La neurociencia indica que la amenaza, la tensión y un trato inadecuado restringen la innovación, comprometen la salud y afectan los resultados; aportando claves para que las organizaciones impulsen un cambio sostenido.”
En las organizaciones suele minimizarse el miedo como si fuera solo una emoción más, aunque la neurociencia revela que es una reacción biológica: activa el sistema de alerta, modifica la química cerebral y altera nuestra manera de pensar, sentir, actuar y relacionarnos.
Cuando una persona percibe amenaza —un jefe impredecible, malos tratos entre colaboradores, un comentario humillante, la incertidumbre económica, la posibilidad de perder el trabajo— se activa el sistema nervioso simpático, una rama del sistema nervioso autónomo encargada de responder ante el peligro. La amígdala, zona del cerebro que detecta peligro, enciende un protocolo automático (el modo defensa del cuerpo): aumenta el cortisol, sube la frecuencia cardíaca y el organismo se prepara para sobrevivir. En ese estado, la corteza prefrontal, donde reside la claridad, la capacidad de tomar decisiones, el pensamiento expansivo y la resolución de problemas, queda parcialmente “offline”. Por eso, en culturas laborales donde domina el miedo, las personas no aportan ideas ni innovan: no porque no sepan, sino porque su cerebro está en modo defensa. Su energía se va en protegerse, no en crear.

Este estado de alerta sostenida tiene consecuencias. Las personas cometen más errores, duermen peor, se irritan con facilidad, desconfían unas de otras y se desconectan emocionalmente del trabajo. El miedo crónico desgasta los vínculos y apaga la motivación. No es casual que las organizaciones con mayor rotación sean, muchas veces, las que generan mayor tensión emocional. La gente no renuncia al trabajo: renuncia a la emoción que siente todos los días en ese trabajo.
El otro camino existe y también es biológico. Cuando el entorno es seguro, respetuoso y claro, se activa el sistema parasimpático, responsable de restaurar la calma. En ese estado, el cerebro libera neurotransmisores asociados a la confianza, la conexión y la recuperación, lo que favorece la colaboración, la apertura y la creatividad colectiva: baja el cortisol y se reenciende la corteza prefrontal. Las personas piensan mejor, colaboran más y se animan a proponer.

¿Cómo pasamos del modo miedo al modo confianza?
Las empresas pueden avanzar creando marcos claros, habilitando diálogos responsables y construyendo culturas que transformen el error en información valiosa para mejorar. Los líderes necesitan regular su propio estado emocional: el tono, la mirada, el lenguaje no verbal y la forma de corregir pueden activar amenaza o activar confianza.
Y todos pueden entrenar pausas, respiración consciente y la capacidad de nombrar lo que sienten antes de reaccionar.
En un mundo acelerado, elegir la calma no es pasividad: es liderazgo. La transformación comienza cuando cada persona asume la responsabilidad de regular su propio estado emocional para contagiar confianza en lugar de miedo.
Roxana G. Ponzo, CPN & Master Coach Profesional
Más de 20 años acompañando a empresas y equipos de trabajo
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por CONTENT NOTICIAS














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