El encuentro ocurrió el viernes pasado y ninguna de las dos quiso que hubiera fotos. Ni la anfitriona, Victoria Villarruel, ni la visitante, Patricia Bullrich, que fue a ver a la otra a su despacho del Senado. La ministra concurría como ganadora de las elecciones en CABA y futura jefa del bloque de senadores libertarios. La vicepresidente la recibía en su rol institucional de titular de la Cámara Alta. Era un careo entre una enemiga de Milei y una de las principales espadas del Gobierno, y por eso el diálogo fue de sordos: mientras que Bullrich le pedía alineamiento, Villarruel contestaba que nunca había obstaculizado los planes del Gobierno en nada. Y aunque las dos comunicaron que la reunión había sido “positiva”, lo cierto es que se desprecian y no lo ocultan.
Por ejemplo, en los regalos que eligieron para esa ocasión. Bullrich llevó como obsequio una Constitución nacional, acaso porque los libertarios castigaron a Villarruel con epítetos tan duros como el de “golpista” y lanzaron la disparatada teoría de que habría estado tras las corridas cambiarias previas al salvataje de Estados Unidos (no explicaron qué misteriosa relación hay entre la vice y los agentes de la City). A su turno, la anfitriona también le dedicó un presente griego a su visitante: una botella de vino, acaso para maridar ese obsequio con la infinita cantidad de memes y bromas que corren sobre la supuesta inclinación a la bebida de Bullrich, un rumor infundado que se hizo viral después de que, años atrás, le secuestraron el auto por no haber superado un test de alcoholemia.
La mala onda entre “Vicky” y “Pato” tiene un origen que pocos recuerdan. Antes de que la ministra llegara al espacio y se pintara de Violeta, era a Villarruel a quien Milei iba a cederle el control total de los ministerios de Seguridad y Defensa, las dos problemáticas que la interesaban. Pero ese acuerdo se canceló sin previo aviso cuando Bullrich desembarcó en el Gobierno y dejó a Villarruel sin nada. Los posteriores y constantes tironeos entre el Presidente y su vice terminaron por aislarla del todo. Y ahora siente que mandaron a Bullrich a que fuera por ella.
Dos damas de hierro, frente a frente, en una pelea para alquilar balcones.














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