Cuando salía de la escuela, lo esperaba un chofer que lo llevaba hasta la puerta de la Maison Saint-Félix, la primera casa de alta costura de Buenos Aires fundada a principios de siglo XX por su abuela. Era el lugar elegido por la clase alta y donde se vestían desde Eva Perón o Jacqueline Kennedy hasta Delia Garcés o Amelia Bence. Cuando su abuela murió, su madre y sus tías se hicieron cargo del negocio. Así que él bajaba del auto y adentro lo esperaba un Vascolet con un pebete de jamón y queso y sus aviones de juguete. Roberto Devorik soñaba con ser piloto y en esa época comandaba sus naves por encima de los rascacielos en los que se transformaban los maniquíes. Después cambió sus ansias de pilotear por las de ser actor y, a los 16 años, se animó a un casting de una comedia musical. Quedó, pero su padre le dijo que tenía dos opciones: hacer las valijas o bajarse del proyecto. “Es la única cosa de la que me arrepiento en mi vida, de no haberle dicho que me iba de casa”. Los vaivenes económicos del país dejaron tambaleando la empresa paterna y a los 17 tuvo que salir a trabajar como relaciones públicas de Metro-Goldwyn-Mayer. A los 21, con la licenciatura en Costos y Finanzas, 500 dólares en el bolsillo y tres cartas de presentación que nunca abrió, se fue a Londres. “Me hice solo. Empecé con un negocio frente al museo Victoria y Alberto vendiendo sweaters y en tres meses vendí más que el departamento de sweaters de Harrods de Londres y ahí me vino a buscar un gran empresario inglés (Arthur Hill, director gerente de Fenton Hill Group) que me abrió cuatro negocios increíbles en el centro”, cuenta. La moda lo acercó a grandes figuras políticas, celebridades y de la realeza. A Lady Di la conoció seis meses antes de la boda real en las oficinas de Vogue. La relación con ella fue tal que la califica como hermana. Pero las anécdotas con cantidad de otros nombres famosos y poderosos podrían dar lugar a varios libros. Dice que su gran defecto es no tener filtro y que no nació humilde, pero que aprendió la humildad, “y es muy duro aprenderla, más cuando a uno le va bien en la vida”, explica.
Noticias: ¿A fuerza de qué aprendió?
Roberto Devorik: Lo aprendí al lado de grandes personajes. El primero fue mi madre, una empresaria de la moda que tuvo relación con Dior y Chanel, que me enseñó el bien trabajar, el ser artista en lo que uno hace y respetar la humildad del que sabe. Y lo aprendí mucho de quien fue una hermana para mí, de la princesa de Gales. Cuando fuimos a ver a la madre Teresa de Calcuta al leprosario, que casi me desmayo, le dije que mejor la esperaba en el auto y me dijo: “No, si te encanta ir al teatro y a las galas conmigo, en esta también me vas a acompañar”. Y eso me hizo aprender y vencer el miedo. Diana me enseñó a hablar con la gente que duerme en la calle porque salíamos de una gala, se ponía un tapado liso y le decía al chofer que parara, siempre llevaba cosas en el baúl del auto, les regalaba comida y frazadas. También aprendí mucho al lado de grandes actores. La humildad que me enseñó una actriz como Judi Dench que me invitó un fin de semana a su casa al lado del mar, comimos en la cocina, preparó ella un pollo, la más grande dama del teatro inglés y con una simplicidad, no había ochocientos mucamos ni cuatrocientas habitaciones. Grace Kelly fue otra de las mujeres que admiré, estuve con ella en Escocia cuando le dio consejos a Diana pero sin el chisme, sin tirar dardos. Todas esas grandes experiencias me dieron la posibilidad de tener mi mayor riqueza, tener amigos en todos los lugares en los que he vivido.
Noticias: ¿Cómo se lleva la popularidad y el poder con su falta de filtro?
Devorik: Justamente, aman el “sin filtro”. Cuando una Judi Dench me pregunta si me gustó la obra y yo le digo: “Sí, pero me pareció un poco pesada, porque ya de Shakespeare no se puede inventar nada”, se ríe y me dice: “Sí, menos mal que me llevás a comer a la noche porque cuando termino esta obra estoy reventada”. La confianza se gana siendo más que sincero, siendo uno, sin ponerse una careta.
Noticias: ¿Cómo definiría al poder?
