"Pero no puede ser. ¿Ella es más grande que yo entonces?", dice Alberto Fernández. El Presidente parece francamente sorprendido. Dice que no tiene idea, que el hombre que le dio la vida y de quien heredó el nombre y el apellido es poco más que un mal recuerdo, y que nunca jamás había escuchado algo semejante a lo que NOTICIAS le estaba contando en la noche del domingo 27 de diciembre de 2020: que tenía una familia desconocida.
El Presidente saca cálculos, dibuja teorías en voz alta –“¿será por eso que se peleó tan fuerte con mamá?”– y vuelve a su infancia. Piensa, pero no encuentra respuestas. Y cuando llega a un punto muerto en su búsqueda autobiográfica se terminan de intercambiar los roles: es Fernández quien le pregunta a este medio sobre la identidad de su recién descubierta media hermana, y sobre la verdadera historia de su padre biológico, el mismo que lo abandonó a los cuatro años y de quien desde entonces no supo nada más. Ni siquiera conocía, hasta que se dio esta conversación, la fecha en la que Alberto Oscar Pío Fernández, el hombre que lo dejó, había muerto.
La que sigue es la historia que atrapó al propio Presidente en las últimas horas de este tan inesperado y complejo 2020.
En el nombre del padre
El papá del mandatario nació en Lomas de Zamora, un 11 de julio de 1915. Esa Argentina, igual que la actual, era un hervidero: la “Gran Guerra” había cortado las exportaciones y la crisis económica golpeaba a todos los sectores, mientras Racing Club se preparaba para ganar su tercer torneo nacional al hilo e Hipólito Yrigoyen empezaba a preparar su campaña presidencial, en lo que iba a ser la primer gira nacional de estas latitudes.
Fue en ese berenjenal que Vicente Alberto Fernández Cruz (1886-1944) y Sara Catalina Cámara Carranza (1896-1953) dieron a luz al primero de sus seis hijos. Tanto el Presidente como su hermana mayor, Sara Valentina, y su recién descubierta media hermana, Marta Sara, se llaman así por estos dos abuelos, aunque la primera Sara de la familia es la bisabuela paterna del Presidente, nacida en 1861 en San Vicente. Los nombres vienen con su propia historia.
La vida de Alberto Oscar Pío, que de adulto se dedicó a la contaduría, está envuelta en un absoluto misterio. Sobre todo para su tercer hijo, quien hoy dirige el país y que se va a enterar cuando lea esta nota de que su padre biológico estuvo acusado por estafador en 1943, en una causa que llevó adelante el juez porteño de Instrucción en lo Criminal Práxedes Sagasta. El magistrado incluso tuvo que intimar a Alberto padre en dos ocasiones para que se presentase a testificar: “Que comparezca a estar a derecho bajo apercibimiento de declarársele rebelde”, avisó en octubre de aquel año.
Cuando el Presidente tiene que hablar de su padre habla del juez Carlos Pelagio Galíndez, quien se casó con su madre, Celia Pérez, cuando él tenía siete años y de quien tiene el mejor de los recuerdos. En cambio, de su padre biológico habla –y sabe– poco: en alguna ocasión contó que dejó a la familia cuando él era muy chico y que murió durante el Mundial de 1978. La primera afirmación de Fernández es correcta –aunque recién cuando habló con NOTICIAS descubrió uno de los motivos que podrían haber llevado a su padre a tal drástica decisión– pero no la segunda: Alberto Oscar Pío murió a las nueve de la mañana del 1° de septiembre de 1980, luego de sufrir un paro cardíaco a la edad de 65 años.
Lo acompañaban en su casa de Flores, sobre la calle Aranguren, su primera y última –pero no única– pareja, Basilia Waldina Rodríguez, y la hija de ambos, esa misma que este año descubrió que era media hermana de alguien a quien admiraba y a quien todavía no pudo conocer. “No quiero herir a nadie, pero es como si me preguntaras si me voy a juntar con un desconocido”, explicó el Presidente sobre la posibilidad de una futura reunión. Quizá cuando lea la historia de su media hermana cambie de parecer.
