Thursday 2 de May, 2024

ECONOMíA | 19-08-2023 08:18

Espiral inflacionaria: la carrera de siempre

La devaluación del tipo de cambio oficial al día siguiente de las PASO aceleró la dinámica de la puja clásica precios vs. dólar.

Por meses el ministro de Economía advirtió que a pesar del ruido que generaba un tipo de cambio cuestionado, una devaluación sin más era un problema antes que una solución. Esa teoría ya la había defendido el presidente del Banco Central Miguel Pesce en la efímera gestión de Silvina Batakis. Pero la sequía de este año le dio el golpe de gracia a este castillo de naipes y la escasez aguda de reservas que generó motivó la mendicidad itinerante del ministro-candidato con especial foco en el Fondo Monetario Internacional. Los requisitos sugeridos para aflojar la billetera ya vieron sus frutos esta semana: no hay más plata para financiar pases mágicos y estirar la cuenta más de lo prudente.

Los números. La devaluación del lunes 14 disparó una carrera conocida: precios vs. dólar. No sólo arrastró a los tipos de cambio vinculados al “Mercado único y libre de cambios” (MULC) sino también a los de productos más sensibles al comercio exterior. Electrónicos y combustibles tardaron menos de 72 horas en acomodarse. Pero también el fantasma que ronda el IPC desde que el maíz se agregó a los planes de promoción de exportaciones (“dólar agro”): la suba de la carne.

Desde el 1° de agosto, el precio del novillo subió casi 30%, impulsando así al sector más relevante de la canasta familiar, la alimentación. La inflación de julio, dada a conocer recién el martes 15 de agosto, arrojó un peculiar 6,3%. No está en juego la credibilidad del INDEC, sino que la dinámica de precios ya en mitad de mes está mostrando que sólo en esta quincena hubo más inflación que todo el mes pasado. La consultora de Orlando Ferreres la calcula en algo más del 7% y Eco Go muestra una proyección del 12,8% para los alimentos durante todo agosto.

En el último cómputo interanual, el IPC general casi empató a dicho rubro (113,4% vs. 116,3% para los alimentos no alcohólicos). Considerando que la carne forma casi el 10% de la canasta básica, el impacto de esta semana sólo es superado por la proyección para lo que resta del mes y el próximo. Para el economista Dante Romano, profesor de la Escuela de Agronegocios de la Universidad Austral, hay que tener en cuenta que la carne ya venía atrasada antes de la devaluación e incluso antes de la implementación del “dólar maíz” y que suma un interrogante más: dónde se va a ir el maíz con la devaluación. “Encima hay poca oferta por la liquidación que se hizo debido a la sequía, y la rentabilidad para adelante es muy difícil de calcular cuando no se sabe cuánto puede llegar a valer el alimento”, explica.

El dólar, siempre listo. La devaluación, aunque enunciada como pocas veces (aunque sin la precisión de cuándo y cuánto) confirmó la tendencia de la semana anterior en que el “crawling peg” se iba asentando a un ritmo proyectado de entre 12% y 14% mensualizado, el doble de la inflación vigente hasta ese momento. Los indicios apuntan a que la única concesión que había conseguido Sergio Massa de parte del FMI fue el de poder postergar el salto cambiario para después de las PASO que lo tuvo como protagonista, aunque no precisamente por su raid exitoso. Con esto concluido, aparecerá la luz verde para que el Fondo libere los reembolsos prometidos con los cuales el Gobierno podrá cancelar los préstamos puente que obtuvo a corto plazo (por ejemplo, con el fondo soberano de Qatar por US$765 millones) para honrar compromisos con el organismo.

Haciendo caso a los pronósticos agoreros, una devaluación “para cumplir” el mandato del FMI sin un ancla detrás y un plan ordenador se terminó trasladando a los precios mucho más rápido que las cuentas que los técnicos de su staff estimaban. En eso pesa la memoria económica de muchos actores sociales y el hecho que, ante la imposibilidad de acceder formalmente al tipo de cambio oficial, muchos productos ya incorporaban en su formación de precio un mix con el tipo de cambio alternativo.

Otro elemento que sumó confusión era bajo qué tipo de cambio debían computarse importaciones de insumos, que habían sido incrementadas fiscalmente en julio para contener la demanda de divisas. La respuesta que varios empresarios Pymes encontraron fue ambigua y la decisión de varios que no son formadores de precios fue parar la pelota hasta hallar el número que despejara esa incógnita.

Cuentas. Haciendo cálculos con la inflación transcurrida, la corrida del dólar blue en este agosto es la suba récord desde hace 20 años (42%) todavía no alcanzó el nivel récord de octubre de 2020 ($850 actuales) cuando tuvo que cambiar la estrategia de anclar precios con un dólar artificialmente bajo, pero con una política monetaria expansiva. Claro, en aquel momento había más reservas (hoy la consultora Invecq las estima en -US$10.500 millones en su versión “netas” según el criterio del FMI) y la actividad no se había recobrado del todo luego de la pandemia. También se agudizó el retraso de otros precios elegidos también como lastres inflacionarios, como las tarifas de los servicios públicos, cuyas facturas con los nuevos valores empezaron a llegar desde junio y que también espiralizan la inflación y otros precios de servicios privados que, bajo el paraguas de su carácter sensible en el presupuesto familiar, fueron retrasados deliberadamente. La demora en la autorización de subas de los aranceles de la medicina prepaga a lo largo de tres años es un claro ejemplo que termina introduciendo distorsiones en el servicio.

Al fin. Observando la evolución del IPC de los últimos cuatro meses, la inflación interanual se siguió manteniendo entre 108% y 113%, una buena noticia para la modesta ambición de haber encontrado un escalón de esa magnitud. Siempre y cuando, la presión del mercado cambiario hubiera sido contenida. Pero no fue así y mucho tuvo que ver el “cisne negro” de la gran sequía que vació de agua los campos y de dólares al Banco Central.

En enero de 2014, el entonces ministro de Economía Axel Kicillof activó la demorada devaluación (fue de 26,5%, la misma magnitud de la inflación anual de aquella época) para dar un colchón de expectativas y tener todo bajo cierto control para la carrera electoral del año siguiente. Curiosamente, hoy en su rol de gobernador bonaerense intenta renovar su mandato con mucho menos margen electoral y en medio del intento de reflotar el “Plan llegar” para conseguir el oxígeno necesario para que no naufrague sus propias posibilidades. Para el economista Esteban Domecq no duda en afirmar que la meta de cruzar el charco a diciembre 2023 fue “un objetivo ambicioso y riesgoso, pero a su vez económicamente mezquino y políticamente irresponsable”. Lo que en 2014 se contaba en meses, hoy se mide cada semana. Con un horizonte tan cercano y habiendo utilizado todas las alternativas en un contexto mucho más difícil, el desafío ahora cambió de signo. No sólo se trata de llegar sino de seguir de pie apostando que un nuevo Gobierno sí podrá tener el crédito para formular un plan integral que éste consumió hace rato.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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