"Primero lloré, me tiré al piso y le pegué a la pared. Hice todo lo que haría cualquier mamá que recibe una noticia así. Pero un día pasaron al lado mío y me dijeron ‘estamos en todos lados’, como si me estuvieran vigilando. Después pasaron y me dijeron ‘quedate piola que todavía te queda una’. Ahí se pudrió todo. Me di cuenta que Ceci no iba a volver, que lo único que me quedaba era pedir Justicia y seguir adelante por mi otra hija, a la que tengo que defender. Hice como el zorro. ¿Viste que el zorro se mete en la cueva y cubre la entrada con el cuerpo? Yo tenía que ponerme ahí, para que se enfoquen en mí. De última, que me maten a mí. Las amenazas no terminaron: ahora les sacan fotos a los gendarmes que están en la puerta de mi casa o se escucha que a la noche gritan ‘Ceciliaaa’. Pero ya no me mueve. Es un desgaste psicológico, quieren que vos retrocedas. Pero esta hembra tiene los huevos más grandes de América”. La pregunta a Gloria Romero era obvia: ¿De dónde saca las fuerzas?
Gloria atiende por teléfono a NOTICIAS el miércoles 28. No es un buen día: hace diez años la operaron de la columna y todavía, cuando hay humedad, el cuerpo le duele. Pero eso es lo de menos. Unas horas antes los peritos forenses habían confirmado que los restos óseos hallados en el Río Tragadero eran humanos y todo parece indicar que pertenecen a su hija mayor, Cecilia Strzyzowski.
El 6 de junio fue el último día que se la vio a Cecilia con vida. Gloria estaba en una buena etapa. En el pasado nada había sido fácil: su madre biológica la abandonó, tuvo dificultades para quedar embarazada, su marido la había llenado de problemas y se borró luego de que el pediatra de Cecilia encontrara señales de abuso en la niña de 4 años, aunque él luego tuvo una falta de mérito en la Justicia. Gloria se las rebuscó con un almacén de barrio y siempre fue complicado llegar a fin de mes.
Como si fuera poco, cuando sus hijas se hicieron grandes y empezaron a despegar, un accidente la dejó paralítica. Tuvo que volver a aprender a caminar y no solo lo hizo, sino que comenzó a entrenar como nunca antes. Bajó 53 kilos y se obsesionó con prepararse para la maratón Chaco-Corrientes. “Las chicas ya habían estudiado, trabajaban y yo pensé: bueno, ahora me toca a mí. En eso estaba cuando apareció este despelote”, cuenta.
El “despelote” es el asesinato de Cecilia. Quizás esa sea la mejor palabra para intentar explicar todo lo que implica este crimen: los investigadores no tienen dudas de que a la joven de 28 años la mataron su pareja, César Sena, y sus suegros, Emerenciano Sena y Patricia Acuña, dos dirigentes sociales poderosos de Chaco y cercanos al gobernador, Jorge Capitanich. La Justicia también cree que el clan contó con la ayuda de, por lo menos, cinco colaboradores que están detenidos. Y las hipótesis sobre cómo se descartó su cuerpo incluyen que haya sido descuartizado y quemado.
“Salí a pelear para lograr que la impunidad se termine. No es para mí, es para que no haya otra Cecilia. Puse mi dolor en un cajón, en segundo plano. Por eso me ven tan fuerte”, explica. Los frentes contra los que lucha son políticos, pero también familiares. Después de que su ex marido desapareciera durante 24 años, el hombre lloró en público por su hija y, según Gloria, cobró notas y hasta organizó una colecta de dinero.
La reaparición le resulta sospechosa: Strzyzowski fue compañero en el colegio de Patricia Acuña y se trataba con los Sena. “De pronto estaba muy interesado en el caso, quería saber si había avances y poner una abogada de su confianza. Eso me empezó a extrañar así que le pedí ayuda a mi telaraña del FBI”, cuenta.