La vida de los otros
Hay que hacer el ejercicio de ponerse en el lugar de Marta Sara. Ella nació como la primera hija de Alberto Oscar Pío, un 2 de octubre de 1952, siete años antes que el Presidente. Aunque los detalles son poco claros, hay una triste paradoja que une a los hermanos: a Marta Sara también la abandonó su padre. Tal es así que menos de tres años después nació otra Sara, Valentina, la hija de Alberto Oscar Pío y Celia Pérez. Esa pareja, formada como tarde a mediados de 1954, duró hasta los cuatro años del mandatario, es decir 1963.
Por lo que cuenta el Presidente, ni él ni su hermana supieron jamás que su padre biológico había formado su familia ya con otra encima. De ahí su duda: “¿Se habrá enterado mamá de esto y por eso se habrán peleado tan fuerte?”. Alberto recuerda que la separación fue en “muy malos términos”. Acá la historia vuelve a ser poco clara: en algún momento entre que lo abandonó en 1963 y su muerte, 17 años después, Alberto Oscar Pío Fernández volvió al hogar de Basilia Rodríguez y de su primera hija, Marta Sara. Con ellas estuvo hasta su último aliento.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en otros casos de personas que descubren su verdadera identidad –desde nietos de desaparecidos durante la última dictadura hasta a Fabiola Yáñez, la Primera Dama que conoció a su padre recién cuando tenía 23 años–, Marta Sara se enteró de su verdad no en la adolescencia ni en la temprana madurez, sino cuando ya tenía más otoños en su espalda que hacia adelante. Fue en este abril, ya con la pandemia azotando al país y con ella a meses de cumplir 69 años, cuando descubrió por una genealogista quién era su hermano.
Hay que pensar también que Marta Sara vivió toda su vida como una ciudadana más, trabajando en una distribuidora de diarios y revistas que fundó junto a su marido. La reputación que tienen ambos entre los canillitas y en el mundo de las revistas culturales –tanto la media hermana presidencial como su esposo participan asiduamente de la asociación que nuclea a estas ediciones independientes, donde están desde la Revista Barcelona hasta la Revista Mu– es enorme: se los conoce como una pareja de trabajadores incansables y de “muy buena leche”. Pero no solo eso: Marta Sara está convencida de que los días más felices fueron, son y serán peronistas. Y, sobre todo, kirchneristas. “¿Se puede sentir tanta desolación?”, se preguntaba la media hermana en la tarde del 27 de octubre del 2010. “Esto es increíble, quiero que alguien me saque de esta pesadilla. No, no es cierto, Néstor estará siempre, la semilla está plantada, mis hijos seguirán regándola”, dijo en sus redes sobre la muerte del ex presidente, convencida de que sus dos vástagos –el mayor un productor de contenidos teatrales que ya empieza a hacer carrera en aquellos pagos– continuarían el legado K.
“Bueno, esto que me contás me gusta”, dijo Alberto Fernández con una sonrisa, cuando NOTICIAS le relató las posiciones políticas de su media hermana. De cualquier manera, es en este punto donde llega el ejercicio: ¿cómo habrá sido para una mujer de casi 70 años y una militante convencida del “proyecto nacional y popular” enterarse de que el ex jefe de Gabinete de su ídolo y el Presidente al cual votó es, ni más ni menos, hijo de su propio padre?
Laberinto familiar
La respuesta a esta pregunta es difícil de saber porque, a contramano de lo que sugiere la primerísima reacción del entorno presidencial –“¿Qué está buscando esa mujer? ¿Qué quiere?”–, Marta Sara optó por un perfil bajísimo. NOTICIAS le tocó tres veces el timbre en el departamento en el que vive en Boedo, y en todas las ocasiones se dieron charlas secas a través del portero. La media hermana de Alberto le contó a este medio que no estaba buscando fama ni mucho menos, y también deslizó la idea de que si del otro lado no querían saber nada ella iba a aceptar esa voluntad y adoptar la misma actitud. “No veo ni a mis nietas desde que comenzó la pandemia menos te voy a abrir a vos”, sintetizó ante al cronista de este medio.
Sin embargo, sí ocurrió un hecho llamativo: en las primeras dos charlas con Marta Sara se habló de su primer contacto con su recién descubierta familia, ocurrido en abril a través de una o más cartas –información que había sido adelantada por una irrefutable fuente del entorno presidencial–, pero para la tercera y última conversación ese relato cambió. Fue en el mediodía del lunes 28, casi doce horas después de la charla de NOTICIAS con el Presidente. Ahí la hija de Alberto Oscar Pío desmintió su primera narración, y aseguró que jamás se había comunicado con Alberto ni con nadie de su familia.
