Wednesday 1 de May, 2024

ECONOMíA | 19-02-2023 07:34

Precios indomables

La medición del IPC de enero mostró la debilidad del planteo oficial y los desafíos de alcanzar los objetivos en un año electoral.

La ilusión duró poco. Entonado por la baja desde el 7,4% de julio y 7% de agosto hasta el 4,9% de noviembre, el ministro de Economía se aventuró a proyectar para 2023 una inflación que debería converger al 3% en el segundo trimestre del año (60% anualizado), un premio consuelo para la demanda de estabilidad, pero un gran logro para una economía que ya lleva 15 años de inflación anual de dos dígitos.

Normalidad. La inflación no es un fenómeno nuevo, luego del paréntesis de la década de la vigencia de la convertibilidad (1991-2001), desde el año 2006 nunca más bajó de los dos dígitos anuales, salvo cuando el INDEC estaba intervenido justamente para lo que se militaba como “el dibujo patriótico” y que terminó distorsionando cuestiones como los índices de pobreza, la tasa de crecimiento o hasta el pago de bonos atados a determinados objetivos. Las recetas para anunciar el propósito de tenerla bajo control fueron de las más variados: control estricto de precios, acuerdo con productores y supermercados, establecimiento de cuotas de exportación para carne, trigo, maíz y leche en polvo, acciones sobre los costos por créditos a tasa cero, subsidios a las tarifas de servicios públicos o recientemente, el canje de precios máximos por acceso al dólar oficial. No hubo fórmulas que quedaron sin ensayar y, sin embargo, la inflación anual en 2022 fue de 98,8% y lo que asoma para un 2023 “contaminado” por las pujas políticas en un año electoral-presidencial que alientan más desajuste fiscal y monetario. En la historia reciente, los sucesivos “planes platita” no fueron la excepción, sino la regla. El esfuerzo puesto en práctica por el equipo económico para alcanzar las metas acordadas en su momento con el FMI puede diluirse si se da luz verde a los pedidos por partidas para las provincias y grandes municipios del conurbano, se retrasa el reajuste de tarifas o se implementan nuevos alicientes para exportar mientras se retrasa el tipo de cambio oficial.

Diagnóstico. Rápido de reflejos, el viceministro de Economía Gabriel Rubinstein usó las redes para difundir un comunicado dando su punto de vista sobre las razones de este repunte inflacionario. “Los fundamentos macroeconómicos, básicamente las políticas fiscales, monetarias y cambiarias, serían consistentes con tasas mensuales de inflación del 4% o menos”, desgranó.  Además, posó su mirada sobre los rubros más díscolos durante el primer mes del año: “tenemos fuertes subas en: a) frutas y verduras (por factores estacionales y climáticos), b) algunos rubros regulados (colectivos, gas, agua, tabaco, cable, medicina prepaga, c) servicios de turismo (por vacaciones)”, subrayó.

¿Es sólo un fenómeno de estacionalidad y todo volverá a la normalidad? En cada mes siempre hay rubros que suben más o menos que el promedio. Pero siempre hay un sustrato que le pone piso a la inflación: la emisión monetaria. Fernando Marengo, economista jefe BlackTORO Global Investments, afirma que no hay duda de que la inflación es un fenómeno monetario de mediano plazo, pero cuando hay que proyectar la inflación del mes siguiente hay que considerar el precio de los bienes que se exportan e importan, tipo de cambio, brecha, salarios, márgenes y qué pasa con los servicios públicos. “Si yo aumento las tarifas mañana, aunque no emita, los precios subirán”, grafica.

Otra explicación recurrente es la de la falta de competencia interna que permitiría a los productores fijar precios más altos para sus productos. Eso va en línea con los canales de distribución de alimentos y con algunos rubros en los que el cepo importador eliminó alternativas. Por ejemplo, mientras el IPC aumentó interanual 98,8, el rubro Prendas de Vestir y Calzado lo hizo 120,6%.

