Aún despues de muchos días de conocida, la noticia de que el legado de Jorge Luis Borges tiene un destino incierto, sorprende al mundo cultural. Lectores, editores y especialistas en la obra del escritor siguen preguntándose por qué alguien tan consciente como María Kodama del valor de ese legado, no parece haber tomado las precauciones necesarias para que fuera gestionado con idoneidad después de su muerte.
Esta ocurrió el 26 de marzo pasado y una semana después, su abogado y apoderado en vida, Fernando Soto, dio a conocer la novedad de que no se había encontrado un testamento formal. Por ello presentó ante la justicia un pedido de apertura de la sucesión de la escritora, con el fin de preservar los bienes que le pertenecían. Inmediatamente, frente al mismo juzgado, otro escrito dio cuenta de que existían cinco sobrinos de la viuda de Borges, hijos de su único hermano, en condiciones de reclamar la herencia.
Esta historia recién comienza y nadie tiene muy claro cómo va a terminar. Lo que está en juego no es la fortuna incalculable de un gran empresario, ni siquiera las regalías extraordinarias de autores muy populares como Stephen King o J.K. Rowling. Se trata del patrimonio intangible de uno de los escritores más importantes del siglo XX, el tercero más traducido de lengua española y a esta altura, un clásico indiscutido del tamaño de genios como Franz Kafka, Fernando Pessoa, Marcel Proust o James Joyce.
Valores. “Incalculable” es el adjetivo que repiten una y otra vez los especialistas cuando se habla del patrimonio de Borges que heredó María Kodama y administró celosamente toda su vida. Y es el secreto con el que la viuda manejó los bienes del escritor lo que vuelve difícil calcular el monto total de su patrimonio.
Aunque gran parte de los bienes más valiosos se encuentran en la sede de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, la institución no es dueña de los tesoros que alberga: todo lo que se exhibe en ella pertenecía a María Kodama.
Decenas de premios recibidos durante toda la vida de Borges, sus muebles personales, sus bastones y sus cuadros están en la Fundación y son parte del legado.
“Lo más valioso que tiene la Fundación es la biblioteca de Borges”, explica Germán Álvarez, director junto a Laura Rosato del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, que pertenece a la Biblioteca Nacional. “Nosotros tuvimos la oportunidad de ver la biblioteca que se encuentra allí y es maravillosa. En principio, probablemente, es la más importante de anglosajón en Sudamérica. No tiene tantos volúmenes como la de Adolfo Bioy Casares (de alrededor de 17.000). La de Borges nunca pasó de los 3000 o 4000 ejemplares. El número fluctuaba porque él regalaba muchos libros. Y nunca dejó de comprarlos, aún cuando ya estaba ciego”.
El principal valor de esa biblioteca tiene relación con el tipo de obra de Borges y su escritura tan ligada a sus lecturas. “Borges es, primero, lector y luego, escritor. Sus escritos son sobre leer. Por eso su biblioteca es mítica. No tiene precio, es excepcional. Y algo muy importante que contiene son las enciclopedias. Borges tenía una forma peculiar de leer las enciclopedias”, explica Álvarez.
También es “incalculable” su valor porque hay grandes coleccionistas de la obra y los objetos de Borges, que pagarían una fortuna por esta biblioteca. Algo parecido sucede con sus manuscritos que, por ejemplo, en el caso del original de “Pierre Menard”, han alcanzado el medio millón de dólares de cotización.
“La Fundación posee dos manuscritos que María compró al librero y coleccionista Víctor Aizenman -explica Álvarez-. Cuando ella consolida su relación con Borges, él ya había donado gran parte de sus manuscritos. Desde muy temprano, Borges sabe que tienen un valor comercial. Y él los regalaba por afecto o por deferencia personal. Cuando María inicia la Fundación compra el manuscrito de 'Las ruinas circulares' que era su cuento favorito. Justamente, la Fundación está en la casa de al lado de aquella donde el escritor escribió el cuento”.
Según el testimonio de Borges, escribió “Las ruinas circulares” en toda una noche, de un tirón, algo que nunca le había pasado. Él cambiaba mucho el texto entre la primera y la última versión. “El otro manuscrito que María compra para la Fundación es 'El sueño de Coleridge', este sí está muy corregido. Pero ambos tienen algo en común y es que tienen dibujos. Borges dibujaba muy bien. En 'Las ruinas circulares' dibujó un laberinto, del estilo de Piranesi”, explica Álvarez.
Hace unos años, Kodama encontró en su departamento de la calle Rodríguez Peña, un inédito del escritor, no escrito de puño y letra sino dictado, porque ya estaba ciego. Como ese hallazgo, se especula que puede haber muchos otros en la vivienda de la viuda, por lo cual un análisis exhaustivo de las propiedades puede revelaría más tesoros dentro de este legado repleto de sorpresas.
Derechos. Los bienes concretos de esta herencia y con un valor económico fácilmente determinable son cuatro, según consigna Fernando Soto en el escrito que presentó ante la justicia. Dos departamentos, ambos vivienda de María Kodama, en la calle Rodríguez Peña; otro inmueble en la calle French y la casa que es sede de la Fundación, en Anchorena 1660. Según ese mismo escrito, también habría sido locataria de dos propiedades en Ginebra y París, cuyo contenido estaría incluido en el legado.
Pero el capítulo más complejo de esta herencia fuera de lo común, lo constituyen los derechos de autor de la obra de Borges, compuesta por cuentos, poesía y ensayos.
“La justicia argentina suele tratar la herencia de un escritor como cualquier sucesión -explica Guillermo Schavelzon, uno de los agentes literarios más importantes de la Argentina-. Y existe una enorme diferencia entre alguien que recibe un legado de la propiedad intelectual y el que recibe un bien inmobiliario. A un departamento, podés pintarlo, venderlo y recibir un beneficio económico sin más. Un patrimonio intangible, como los derechos de autor, es muy diferente. El problema es que los herederos tienen que hacer de por vida una gestión con eso que reciben. Y esa gestión es muy compleja”.
Los derechos de la obra de Borges son manejados en la actualidad por el agente literario Andrew Wylie, según Schavelzon, con mucha eficacia; pero él no toma decisiones cruciales para la obra que debe considerar el propietario de los derechos.
“¿Qué pasa si aparecen materiales inéditos? ¿Quién decide si se publican o no? ¿Quién determina si lo que corresponde es venderle a la editorial que paga más o a la que va a hacer el mejor trabajo de difusión? El problema de los herederos es que reciben una obra que requiere cierto conocimiento. Por ejemplo, si deciden quitar la dedicatoria de los libros o cambiar un texto, nadie se los puede impugnar. También el que hereda puede ceder los derechos de propiedad intelectual, completos. ¿Está bien que se vendan libremente las colecciones y derechos a cualquier país? ¿No deberían protegerse para que queden en la Argentina? Los jueces en general no tienen todas estas consideraciones y el heredero es el que decide. Lo real es que cuando un escritor muere, suceden cosas que nadie imagina que puedan pasar”, concluye Schavelzon.
La gran pregunta es qué debería hacer el estado para que derechos, textos y objetos que pertenecieron a Borges no se vendan fuera del país. Y la gran incertidumbre es quién tomará las decisiones finales en relación a este patrimonio. Es de esperar que esta herencia tenga menos complicaciones que otras, como la de Adolfo Bioy Casares, que aún hoy nos impiden un acceso pleno a la obra del escritor.
Cuando el valor de un patrimonio es simbólico y compartido por una comunidad, quien tenga el poder para gestionarlo debería decidir en función del mayor beneficio para todos.
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