Quiso ser sacerdote pero terminó su carrera eclesiástica cuando el amor se cruzó en su camino. Se define como “restaurador y pintor” y desde hace décadas su tarea es revivir edificios tan emblemáticos como el ex Correo Central, la cancha de Atlanta y varias embajadas. Es el hombre detrás del eternamente postergado regreso de las tiendas Harrods. Belleza, abuelo y negocios.
“¿Piccolo? ¿Ángel Amado Píccolo? No, Ángel se murió. Yo soy su hermano mellizo. ¿Con quién tengo el gusto?”, se escucha del otro lado de la línea mientras que de éste hay un corazón que deja de latir. Después, la carcajada. “No, mentira, soy yo”, dice una voz juguetona y feliz con el éxito de su primer truco: hacerse pasar por muerto. Después, con los días – con un primer café de casi tres horas en Florida Garden, con dos horas más de charla en el jardín de la Tabaquería Inglesa, otro de los lugares que ayudó a restaurar y en donde se siente como en su casa, y con muchas conversaciones más vía Whatsapp ese nombre casi hagiográfico (un Ángel que además es amado y pequeño) se convierte en un hombrecito elegante e inquieto. A la primera cita se presenta de traje y chambergo, a la segunda de traje y sombrero. Combina con cuidado el calzado, la camisa y las corbatas. Y llega al primer encuentro con una carpeta enorme donde, aclara, “está lo que yo hago, lo que sé hacer, todos los lugares en los que trabajé: la embajada de Francia, todo eso”. Tiene unos ojos chiquitos, mezcla de gris y celeste, y un humor extraño que se los enciende cada tanto, como si fueran bujías.
Noticias: ¿Y por qué todo esto no está en la web? ¿Por qué es tan difícil llegar a usted?
Ángel Amado Píccolo: Estaba, estaba en Internet, pero la saqué. La saqué porque me volvían loco, me llamaban de todos lados, permanentemente. Ahora lo voy a poner en Internet de nuevo. Igual, en aquel momento me iba a retirar”.
Noticias: Usted no se va a retirar nunca.
Píccolo: No, pero en ese momento tampoco quería saber más nada. Había quedado mal después de haber hecho Retiro y Constitución. Perdí vientidós millones de pesos. Mi señora, mi hermana, mi papá, me dijeron que había inflación, que no me metiera, pero no les hice caso. Porque a mi no me importaba la plata sino la obra. Yo hice la Casa Rosada, el Correo Central, pinté las canchas de Vélez, All Boys, Platense…
Noticias: ¿Trabajos de pintura o de restauración?
Píccolo: Restauración y pintura. Porque para ser restaurador tenés que tener todo esto (abre la carpeta, muestra sus colección de diplomas): Yo fui a la Escuela de Artes y Oficios de Gálvez, cursos, de todo. Estuve en Barcelona, hice tres doctorados.
Noticias: ¿En qué, específicamente?
Píccolo: En todo lo que es el arte. Después, la Iglesia no me quería dejar salir.
Noticias: ¿Y cómo fue eso? ¿Lo querían formar?
Píccolo: La Iglesia me quería formar y me formó. ¡Si yo hasta restauré hasta el edificio del Episcopado! Pero me enojé. Les dije: “Si no hago toda la obra yo, me voy”. Y me fui. Me tuvieron que ir a buscar en mi casa en Pinamar.
Noticias: Usted es de querer controlar absolutamente todo en cada obra, ¿no?
Píccolo: Y eso es lo malo. Lo que pasa es que yo fui capo siempre. Fui lobito (lo anterior a ser Boy Scout) y después fui capo de los Boy Scouts. ¿Y quién era siempre el que mandaba? ¡Yo! Nací el 14 de marzo. El mismo día que Einstein.
Noticias: ¿Y por qué salió así? ¿Es hijo único?
Píccolo: No, tenía una hermana que ya falleció. Yo nací en Gálvez, Santa Fe. Yo quería ser sacerdote pero mi papá no quiso. Me dio una patada y entonces me fui a vivir con mi abuelo. Nueve años tenía. Mi abuelo se llamaba Ángel Piccolo, como yo. Él fue el que me enseñó todo el arte. Él tenía una fábrica de mosaicos y entonces fabricábamos las molduras, los azulejos, todo. Soy vanidoso porque me considero bueno en lo que hago.
Noticias: ¿Usted puede restaurar lo que sea?
Píccolo: Sí. Cincuenta iglesias hice. Y en la Auditoría general de la Nación arreglé todos los pisos que estaban todos rotos y no se podían arreglar. Eran de roble de Eslavonia y ya no había más. Pero lo arreglé como pude, con lo que tenía. Yo era muy creativo, el tema es que ya no veo bien. Y me tengo que tranquilizar.
Habla de sus obras como si fueran novias. O mujeres de madera y estuco por las que todavía se pasea con aires de dueño. Al Círculo Naval, por ejemplo, entra saludando a la gente de seguridad por sus nombres de pila. Señala un mural, se sube al ascensor centenario (un tubo de madera crujiente que es como una cápsula del tiempo) y se baja en algún piso a explicar qué restauró ya, qué falta, cómo podría devolverle el brillo a cada rincón. Saluda, en el camino, a un hombre antiquísimo que asoma de una pequeña sala.
