Dos razones de peso impulsaron a la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), a realizar una profunda investigación sobre la actuación de la Iglesia católica durante las décadas del '60 y el '70 y la dictadura: conocer la verdad y pedir perdón a Dios, las víctimas y los argentinos “por no haber estado a la altura de las circunstancias”. Con ese objetivo, la CEA abrió sus archivos para permitir un extenso relevamiento del período que va de 1966 a 1983. En 2017, su presidente, Monseñor Oscar Ojea; solicitó al decano de la Facultad de Teología de la UCA, Padre Carlos Galli, que pusiera en marcha ese proyecto. Él mismo junto a los Padres Juan Guillermo Durán, Luis Oscar Liberti y Federico Tavelli fueron los encargados de coordinar a los 30 investigadores que realizaron, a partir del aporte de distintas disciplinas, un trabajo que dio cuenta de las actividades de la Iglesia en todo el país, durante ese período.
La inspiración del Papa fue fundamental en el desarrollo de la tarea. “Hoy es fácil caer en la tentación de dar vuelta la página -decía Francisco en la encíclica “Fratelli Tutti”- No, por Dios. Nunca se avanza sin memoria”.
El resultado de esta investigación fundamental se ha publicado en dos tomos titulados “La verdad los hará libres. La iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983” y “La verdad los hará libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al terrorismo de Estado 1976-1983” (Planeta). Un tercer tomo se prepara en este mismo momento.
Para saber más sobre el proceso de esta investigación y sus resultados, NOTICIAS consultó a los editores y autores que trabajaron en la publicación. Uno de ellos, el presbítero doctor Fabricio Forcat, fue el encargado de responder nuestras preguntas.
NOTICIAS: Ustedes refieren en la introducción a la obra que archivos muy importantes se abrieron excepcionalmente para realizar la investigación. ¿Por qué tuvo lugar esta excepción?
Forcat: Entiendo que a nivel local la excepción es una señal del interés y la decisión que los obispos acordaron al pedir esta investigación a la Facultad de Teología. No puede haber una investigación de historia crítica seria sin un acceso irrestricto a las fuentes y a los documentos. El secretismo conspira contra la verdad histórica. El trabajo ha sido muy rico en ese sentido. Vale aclarar que la Comisión directiva de la obra firmó un protocolo con la CEA por el cual se habilitó a los investigadores a acceder a los archivos para el trabajo de “esta investigación”. Para el acceso a los archivos de la Santa Sede y para el Archivo histórico de la Secretaría de Estado hay protocolos establecidos porque no son archivos de libre acceso. El permiso que –a pedido de Papa Francisco– nos otorgaron para la investigación sobre los archivos de la Santa Sede (incluida la Nunciatura en Argentina) fue “totalmente excepcional”. Normalmente la Iglesia abre sus archivos a los setenta años. Aquí han pasado bastante menos que eso. Como es de público conocimiento, el presidente de la CEA, Oscar Ojea, entregó al juez Lijo la documentación utilizada. Sabemos también que la CEA tiene previsto en abril o mayo próximo la apertura de sus archivos con los protocolos correspondientes desde 1982 hacia atrás (han tomado la opción de 40 años). La decisión fue aprobada en la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal en diciembre 2022.
NOTICIAS: La obra se concentra en un momento histórico que le valió muchísimas críticas a la Iglesia. ¿Por qué la Conferencia Episcopal quiso volver sobre este período?
Forcat: Entiendo que se trataba de una deuda pendiente con el pueblo argentino. El dolor de las víctimas de la tragedia social que vivió nuestra sociedad es inmenso y no deja de sangrar. El terrorismo de estado y sus crímenes de lesa humanidad han marcado a fuego la conciencia colectiva de esta generación de obispos. El prefacio que ellos ofrecen a la obra es claro: “Si en el pasado hubo de nuestra parte algunas actitudes de negación frente a intentos de autocrítica, ausencia de un profundo examen de conciencia eclesial y de reconocimiento de fallas muy hondas en la actuación, hoy hemos querido estudiar con la mayor objetividad posible los archivos disponibles y recibir testimonios que permitan a la sociedad argentina disponer de elementos que favorezcan una aguda reflexión sobre lo ocurrido y la recuperación del sentido de fraternidad entre los argentinos”. No puede haber paz y justicia sin memoria y sin verdad. No haber estado a la altura de las circunstancias y haber errado en el discernimiento de la situación, es algo que el tiempo y la lucha de los organismos de derechos humanos ha hecho crecer en la misma crítica interna del episcopado. A más de cuarenta años, las heridas emocionales y culturales de ese trágico período permanecen abiertas y son todavía motivo de desunión en la sociedad. Los que participamos en la investigación conversamos muchas veces sobre el valor de abrir la mente y el corazón a una memoria lúcida, penitente y esperanzada. Al reconocer males hechos o padecidos la memoria penitente invita y conduce al arrepentimiento y la reparación penitencial. Creemos que un estudio académico de los distintos actores del período, surgido del acceso a los principales archivos de la Iglesia y promovido por el Episcopado es un paso adelante que puede ayudarnos a transitar el camino humilde y esperanzado que conduce a la verdad y la justicia. La investigación inicia esa tarea pendiente y la ofrece a la sociedad como invitación a un diálogo franco y honesto. Es además un acto de justicia para con tantos cristianos y cristianas que fueron víctimas del terror. Muchos de ellos dieron con su sufrimiento y con su muerte un testimonio que no es justo que sea devorado por el olvido. En el caso particular del episcopado del período del terrorismo de estado, fueron pocos los que pudieron captar el sesgo que tuvieron como grupo respecto a lo que estaba pasando, pero las concretas distorsiones finales resultaron expuestas a la vista de muchos. Cómo dice uno de los actuales obispos cuyo testimonio publicamos en el primer tomo: “Yo no era obispo en aquel tiempo, pero soy obispo ahora y esta Iglesia católica es la misma Iglesia católica de aquel tiempo, entonces me tengo que hacer cargo. Y si quiero una Iglesia sin pasado y sin pecado no la voy a encontrar”.