Devorik: El poder es muy peligroso porque tiene que ser como su crecimiento en la vida, sólido y gradual. Entonces crea las bases y es como un andamio bien fijado. Si tiene ese balance, se da cuenta de que lo más importante en la vida son dos cosas: la salud y el tiempo. El verano pasado, Warren Buffett hizo un gran almuerzo en su casa de East Hampton y yo fui con Jacqueline Bisset. Había una mujer multimillonaria que lo quería invitar a una inauguración en septiembre y estábamos en agosto. Entonces él pide su agenda y la multimillonaria lo mira y le dice: “¡Qué maravilla tu agenda de Hermes de cocodrilo!”, y él pasa las hojas en blanco y le dice: “No, el lujo es tener una agenda vacía para ser libre y tener todo el tiempo del mundo”.
Noticias: En ese afán de contactos y negocios, ¿en algún momento se dio cuenta de que no era libre?
Devorik: Sí, totalmente. Trabajé en EE.UU quince años y es muy duro, uno es un número, lo quieren tanto como lo que usted produce. Pero hay muchas ventajas porque puede hacer mucha plata, hay que saber entrar y saber salir a tiempo. Así que volví a trabajar a Europa y una gran firma me ofreció ser el capo en EE.UU y ganar un cuarenta por ciento más que en Europa y dije que no porque lo más importante es la salud y la vida. Estaba perdiendo mi salud y mi individualidad y lo peor para un ser humano es perder la individualidad y la libertad. A los 64 años dije basta. Me iba brutal, era el director internacional para Latinoamérica de Faconnable, era un trabajo que me divertía mucho pero dije: “Tengo que ver el mundo que todavía me falta”. No me arrepiento, porque siempre estoy haciendo algo, me llaman para asesorar y hacer proyectos.
Noticias: Su “sin filtro” debe ser un riesgo respecto de contar intimidades que la otra persona pueda sentir como indiscreciones.
Devorik: Mire, me han ofrecido mucha plata para serializar mi vida con la princesa de Gales y con las personalidades que conocí porque tengo ochenta mil amigos como Gregory Peck, Michael Douglas, Ingrid Bergman. Yo no lo hago por respeto. Si quiero ser sin filtro tengo que escribir cosas que no son agradables. Entonces si no es positivo hacia algo, no lo hago, por ninguna plata del mundo.
Noticias: ¿Cuál es la llave para hacer amistad con las celebridades?
Devorik: Creo que el instrumento es mi séptimo sentido y la moda. A Elizabeth Taylor me la encontré en un restaurante en Londres. Me la crucé en la puerta y me dijo: “Nadie le dijo que se parece mucho a mi ex marido (Richard Burton)”. “Sí, muchas veces pero que me lo diga usted, me estoy desmayando”. Ahí me invitó a su mesa. Yo era en ese momento dueño de Versace en Londres. A los dos días estaba comiendo en su casa y vistiéndola porque ella iba al palco real invitada por la reina, y yo iba con Diana. Ahí empezó la amistad. Cuando abrí mi negocio de ropa en Los Ángeles, ¿quién fue mi madrina?: Elizabeth Taylor. Ese es el mejor ejemplo.
Noticias: ¿Siente que esas grandes personalidades son genuinas?
Devorik: Algunas sí, otras no. Yo sabía que Elizabeth Taylor no estaba bien y la llamé una noche, me dijo que estaba acompañada por el único hombre que le había sido fiel: Jack Daniels, el whisky. Eso es ser real. Y no le estoy contando un secreto sino mostrando la naturaleza de un ser humano. Le doy la contra: Madonna. La recibí en la Argentina, le conseguí la Casa Rosada para que filmara. Una mujer egoísta que trataba a la gente mal. Es todo para afuera, para el show, sin micrófono, no tiene voz. Pero en cambio veía a Whitney Houston o a Diana Ross o a Barbra Streisand, muy amiga mía, y sus voces nacen del estómago.
Noticias: Decía que no hay que perder la individualidad, ¿le fue difícil estar con grandes personalidades sin mimetizarse?
Devorik: Le voy a contestar con otro ejemplo: yo nunca perdí mi acento, hablo corrido inglés y lo hablo bien. Yo tenía amigos de Sudáfrica o Chile que hablaban más pronunciado el inglés que los mismos ingleses y usaban sacos cruzados con botones dorados más que los paquetes ingleses. Siempre fui igual, un argentino que hablaba bien inglés. La primera vez que fui a Buckingham Palace estaba muy nervioso, verse con los ministros, la aristocracia y la realeza del mundo es fortísimo. Pero si uno está seguro de que uno es uno mismo, es lo mismo que ir a comer con un jardinero que me explique cómo creó un jardín tan lindo. Le doy el valor a lo que la persona proyecta o realiza. Respeto más la mentalidad anglosajona que la latina. Son más disciplinados, más fríos pero el que llora mucho, el que le manda las flores más grandes, todo ese circo me marea mucho, no es mi estilo, y ojo que no soy la humilde violeta tampoco. Me encanta el rico chocolate y las flores pero no tienen que ser grandes. No me gusta el show off.
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