La semana próxima, el INDEC debería dar a conocer el índice de inflación de noviembre. Las apuestas, como siempre, están a la orden del día, pero este mes tienen un condimento especial.
En primer lugar, se vienen notando desde julio un incremento lento, pero inexorable, del IPC: en el tercer trimestre la inflación promedio fue de 2,5% (34,5% anualizado), pero octubre ya había pegado otro salto: 3,8% (56% anualizado) por lo que podríamos estar frente a un nuevo escalón que pondría en apuros la proyección inflacionaria contenida en el presupuesto, del 29%.
Los principales analistas económicos que realizan mediciones, proyectan un IPC de entre 3,5 y 4% para noviembre y diciembre, siempre y cuando los aumentos anunciados de algunos rubros más sensibles que apalancan el índice puedan morigerarse o patearse para enero. Prepagas, cigarrillos, combustibles: ya se vienen aplicando y tendrán una incidencia sobre el índice de diciembre. Claro que de reojo se miran la evolución del dólar: como los tipos de cambio libre están con un techo que en la práctica lo pone el propio Banco Central con operaciones de bonos, la incertidumbre se vuelca al oficial, que viene achicando la brecha con minidevaluaciones diarias. Ayer cotizaba a casi $87 contra $142 del “solidario plus” y $145 del dólar bolsa. En definitiva, es un elemento más que va empujando los precios vinculados con el mercado exterior y que, en el marco de un acuerdo negociado con el FMI, lo más probable es que esa brecha no se amplíe si se quiere dar un marco mínimo de estabilidad.
La otra particularidad del índice de octubre que también se verificaría en noviembre, es la gran dispersión de precios que se dio entre los distintos rubros. Por ejemplo, en el último mes medido, el apartado Educación subió 0,1% y el de Comunicaciones, cayó 0,1%; mientras que Vestimenta arrojó un crecimiento del 6,2% y Alimentos, 4,8%. Diciembre, tradicionalmente, fue un mes de mayor demanda de ciertos productos estacionales que podrían ayudar a explicar un índice subido a un piso de casi 4% mensual.
Para el año próximo, si se espera que el número arriesgado en el Presupuesto sea una referencia real, los precios no deberían subir más allá de la banda de entre 2% y 2,5% mensual. Un reto más que difícil por tres focos, que presionarían a los precios más arriba: además del tradicional temor a una devaluación:
Actualización de tarifas: luego de casi un año de congelamiento, las empresas concesionarias de servicios públicos piden una urgente revisión o una ampliación de los subsidios, algo que justamente se piensa ir reduciendo si la negociación con el Fondo Monetario acota el déficit fiscal previsto.
Paritarias en suspenso: aun sin ganarle a la inflación, los acuerdos que se van alcanzando para fin de año incrementaría el costo de los servicios privados, especialmente, que también tuvieron un año 2020 por debajo del promedio.
Reinicio de actividades: en servicios que estuvieron suspendidos durante la pandemia, el año comenzará con reaperturas y por consiguiente una actualización de precios. La educación, el turismo y los establecimientos gastronómicos, empujarán también el IPC en rubros que estuvieron virtualmente en estado latente desde marzo pasado.
Conciliar la necesidad de una reactivación atendiendo las demandas postergadas de sectores, especialmente en el segmento PYME, será un verdadero reto para la cintura política del equipo económico. Casi un buen entrenamiento para sentarse a pedir plazos y patear deudas con los negociadores profesionales de Washington.
Comentarios