La ‘telaraña del FBI’ es una red de mujeres que empatizan con su historia y que le juntan información. “Tengo chicas hasta en el barrio de Emerenciano. Por ellas supe que los hijos de mi ex marido se atienden en el instituto de salud de ese barrio, ¿qué podés pensar?”, se pregunta.
La comparación entre Gloria y Ada Morales es inevitable. El crimen de María Soledad en la Catamarca de los ‘90 marcó un antes y un después en la sociedad, que pudo ver que “los hijos del poder” no solo podían matar, sino que también tenían a su alcance todo tipo de recursos para garantizarse la impunidad. Treinta años después, en el Chaco, un clan poderoso está acusado de matar a Cecilia y de pergeñar una serie de estrategias para salir con la suya. En los dos casos, sin embargo, se encontraron con madres dispuestas a todo.
En su juventud Gloria aprobó 24 materias de la carrera Administración de Empresas. Nunca ejerció pero reconoce que de ahí viene buena parte de su oratoria. El año pasado se había inscripto en Derecho y se define como autodidacta.
Su madre biológica se fue cuando era una niña. “Nos dejó porque no le gustaban las criaturas. Tuvo hijos porque la obligó el marido. La visitábamos y por ahí nos tiraba algo de plata, pero más que madre era una persona conocida. Mi tía fue mi mamá adoptiva”, recuerda. Esa mujer es Mercedes, la señora con la que llegaron a vivir Cecilia y César y que hoy encabeza las marchas en reclamo de Justicia. Ella fue quien la ayudó con la economía de su hogar cuando las hijas eran chicas gracias al sueldo que ganaba como obstetra y una pensión.
Mercedes también la ayudó con los embarazos: en el de Cecilia tuvo que pasar seis meses en reposo absoluto y aplicarse tres inyecciones por día para no perder a la bebé. “Nació sietemesina. Era tan chiquita, tan flaquita que parecía un monito y de ahí salieron los apodos ‘La Monkey’ o ‘La Monita’”, recuerda.
Por aquellos años las cosas con su marido ya no estaban bien. “Era mujeriego y siempre se metía en cosas raras. Mi familia tenía que poner la cara por él porque se endeudaba y no pagaba”, cuenta. Con Cecilia recién nacida se separaron, pero en un reencuentro Gloria quedó embarazada de Ángela. Lo intentaron una vez más, pero cuando transitaba el cuarto mes de gestación lo encontró en su casa con otra mujer.
Hasta que el pediatra le advirtió sobre las señales de abuso, Gloria planeaba criar a sus hijas con el padre presente. La información la acercó a un grupo que dependía del Ministerio de Salud, que la acompañó durante todo el proceso judicial en el que el hombre quedó exculpado por falta de mérito. “Yo no quería que esto se ventile. Encima que me la mataron, contar que fue víctima cuando era chiquita era feo. Pero él salió con pelotudeces y yo vengo con los tapones de punta”, se queja.
A Gloria la exaspera que quieran sacar provecho polìtico del caso. “A los políticos los odio a todos por igual”, dice. De hecho, cuenta que ahora participó en las elecciones primarias para dar su “voto bronca”, pero que no votaba desde que tenía 22 o 23 años. “Una vez supe que en una elección habían votado personas de hasta 140 años y dije ya está, para qué puta voy a perder mi día en esto si después llenan las urnas con muertos. Decidí que jamás iba a participar”, subraya.
Gloria habla con una entereza admirable. Tiene que mantenerse firme y por ahora solo espera que el estudio genético sobre los restos óseos le confirme si son huesos de Cecilia para poder elaborar un duelo. Cree en Dios, pero no en las iglesias, y es devota de la Virgen de Itatí aunque dice que no necesita acompañamiento espiritual ni de ningún tipo: “Soy una tipa que pasó muchas cosas en la vida y aprendí a curarme sola, a lamerme las heridas y levantarme”, dice y repite que solo tiene dos objetivos: Justicia por Cecilia y cuidar a Ángela.
Comentarios