Hace algunos meses, cuando el dólar todavía estaba calmo y no parecían necesarios los salvatajes financieros del Norte, Javier Milei fantaseaba con “arrasar” en las elecciones. Eran tiempos en los que los audios de Diego Spagnuolo sobre las coimas y los vínculos de José Luis Espert con un tal “Fred” Machado aún no habían irrumpido en la opinión pública y todo parecía bajo control. Pero la política es impredecible, sobre todo cuando la economía no ayuda en nada.
En los últimos días, a la campaña de los libertarios le pasó de todo. El sábado 4, el Presidente y su comitiva llegaron a Santa Fe para una caminata proselitista, pero tuvieron que ser rápidamente evacuados por los huevazos e incidentes que se registraron como bienvenida a la provincia. En Tierra del Fuego, unos días antes, el recibimiento a Milei fue igual de caluroso y también terminó con sus actividades suspendidas. Y en el reciente acto en que el libertario presentó el nuevo Código Penal junto a su ministra Patricia Bullrich, desde la cárcel de Ezeiza, a José Luis Espert lo tuvieron que esconder en la tercera fila a pesar de que por entonces todavía era el cabeza de lista en la Provincia. Además, se cuidaron de que no lo enfocaran las cámaras. Pero unas horas después, y luego de que Milei lo sostuviera contra viento y marea, igual tuvieron que bajarlo de la lista, además de desinvitarlo del bizarro show que el Presidente acaba de protagonizar ayer en el Movistar Arena. Así se hace muy complicado ganar una elección.
Para colmo de males, el porrazo que sufrió el Gobierno en las elecciones bonaerenses alteró al establishment y despertó al dólar, y por más que Donald Trump y el Tesoro norteamericano prometieran ayuda, y que Milei tratara de llevar calma hablando de “blindaje” (qué palabrita), el avión se sigue moviendo en medio de la tormenta.
Aparte de eso, hay decisiones que parecen delirantes y que queman todo lo que hay escrito sobre comunicación política. Una de ellas es la de convertir a Karina Milei en la cara de la campaña en aquellos eventos a los que no va el Presidente. No solo porque su oratoria es -en el mejor de los casos- bastante rústica, sino también porque su imagen pública está por el suelo después del sonoro escándalo de las coimas del 3 por ciento en Discapacidad. Aún con ese antecedente, a su hermano no se le ocurrió mejor idea que abrazarse a ella en el acto final de su campaña en la Provincia, antes del mazazo de los 14 puntos de diferencia. Así como este domingo, acorralado por su mesa chica, intentó sostener hasta último momento a Espert. Son caprichos insólitos.
El peor enemigo de Milei no es la oposición, ni el dólar, ni los candidatos que elige. Su peor enemigo es él mismo.














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