiar. Los datos históricos son ciertos. El shogunato del que hablo existió como lo cuento, con sus rituales y ceremonias de enterramientos. También las guerras entre Norte y Sur. Hay mucha verdad histórica. Trazando un paralelismo, creo que los hechos de la novela se parecen en parte a lo acontecido en nuestro país en el siglo XIX. Las políticas económicas del shogunato oscilan entre el keynesianismo y el liberalismo, como lo que ocurría en Argentina por aquel tiempo.

NOTICIAS: ¿Usted generó a propósito este hilo o fue casual?

Guebel: Nosotros en el siglo XIX éramos un país feudal similar al Japón del siglo XIV que narro en la novela. La verdad es que no me di cuenta de esto cuando lo escribía. Lo de las oscilaciones económicas fue una pequeña licencia que tuve, pero el universo japonés es únicamente japonés. Hay que tener en cuenta que el protagonista es una especie de príncipe Hamlet en Japón.

NOTICIAS: En esta novela retomá el espíritu de Hamlet.

Guebel: Sí, sobre todo por el tema de la venganza. Es la obra de Shakespeare que más he leído y releído. Siempre me produce una especie de disgusto el modo en que el autor resuelve rápidamente quién es el criminal. Al mismo tiempo me gustaba mucho la idea aristotélica de revelar la culpa mediante el terror y la expiación. La investigación del crimen que en Hamlet se resuelve en las primeras quince páginas, acá dura las quinientas.

NOTICIAS: ¿Es una reescritura?

Guebel: Claro. Pero no es que yo me senté a escribir una versión de Hamlet porque tenía ganas. Quería reescribir Hamlet y parte de la historia japonesa. Después aparecen otros temas como los dobles, el tiempo y no tenía la menor idea de la duración del texto. El personaje principal es Yutaka Tanaka, un señor feudal que atraviesa una grieta porque su existencia transcurre en el conflicto entre dos reinos. Hay capítulos en los que cuento la situación política del Japón de aquellos años y es todo real. Esto le da un marco al personaje, que va quedando cada vez más envuelto en ataduras y la verdad se le escapa todo el tiempo. El protagonista actúa como un investigador que no puede resolver los acertijos con los que se encuentra.

NOTICIAS: Medio torpe en cierta manera.

Guebel: Tampoco es que sea idiota. Tal vez los demás sepan más que él y se lo ocultan o sean más inteligentes que él. Otra posibilidad es que sus propios enigmas sean más irresolubles que los problemas ajenos. Eso es algo que nos pasa a todos. También le pasa que quiere engañar a sus engañadores pero es él quien resulta engañado.

NOTICIAS: Es una historia con mucho cuerpo argumental.

Guebel: Es una novela japonesa barroca. Todo es simulación, engaño y máscara. Se nutre de mentiras y verdades a medias. En el comienzo ya existe una representación teatral de una muerte. Lo importante era contar cómo en ese mundo el personaje evoluciona a lo largo de la historia. Pasa de niño a adulto: de la ilusión a la decepción.

NOTICIAS: ¿Cómo hace para escribir algo que que está tan lejano en el tiempo?

Guebel: Inventando y reconstruyendo. No es una investigación en el sentido ensayístico del término. Voy buscando a medida que necesito distintos elementos que armen la ficción: palabras, situaciones, contexto histórico. Lo hago en relación a las situaciones que necesito. Uno tiende a creer en el poder supremo de la invención, pero cuando lee, ve que el funcionamiento de los sujetos en las sociedades puede diferir más o menos, pero hay prácticas sociales y detalles que son inverosímiles a pesar de que ocurrieron en la vida real. La realidad es más disparatada y extravagante que la invención.

NOTICIAS: En estos contextos ficcionales se aleja de esa "escritura del yo", tan cuestionada, similar a un diario íntimo del escritor.

Guebel: Cada texto es autobiográfico. En la literatura existen asuntos que sostienen determinadas escrituras en términos de distintos géneros. Antes de esta novela, publiqué “Un hijo judío” y en cierto punto no las veo tan distintas. Ambas tramitan el vínculo de un sujeto con su padre. Es más cercana a mi vida la primera, obviamente, porque parte de mi propia experiencia personal de una manera oblicua, pero como asunto no es más ajeno a mí “Un crimen japonés”. Hasta podría decir que “Un crimen...” es más íntima todavía.

NOTICIAS: En parte la literatura es indagarse a uno mismo.

Guebel: Sin dudas. Escribir es escribirse. Y no tiene que ver con el eventual efecto terapéutico que pueda producirle a un escritor contar cosas que lo preocuparon o asfixiaron. Es un efecto de transformación profundo de la propia persona. Para mejor o para peor. Esto incluye a la tarea de corrección del texto, que es equivalente a los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. La forma es sentido, y lo es de una manera profunda. Por supuesto que siempre es una maniobra incompleta; uno no puede volver al texto una obra completamente diferente de la que inició, pero es una puesta del espíritu del autor.