Es en este punto donde parece haberse dado, más de sesenta años después, la primer coincidencia entre los hermanos Fernández. La fuente irrefutable del entorno presidencial que confirmó la versión original –que incluso especificó que la carta fue al Presidente, y contó detalles como que fue escrita de puño y letra, y que Marta Sara incluía su número de DNI y el relato de su historia familiar, además de un intento para finalmente conocerse- luego retrocedió a la par que la media hermana.
Esta conversación con la fuente fue en la tarde del lunes 28, y el relato pasó de “una carta a Alberto” a una carta a un miembro de su familia, quien decidió unilateralmente “no sumarle más problemas” al Presidente en un año tan complejo y tabicó la información de tal manera que el mandatario jamás conociera la verdad. Decisión osada.
De cualquier manera, el último relato afirma que si no hubiese sido por la charla de NOTICIAS con Alberto, este jamás hubiera descubierto a su media hermana. El Presidente también reafirma esta versión: “¿Para qué voy a mentir? Puedo tener diez hermanos más pero es un tema de mi papá biológico, no mío. Yo no la conocía y esa es la pura verdad”.
Clanes
Quien puede explicar lo delicado y complejo que es el asunto que revela esta nota es el propio Alberto Fernández: “Cuando desaparece el padre de la familia todo explota en mil pedazos. Él era como un bígamo, un hombre con dos familias, y les expresaba su amor a ambas. Pero cuando murió, como siempre ocurre, se descubrieron las dos familias. Es un tema muy complejo”. Aunque parece que se refiere a su propia historia, el Presidente en verdad hablaba, en una entrevista en el 2014 con la revista “Presente”, sobre el último Perón, “el padre”, y sus “dos familias”, el peronismo revolucionario de los setenta y el sector más conservador y reaccionario. De cualquier manera, Alberto dio en el clavo: después de la muerte del padre las dos familias se descubrieron entre sí, aunque esta vez se dio a través de NOTICIAS.
A la familia que no ve el Presidente desde que comenzó la pandemia es a la suya, particularmente a sus dos hermanos. Además de Valentina está Pablo Galíndez, hijo de su madre y del juez, que tiene 54 años y trabajó en varios fondos de inversión. Entre los tres, y sus respectivos hijos, forman, como ellos mismos le dicen, el “clan Fernández Galíndez”. Por lo que cuenta el Presidente ese “clan” fue “muy feliz”, por lo menos hasta que el juez falleció en 1997. “Yo tenía siete u ocho años y para mí mi papá era él”, recuerda Alberto, sobre el juez de quien heredó la profesión. “Él me marcó”.
Lo que sucedió el año pasado sería lo que el historiador y periodista Osvaldo Bayer llamaba “fantasías de la realidad”: es que tanto Valentina, Pablo y Alberto como su media hermana, Marta Sara, perdieron en el 2019 a sus respectivas madres. Basilia Waldina Rodríguez murió a sus 92 años y Celia Pérez a sus 91. La madre de Alberto, en algo que él lamentó profundamente, ni siquiera llegó a ver a su hijo sentarse en el sillón de Rivadavia. Fue una pérdida muy dolorosa para la familia presidencial, y cuando sus amigos lo ven preocupado o cabizbajo a Fernández saben que hay una fórmula para levantarle el ánimo que no suele fallar: “Tu vieja estaría muy orgullosa de vos”.
Es decir que los últimos dos años vienen siendo más que movidos para los Fernández. Para Año Nuevo el Presidente planeaba recibir en la Quinta de Olivos a sus hermanos y a toda su familia, en una cena en la que también estarán la Primera Dama y probablemente Estanislao Fernández, su hijo. Aunque Alberto intercambió llamados con su familia en la víspera de la Navidad, la comida del 31 de diciembre fue la primera reunión entre ellos en, por lo menos, los últimos nueve meses. Hay una cosa que es segura: antes del brindis y del pan dulce, el Presidente y sus hermanos tuvieron un tema de charla muy especial. Quizá, parafraseando a Perón, el 2021 los encuentre a todos, Marta Sara incluida, unidos.
Comentarios