Entre los fracasos de la gestión macrista, se destacan las pocas y truncas transformaciones logradas en el ámbito educativo, con el agravante de que provienen de un gobierno que hizo de la modernización y la inserción en el mundo desarrollado su relato principal. Tal como le pasó a otros gobiernos, Cambiemos quedó entrampado en la cíclica discusión de las paritarias docentes, con la espada de Damocles del no comienzo de clases posponiendo cualquier debate sobre el urgente futuro que la Argentina debe enfrentar desde las aulas del pasado.
El nudo de todo este costoso y alarmante retraso se encuentra en la provincia de Buenos Aires, la madre electoral de todas las batallas, y la cuna del default social crónico que la política no puede (y acaso no quiere en serio) saldar. Ese examen que María Eugenia Vidal no logró aprobar, ahora le toca a Axel Kicillof que, en medio de una compleja reestructuración de deuda, se da cuenta de que el verano avanza rápido y pronto las escuelas bonaerenses tendrán que reabrir sus puertas. La ocasión del debut educativo del gobernador cristinista sería ideal para delinear y poner en marcha la primera fase de un plan para formar a los chicos con un método acorde a los desafíos que las nuevas tecnologías y los nuevos paradigmas plantean.
Pero en estas horas solo pudo saberse que el gobernador y los gremios docentes no están en aún sintonía con el cronograma de pagos de saldos salariales que la inflación dejó pendientes desde fin de año. Para la semana que viene, Kicillof promete conversaciones paritarias, a cambio de un par de minutos para hablar del futuro de la educación en un mundo jaqueado por el desempleo robotizado, entre otras sutilezas menos urgentes que la vigencia o no de la clásula gatillo para actualizar salarios.
El propio Roberto Baradel, el Moyano de los guardapolvos blancos, le marcó amigablemente la cancha por Twitter, la vía de comunicación digital que la dirigencia sindical docente ya adoptó fuera de las aulas, para hacer más eficaz sus reclamos gremiales. Su militancia K, más el reciente nombramiento de su esposa en un cargo estatal bonaerense, auguran un mayor entendimiento en las mesas de negociación actuales que con la administración PRO. Pero tanto el macrismo como el cristinismo siguen teniendo a Baradel como la primera palabra que se les viene a la cabeza cuando piensan en educación. Seguramente, el instruido Kicillof tiene un plan ambicioso para modernizar la formación de los niños, jóvenes y maestros bonaerenses. Solo falta que aparezca la ocasión apropiada para conocerlo.
Comentarios