 

Un crimen japonés

 

NOTICIAS: ¿Cómo es su plan de escritura?

Guebel: “El Hijo Judío” lo escribí en dos o tres meses. “Un Crimen...” me llevó tres años. Escribo un libro detrás de otro. No tengo libros inconclusos por ahora. Algunos los interrumpo y vuelvo. Cuando no escribo me pongo a hacer una especie de ejercicios de escritura con La pinacoteca de los genios, una colección de cómics que muestran cuadros de pintores, semblanzas biográficas y análisis críticos. Agarro los fascículos, los releo y luego los reescribo a mí manera. Eso me calma la desesperación de no escribir.

NOTICIAS: ¿Cómo se lleva con el reconocimiento de tus pares?

Guebel: No existe eso. Nadie te llama para decirte: “che, qué bueno el libro que publicaste” (risas). Otra cosa es entre los amigos escritores que a veces te llaman y te elogian y si no les gustó, no te lo dicen para no arruinar la amistad. Tampoco me parece algo que esté mal. Cuando leo un libro de un autor contemporáneo que está bueno, no lo llamo para decirle lo bien que está. Sólo pasa eso si tengo una relación de amistad con él. Tal vez seamos unos miserables y no nos demos cuenta (risas).

NOTICIAS: Volviendo a la novela, a pesar de la gravedad del tema central, hay ciertos pasajes cargados de humor.

Guebel: Si, es verdad. Por ejemplo, uno de los primeros capítulos habla de cómo los guerreros iban modificando sus armaduras al tono de la moda, hasta llegar a límites ridículos. Esto es una suposición que me pareció interesante poner, dada por mi intuición de que lo que primero es sangre, luego se convierte en cultura.

NOTICIAS: ¿Por ejemplo?

Guebel: Pasó con el bondage, o lo que hoy se conoce como sadomasoquismo. El bondage pasa a Occidente desde Japón. Mi gran autor japonés es Junichiro Tanizaki. Para aquellos que no lo conocen, se trata de un escritor muy perverso en relación al sexo. En él operan temas como fetichismo de pies, corte de cabezas, olores, voyeurismo, todo esto forma parte central de su literatura. En Japón parece haber una represión en torno a lo sexual, pero habría que ver si eso no es una excusa para exacerbar los sentidos y el deseo. Volviendo a Tanizaki, "La Historia Secreta del Señor de Musashi", es una de sus mejores novelas. En ella el protagonista descubre su deseo viendo cómo las mujeres acicalan, hierven, pelan y lavan las cabezas de los enemigos decapitados en combate. Y el protagonista se excita imaginándose muerto con la cabeza cortada, rodeado de mujeres que hacen lo mismo con él. Es extraordinario (risas).

NOTICIAS: La novela juega un poco con ese tipo de sexo.

Guebel: Circula algo que podríamos llamar "fantasmagoría sexual". El protagonista se pregunta en un momento por qué la mujer con la que sale se interesa en un hombre como él. Luego se cuestiona si hay algo del silencio de su madre respecto al asesinato de su padre que tal vez tenga que ver con un secreto erótico. Más adelante tiene otras relaciones sexuales y no puede evitar compararlas. Hay cierto regocijo en la violencia y el martirio a sí mismo. Otros personajes juegan con su personalidad sexual elidida: no se sabe si son autómatas o castrados. La sexualidad es un gran misterio. Creo que una de las preguntas que asoma es cómo desea uno y también cómo deja de desear.

NOTICIAS: Es el gran misterio de la vida.

Guebel: Exactamente (risas). ¿Por qué de lo que hubo, ya no hay? ¿Por qué insiste lo que desiste y no cesa? En el fondo es preguntarse por qué pensamos como pensamos. Debe haber algo de alquimia ahí. 

NOTICIAS: ¿En qué género ubicás a su novela?

Guebel: Proviene del género policial, porque Hamlet lo es. El protagonista se desespera por saber quién es el asesino de su padre. Lo gracioso es que empieza a matar enemigos sin ton ni son porque capaz, en una de esas, le acierta al asesino (risas). Como esas peleas de box que terminan mal y el público termina subiéndose al ring y se agarran todos a trompadas. Eso se llama “furor sagrado”; la pelea en la que no importa a quién le estás dando ni quién te da. Es un carnaval. 

NOTICIAS: En la novela hay algo de carnaval, máscara y desborde.

Guebel: Totalmente. Se puede leer en esa clave. Prefigura las escenas del velorio de Maradona con desborde, represión, violencia y máscaras. También lo humorístico encuentra un eje por ahí. Hay una anécdota chistosa de Borges que me gusta mucho, que dice que una vez le preguntaron cuál era la diferencia entre Oriente y Occidente, y respondió: en Oriente las personas mueren a los ochenta años, en una montaña, en posición de sabiduría; en Occidente lo hacen a la misma edad, pero en pantaloncito corto y jugando al golf (risas). 


 

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Mariano Cervini

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