Las sociedades se están tornando cada vez más apáticas. Todo los órdenes sociales y políticos fueron transformados y es necesario que partamos de una idea: en estos tiempos cambiantes, para poder iniciar cualquier intento de campaña electoral, es clave una exhaustiva investigación que nos permita conectar con los votantes, entender sus prioridades y sus necesidades.
Existe una nueva globalidad que se ha expresado en todo el mundo a través de diferentes escenarios de quiebre. La política vivió cimbronazos profundos en los tiempos digitales: ahora es rápida y emocional. La reacción ante la noticia es explosiva, las indignaciones se esparcen. Todo es visceral, urgente, emocional, cambiante.
Si partimos de la base de sociedades ya no creen en lo que representan los políticos, el interrogante se asoma por decantación: ¿cómo se obtiene el voto de un incrédulo? En principio, trabajando desde la certeza de que ya no quedan certezas.
Porque la pandemia arrasó con lo institucionalizado, lo cómodo, lo estipulado. Todos los modelos de liderazgos fueron sometidos a discusión. El viejo caudillo le abrió paso a un nuevo perfil de dirigente que conecta desde la sensibilidad, desde las emociones. Se trata de un líder que no camina adelante, sino al lado.
El voto es muy volátil, el elector se desplaza hasta el último segundo antes de emitir el sufragio. En medio de esa volatilidad, el candidato debe acompañar ese proceso con cercanía, velocidad, astucia, e investigación. Como en una carrera de 100 metros donde ambos corren a la par.
El voto líquido se ha apoderado de la escena y sobran ejemplos, sobre todo en las últimas quince campañas electorales, de políticos que terminaron padeciendo, sobre la hora, los infortunios de la confianza excesiva.
Es que el camino por donde transita el candidato no está asfaltado: la opinión, la sensación, el sentimiento de cada uno de sus potenciales electores minará esa ruta, haciéndola estallar en cualquier momento.
Por eso, cada mensaje de la política tiene que ser claro ante una realidad confusa, donde el rol de un candidato ya no es sólo el de aquel que plantea y confronta los problemas, sino el que también puede tender puentes.
En definitiva, percepción mata realidad. Es vital indagar sobre ellas. Llegar al fondo de los sentimientos de los votantes. Las percepciones no necesariamente se traducen en votos, pero sí conforman la realidad y sobre ella, se construyen los líderes.
@divoskus
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por CEDOC
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