Mientras el grado de apertura de la economía mundial era del 57% (medido en comercio exterior sobre PBI en 2021), para Argentina esa cifra daba 33%. Bastante menos que la región (55%): por ejemplo, que Colombia (41%), Bolivia (59%) y hasta el campeón del proteccionismo, Brasil (39%). El especialista Marcelo Elizondo apunta que, si bien esta medición hoy es incompleta porque no incluye algunos servicios propios de una economía de la era digital, sirve para desnudar los efectos de una economía cerrada en un contexto mucho más globalizado.

Más allá de febrero. Ya jugado el mes de enero, las miradas se posan sobre la evolución del IPC durante el resto del año. Para la consultora Eco Go, el avance de la inflación a la segunda semana de febrero ya proyecta un 6,1% para el mes y un poco más (7,3%) en el caso de los Alimentos y Bebidas. “Las carnes sufrieron una importante suba (5,4%) por segunda semana consecutiva y continúan traccionando el índice al alza”, señala su último informe. El caso de la carne es, quizás el más sintomático. Durante buena parte del año pasado quedó rezagado con respecto al promedio y en el último trimestre, la sequía impulsó a los ganaderos a liquidar más animales y con eso el precio se mantuvo o incluso bajó. Pero el ciclo llegó a su fin en diciembre y desde entonces viene subiendo.

Camilo Tiscornia, socio de la consultora C&T Asesores Económicos que realiza uno de los sondeos más valorado en plaza, proyecta que, visto el comportamiento de los distintos factores, no hay razones para creer que la inflación de 2023 difiera mucho de la del año pasado. “Si bien no es fácil calcular el rezago de política monetaria en su efecto sobre los precios, es claro que la emisión monetaria es referencial y a nosotros nos está dando que M2 (circulante más depósitos a la vista) está creciendo a un ritmo del 70% interanual. Pero luego viene la interacción con la demanda de dinero -que en Argentina es muy volátil- para determinar el efecto inflacionario final en el tiempo”, explica el también profesor de Política Monetaria en la UCA. Por lo tanto, asume que, si no hay cambios, rondará ese valor.

A su juicio, en 2022 hubo elementos que potenciaron los desequilibrios que venían de arrastre y que hay que considerar para la proyección en este año. La inflación internacional que potenció la nuestra, no estará presente en 2023: el último registro en los Estados Unidos (enero 2023) muestra un 0,5% y un 6,5% interanual. El otro factor es el tipo de cambio: durante meses del año pasado el Gobierno llegó a moverlo al 7% mensual, luego lo bajó al 5,5% aunque no se sabe cuánto podrá sostener por la poca oferta de divisas, agravada con la merma en las exportaciones de origen agropecuario por los efectos climáticos. En cuanto las tarifas, este año vendrán los aumentos anunciados, pero probablemente concentrados al principio de año para amortiguar el costo electoral. Y, por último, el círculo vicioso del movimiento especulativo de las expectativas de inflación generadas por el crecimiento esperado de la oferta de dinero y la brecha cambiaria que también influye en la apuesta por una devaluación mayor y por lo tanto con incidencia en los precios, termina retroalimentando esta dinámica.

Incertidumbre. Sobre todo, para Tiscornia debe hacerse una salvedad: ¿qué va a pasar en diciembre? “Si hay cambio de signo político y en diciembre mismo se ajustaran algunas variables (tipo de cambio oficial, tarifas, etc.) la inflación dará un salto y se terminaría recargando la cuenta final de 2023” anticipa. No es el único: la mayoría de los economistas consultados arriesgan pronósticos sólo hasta noviembre, abriendo el paraguas de la incertidumbre en materia de política económica de una eventual nueva administración. Por su parte, Marengo sostiene que como no hay una política antiinflacionaria clara, no sería lógico esperar que baje la tasa de inflación o vaya reduciéndose hasta el 3% mensual, mientras existen tasas de interés al 6 o 7% mensual, se ajustan tarifas y con devaluaciones del 6 o 7% mensual. "Esta combinación es insostenible” concluye. La única certeza es, nuevamente, la incertidumbre.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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