NOTICIAS: Es posible que los lectores comunes se acerquen a la obra con la idea de dos iglesias en pugna en ese período. Una cúpula más cercana al régimen militar y, por otro lado, los sacerdotes que trabajaban en los barrios y las villas con la gente. ¿Se comprobó cómo real esta idea después de la investigación o los datos revelaron una acción mucho menos dividida y antagónica?
Forcat: Eso que usted dice es parte de cierto sentido común cultural, pero creo que más apropiado que pensar en dos iglesias es atender a los variados modos de encarnación del cristianismo en la sociedad del período. La obra analiza los distintos fermentos que las significaciones y valores religiosos ofrecen a la gestión de lo político. En ese sentido, el catolicismo es una unidad pluriforme. Siempre ha sido así. Aparece más que claro que la gran mayoría de los obispos confiaba en el catolicismo de las FFAA para restablecer la paz. También una parte mayoritaria de la sociedad tenía esa falsa expectativa en 1976. Sin embargo la espiral de la violencia atraviesa la sociedad argentina con gran fuerza desde 1955 y la ruptura ideológica en el catolicismo argentino es muy notable en todo el siglo XX. Los capítulos que analizan la actuación sacerdotal dan testimonio de modelos muy diferentes de comprender y vivir el ministerio en la historia. El clima de época fecunda las distintas ideas, acciones y pasiones de sacerdotes, religiosas y laicos cristianos, en posiciones diferentes, y a menudo abiertamente contrapuestas. Para un encuentro íntegro con el pasado nos ha resultado fundamental atender e interpretar la realidad simbólica, con sus prácticas distintivas, las formas de interrelacionarse, de convivir y de valorarse mutuamente lo distintos actores. La investigación quiso atender de modo especial a las dialécticas internas del catolicismo en el período, y hacerse cargo de los conflictos con realismo y verdad.
NOTICIAS: ¿Qué datos desconocidos o revelaciones de esos años encontraron durante la investigación?
Forcat: Muchos y de todo tipo. Difícil de resumir en poco espacio, hay que leer la obra. El tomo segundo se destaca en ese sentido por la publicación de extractos muy significativos de las reuniones de la Conferencia Episcopal (tanto de las asambleas plenarias, como de las reuniones de la comisiones permanente y ejecutiva de la CEA). También los informes del Nuncio Apostólico, la correspondencia con el encargado de los asuntos públicos de la Iglesia en la Santa Sede, y los memorandos secretos que Monseñor Galán elaboró tras cada reunión de la llamada Comisión de Enlace, que era un canal de diálogo oficioso entre obispos y militares, ofrecen elementos inéditos para una historia crítica de la época. Allí hay mucha información.
NOTICIAS: ¿Cómo influyó el hecho de que el Papa Francisco sea hoy la cabeza de la Iglesia en la decisión de investigar este período?
Forcat: Entiendo que mucho. La Iglesia que conocemos hoy tiene la marca de estos diez años del papado de Francisco y esta investigación no es ajena a su insistencia de una Iglesia en estado de conversión. Además, él ha sido muy firme en su decisión de sacar a la luz la verdad en otras cuestiones delicadas como las finanzas vaticanas o la crisis de los abusos. En este último punto no tuvo problemas en reconocer varias veces con vergüenza y arrepentimiento que la Iglesia no supo atender el dolor de las víctimas. Él ha demostrado que prefiere que la verdad se conozca, por más dura que sea, para que desde el reconocimiento de los errores se avance en un camino de conversión. En la encíclica “Fratelli Tutti” dice con claridad que las heridas no se cierran con decretos ni las injusticias se pueden cubrir con el manto del olvido. Nunca se avanza sin memoria. Es necesario buscar la verdad y justicia como un camino para honrar la memoria de las víctimas. Esta obra quiere seguir el impulso del coraje que Francisco ha demostrado a la hora de reconocer culpas y pedir perdón. Confiamos en que pueda ser un valioso instrumento para que la Iglesia mire de frente a la historia y al reconocerse equivocada en las actitudes de algunos de sus miembros pueda avergonzarse y pedir perdón.
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