No en vano son clásicos. Comer unos churros con chocolate en La Giralda o deleitarse con un revuelto gramajo en La Cátedra son experiencias que muchos argentinos atesoran. Y gracias a las tareas de renovación que estos y varios restaurantes clásicos más han llevado a cabo, seguirán siendo posibles para varias generaciones más.
Platos icónicos
En plena pandemia, muchos temieron lo peor. Pero cuando a fines de agosto de 2021 La Giralda reabrió sus puertas completamente renovada, el centro porteño respiró aliviado. Este bar notable data de 1930, cuando el andaluz Francisco Garrido instaló una sencilla lechería en la planta baja del edificio Nordmann. Fue creciendo con los años y a la par de la avenida Corrientes, con una especialidad notoria: los churros con chocolate espeso.
En esta nueva etapa, el bar se complementa con almuerzos y cenas elaborados. En cuanto a la restauración, los nuevos dueños buscaron preservar la historia y contrataron al estudio Pereiro-Cerrotti & Asociados. “Encontramos el lugar en muy mal estado, hasta tuvimos que volver a hacer las lozas de los pisos. Rescatamos todo lo que pudimos y creamos hasta los apliques y artefactos colgantes con una clara inspiración art déco”, describe Gustavo Cerrotti. El esfuerzo dio frutos, y en esta nueva temporada no solo llegan los clientes de siempre, sino también nuevos, en especial del interior del país.
Y si de preparaciones icónicas se trata, no se puede obviar el puchero de El Tropezón, uno de los cinco restaurantes más antiguos de Buenos Aires (es de 1896). Uno de los amantes de este plato era Gardel, que lo degustaba en la mesa 48. Por desgracia, estuvo cerrado desde 1984. Hasta que en 2015 la empresaria Raquel Rodrigo adquirió el garage que está al lado, que venía acompañado de un local comercial. Su idea era hacerlo también estacionamiento, hasta que descubrió, gracias a una mayólica en el frente, que allí había funcionado este punto notable. Decidió reabrirlo y su hijo Ezequiel le hizo el mejor regalo: la sorprendió comprándole la marca, para poder recuperarlo en todo su esplendor. Tras un año de trabajo, en 2017 reabrió con un mix interesante entre tradición y novedad: la esencia del espacio sigue presente, pero con una barra que se jacta de ser la más larga de Buenos Aires, y una cava-sótano ideal para reuniones y shows.
Puntos de encuentro
En Palermo, La Cátedra data de los 70. Está ubicada donde originalmente se juntaban los amantes de los caballos, cerca de la zona de los studs. “De ahí viene el nombre, porque era el punto de encuentro donde daban cátedra los que sabían sobre el tema”, ilustra Romina Prieto, encargada. El paso de los años lo fue cambiando; mientras en los 80 fue un restaurante tradicional con música clásica, en los 90 la explosión gourmet pasaba por otros barrios, y el concepto de negocio se transformó una vez más. Para 2016 decidieron salir de la zona de confort y renovarse. “Se buscó mantener la esencia de un restaurante de Palermo, con comida tradicional de la gastronomía argentina. Y desde lo estético se le dio un estilo más de bodegón sin perder lo familiar”, detalla Prieto. El resultado fue una ampliación del público. De abuelos a nietos, todos confluyen en ciertos platos ovacionados, como el revuelto gramajo y las milanesas.
Creado en los 70, Fechoría solía ser ese bodegón hito de Almagro donde confluían las más variadas figuras del espectáculo y la farándula. Cerrado en los 90, tuvo un intento de reapertura en 2018 sobre la avenida Callao, sin demasiado éxito. Pero la tercera es la vencida también en términos gourmet: en mayo de 2021 reabrió sus puertas en la Recova de Posadas, en Recoleta. Lo hizo de la mano del empresario Daniel Lalín y algunos inversores. “La apuesta es tener un restaurante de calidad con cocina de excelencia y con el espíritu de Fechoría de ser un espacio de amigos, de sobremesas largas, con gente de la farándula y el fútbol”, describe. Así, la pared con mural de famosos como Moria Casán y Susana Giménez es testigo del ir y venir de platos con ostras, rabas, ravioles de centolla o faisán, entre otros.
Próximamente
En los próximos meses, una de las renovaciones más ambiciosas abrirá sus puertas. Se trata de La Ideal, la confitería de 1912 que es epítome de la elegancia del art nouveau. También a cargo del estudio Pereiro-Cerrotti & Asociados, cerró sus puertas en 2016 en pos de recobrar su antiguo esplendor. Y lo está haciendo con un nivel de puesta en valor pocas veces visto en el rubro. “Nada es ‘parecido a’, todo es como era antes. Incluso restituimos el oro donde originalmente lo había”, detalla el arquitecto Alejandro Pereiro.
Tras encontrarse con un edificio casi en ruinas, pusieron manos a la obra para recobrar su brillo y encanto. En los más de tres años de trabajo que llevan debieron convocar especialistas de oficios casi extintos para mantener la calidad de lo existente. Quien ingrese a La Ideal de 2022 podrá revivir la mítica confitería con lo mejor de sus años de gloria (no faltarán los sándwiches de miga ni las palmeritas), pero también disfrutar bellezas de esta época: una carta de mediodía, una carta nocturna digna “de un hotel cinco estrellas” y un espacio para brunch y eventos.
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