Sunday 28 de April, 2024

COSTUMBRES | 27-08-2023 10:22

Phubbing: Cómo combatir la “indiferencia digital”

El acto de ignorar al otro por mirar la pantalla afecta cada día más a parejas y familia. Cómo desconectarse. El boom de los teléfonos tontos.

Es una escena cada vez más común. Al mirar las mesas de un restaurante o de un bar, seguro habrá más de una en la que los comensales no se miran a los ojos ni se escuchan, porque cada uno estará enfrascado en la pantalla de su celular. Incluso sucede cuando hay niños: en ese caso, las pantallas infantiles a disposición suelen ser de tablets u otros implementos pensados específicamente para entretenerlos.

Este hábito, una suerte de ninguneo digital que llegó con el uso y abuso de los teléfonos inteligentes, tiene nombre propio: “phubbing”, una conducta que preocupa y sobre la que distintos especialistas llaman la atención.

Una real adicción

El avance tecnológico es claro e imparable. En las últimas décadas, ha transformado radicalmente la forma en la que nos comunicamos, pero también aquella en la que nos relacionamos con nuestro entorno. Al tiempo que los dispositivos móviles se han convertido en una extensión inseparable de nuestras vidas, ya que nos dan acceso constante a información, servicios y entretenimiento, esta conexión también ha traído una serie de desafíos y fenómenos sociales intrigantes. Según la psicóloga clínica Silvana Weckesser, autora del libro “Recalculando: a ser adulto también se aprende” (Hojas del Sur), uno de estos fenómenos es precisamente el “phubbing”, una conducta que aunque puede parecer inofensiva en un principio, tiene implicaciones mucho más profundas de lo que podría anticiparse.

Familia

Para la profesional, este hábito se encuadra dentro de la adicción a la tecnología, patología que involucra un uso excesivo y compulsivo de dispositivos electrónicos. “Esta adicción puede tener efectos significativos en la vida de las personas y su bienestar psicológico y emocional”, apunta. ¿Cuáles son los síntomas? La necesidad constante de revisar mensajes, redes sociales o jugar juegos en línea, incluso cuando interfiere con otras actividades y relaciones.

La base científica que respalda esta clasificación incluye cambios cerebrales (se activan en el cerebro circuitos similares a los que se activan en las adicciones a sustancias), reforzamiento positivo (estos comportamientos proporcionan recompensas inmediatas o gratificación que favorece el comportamiento adictivo), síntomas de tolerancia (es necesario aumentar el tiempo de uso para lograr la misma gratificación) y abstinencia en caso de suspender el uso. Además, la experta explica que el abuso de la tecnología puede contribuir a la ansiedad, depresión, baja autoestima y otros problemas de salud mental.

En el caso puntual del “phubbing”, que nace de la fusión de las palabras “phone” (teléfono) y “snubbing” (ignorar), la consecuencia más directa es un deterioro en la calidad de la comunicación. Lo cual puede llevar a malentendidos, falta de conexión emocional y la sensación de que la conversación no es valorada. “Esto puede afectar la oportunidad de compartir experiencias o emociones de momentos significativos, lo que a largo plazo debilita el vínculo. No debemos desestimar que la falta de atención y empatía puede minar la confianza y la autoestima en una relación”, advierte Weckesser. Así, llevar adelante esta conducta a la larga puede generar resentimiento y desconexión emocional.

Pareja

Además, se genera una retroalimentación dañina: suele suceder que cuando alguien ve que la persona con la que está saca su celular, de inmediato replica la acción. Es como si la descortesía quedara habilitada y entonces el desaire se vuelve normal. Un círculo vicioso digital.

También para los chicos

Como se indicaba al inicio de la nota, esta conducta también es común hacia y entre los chicos. Se ve a los padres mirando el celular sin prestarles atención y también a los niños con sus propios teléfonos, juntos pero sin relacionarse. Es que crecer en un entorno donde el “phubbing” es común puede tener consecuencias en el desarrollo y también en las dinámicas familiares.

“¡Pareciera que de tan conectados, están desconectados!”, se preocupa Laura Lewin, especialista en educación, autora, y capacitadora docente, responsable de la cuenta @lauralewinonline. “Es normal ver a grupos de chicos con sus celulares en los recreos, hasta en los cumpleaños o encuentros de amigos. Esto está tan naturalizado que pareciera una conducta normal, aun cuando este comportamiento atenta contra las habilidades socioemocionales en general y la manera en la que nos comunicamos en particular”, agrega.

Algunos efectos emocionales y cognitivos que la profesional señala son sentimientos de invisibilidad, dificultades de atención en situaciones sociales y académicas y también de comunicación efectiva, ansiedad y preocupación sobre su lugar en la familia y cómo se sienten los demás acerca de ellos y limitación de habilidades como la empatía, la escucha activa y la resolución de conflictos. Otras consecuencias directas son la dependencia tecnológica y el impacto en las relaciones interpersonales (“los chicos crecen viendo a sus padres o adultos en la casa prestando más atención a sus celulares que a las interacciones personales, y pueden internalizar este comportamiento y aprender a que es aceptable ignorar a otros en favor de la tecnología”, apunta Lewin). También se pueden generar conflictos familiares, ya que a nadie le gusta sentirse ignorado. Y la frutilla del postre: el exceso de tiempo dedicado a las pantallas podría impactar negativamente en el desarrollo cognitivo y emocional de los chicos limitando su exposición a otras actividades y experiencias enriquecedoras.

Celular

Para evitar todos estos efectos, la especialista propone algunos enfoques para mejorar la comunicación. Recomienda poner límites de tiempo para usar los dispositivos y establecer zonas sin tecnología para todos, como el momento de la comida. En contraposición, asignar tiempo específico para interactuar y comunicarse y tener charlas concretas sobre el impacto del “phubbing” en las relaciones.

El valor del JOMO

En su libro “Cómo domar tus pantallas: claves para el detox digital y el bienestar en la era conectada” (Conecta), Martina Rua y Pablo M. Fernández abordan una contrapropuesta al síndrome del FOMO, “Fear of Missing Out” o el miedo a perderse de algo (por no estar siempre conectado y atento). Se trata del JOMO, “una búsqueda de desconexión intencional o deliberada que pone el acento en estar presentes en lo que hacemos, desconectados de la tecnología”. Se llama JOMO porque reemplaza la letra inicial del miedo por la “J” de “joy”, alegría en inglés. Según los autores, en muchos espacios ya se ofrece esta desconexión como un nuevo lujo. Y se trata de experiencias “tan viejas como la humanidad, pero que se ponen en valor como reacción ante la conexión exacerbada: música, cocina, lectura, escritura, meditación”.

Celular

Otro dato interesante en materia de desconexión es el insólito auge de los llamados “teléfonos tontos”. ¿De qué se trata? De los viejos celulares en los que sólo podíamos hablar o mandar SMS. Cada vez más gente los usa. Las búsquedas en internet de aparatos vintage ha subido exponencialmente y muchos los han adoptado para disfrutar su tiempo libre sin redes sociales. Algunas empresas están, además, desarrollando modelos que permitan escuchar buena música y sacar fotos de aceptable calidad sin cederle espacio a las aplicaciones online. Comprarse un celular de este tipo, permite ahuyentar el vértigo de la desconexión total, pero sin la posibilidad de engancharse con actividades adictivas vía internet.

Todo vale a la hora de revalorizar los vínculos, la verdadera comunicación y la posibilidad de enfocarse en el otro sin distracciones.

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Vicky Guazzone di Passalacqua

Vicky Guazzone di Passalacqua

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