“No hay ninguna restauración que yo no pueda hacer”, dice. Se calza entonces el sombrero y sale a Florida como quien asoma al jardín de piedra.
Suena el teléfono: un hijo. Suena otra vez, al rato: el abogado. Vuelve a sonar al rato: un proveedor. Para el resto del mundo hoy es feriado, feriado nacional, pero para el señor Piccolo algo como eso no existe. Todos los días se levanta antes de las seis y todos los días sale para visitar alguna obra. La Bolsa de Comercio, recuerda, la pintó en Navidad para poder entregarla el 2 de enero. Le valió una pelea fuerte con su esposa pero la obra se terminó en tiempo y forma. A su casa volvió solamente para el brindis. Tal vez por eso le cuesta tanto imaginar su retiro. Será por eso o también porque comenzó a trabajar en esto de muy chico. Cuenta: “Mi abuelo me enseñó todas las técnicas para hacer balaustradas, molduras…Pero además un día me dijo: ‘Te voy a enseñar dos cosas: a ser un restaurador y un empresario a la vez. Porque vos necesitás la plata para ir al seminario y no la tenés. Ahora tenés 9, pero en estos tres años, trabajando conmigo, te vas a juntar la plata para ir’. Así me dijo y así fue. Eran cinco años pero junté sólo para tres así que hice dos años en uno (risas). Ese abuelo después me dijo que me fuera al cementerio de Gálvez, que eligiera la tumba más arruinada, la peor, después la limpiara y restaurara. Que no cobre nada. Que después le dijera al cuidador que, si quería, les podía hacer el mismo trabajo a todas las demás. Y así fue como empecé. ‘Para ser un buen empresario también tenés que ser buen vendedor’, me dijo. Así que cuando me vine para Buenos Aires me hice vendedor de libros para Sopena. Llegué a vender en un solo día lo que todos los otros vendían juntos en un mes”, cuenta.
Noticias: Cambiando de tema, hoy en Buenos Aires se está demoliendo patrimonio a troche y moche. ¿Realmente no se pueden recuperar esas casas y edificios?
Píccolo: No, no, todo se arregla. En Europa, en Francia, hay edificios de quinientos años y están perfectos. Todo se puede restaurar. Pero acá con cincuenta años ya son viejos.
Noticias: El tema es que hay leyes que los protegen. Hay, de hecho, 2.600 propiedades protegidas por una ley específica. Una de ellas es Harrod´s. ¿Cómo llegó usted a ser el encargado de restaurar la única sucursal de Harrod´s en el mundo?
Píccolo: A ver: se iba a hacer una obra de U$S 250 millones. Lo podés leer acá (abre su carpeta y señala un recorte). Aparte iban a hacer, arriba, un hotel 5 estrellas. Son en total siete pisos pero del cuarto para arriba se iba hacer un hotel. En cuanto nos aprobaron los planos, pusimos los carteles. Entonces, ¿qué pasó? Vino la pandemia y al dueño le comenzaron a correr los gastos, los impuestos. Entonces corté la luz, porque venía medio palo de luz. Después hubo ratones y los saqué a todos. En ese entonces íbamos a hacer la obra sí o sí pero ahora el dueño no la quiere hacer por razones de plata. Vino Goldman Sachs que ponía la plata, y después nada de eso prosperó. Surgió entonces la posibilidad de darle una concesión a la gente del mundo gay. Si vas ahora, vas a ver. Hay un montón de colores en las persianas.
Noticias: Sí. Toda la esquina está llena de banderas del arcoíris. Pero entonces, ¿Harrods como tienda nunca va a volver?
Píccolo: No, no, eso se planteó. Yo pasé presupuesto y todo, hice un montón de paredes. Restauré todos los pisos. Ahora es la hija del dueño, que es arquitecta, la que está a cargo de la obra pero todavía no se sabe bien qué van a hacer porque el mundo gay le está pidiendo esto y aquello. Están negociando, digamos. Hacer el hotel sale carísimo. Pero del primer al cuarto piso se van a hacer instalaciones para presentaciones y todas esas cosas.
Noticias: ¿Qué sería, entonces, el nuevo Harrods?
Píccolo: Como un centro cultural. Ahora todo eso tiene que quedar impecable, porque las cortinas de metal de exterior, por ejemplo, tenían mármol y bronce. Algunas de esas cosas las robaron y otras no, pero eso hay que restaurarlo.
Noticias: ¿Qué sintió la primera vez que ingresó a Harrods después de la clausura de 1998?
Píccolo: Yo entré en 2017, porque en ese entonces estaba restaurando el Círculo Naval. El dueño de Harrods me conocía. En ese momento, pasó por Florida la señora del ex presidente (N de R: Juliana Awada), vio todo cerrado y le preguntó por qué. Y dijo que si estaba todo cerrado habría que expropiarlo. Ahí fue cuando se empezó a mover todo esto y me llamaron. Porque a mi me conoce todo el mundo.
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